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El Área Metropolitana de Barcelona pone a prueba el reparto de paquetes del futuro con un robot autónomo

El proyecto, realizado con el EIT Urban Mobility, empezará una prueba piloto en junio en Esplugues de Llobregat, aunque el gran reto para su implementación es la normativa

Josep Catà Figuls
Robots
El robot autónomo para el reparto de mercancías desarrollado por CARNET, en una imagen cedida por la AMB.Xavier Jubierre

El futuro de la movilidad urbana nadie sabe a ciencia cierta cómo será, pero mientras poco a poco las ciudades van cambiando su paisaje para dar cabida a nuevas formas de moverse —la irrupción de los patinetes o los puntos de carga eléctricos son un ejemplo—, hay sitios en los que ya se piensa qué vendrá después. Y el futuro parece que pasa por los robots autónomos. Como el que ha desarrollado el centro de innovación CARNET (impulsado por Seat y la UPC), y que entrará en una fase de prueba piloto en junio en Esplugues de Llobregat. De aspecto futurista, este pequeño coche autónomo tiene seis ruedas, para que pueda ir por carretera y por las zonas peatonales, y para que pueda subirse a la acera, y está hueco por dentro: ahí irán los paquetes de mercancías, que el robot distribuirá en un radio de un kilómetro. El objetivo es hacer más eficiente y menos contaminante la paquetería de última milla, es decir, el último tramo de entrega de las mercancías. El auge del comercio electrónico, sobre todo después de la pandemia, ha puesto en evidencia que esta actividad es responsable de una parte importante de la polución y de la congestión del tráfico en las ciudades.

Este proyecto, llamado Logismile, es un encargo del Área Metropolitana de Barcelona (AMB) y del European Institute of Innovation and Technology (EIT). Este es uno de los centros de impulso y financiación a la innovación más destacados, un organismo de la Unión Europea fundado en 2008 que tiene por objetivo dotar de herramientas y empresas propias a Europa para hacer frente a los retos del futuro y no tener que depender de las soluciones de otras regiones. La división dedicada a la movilidad, el EIT Urban Mobility, tiene su sede en Barcelona desde su creación en 2019. Con el objetivo de financiar proyectos de innovación urbana, trabaja de la mano de ciudades y entidades supramunicipales, como el AMB, institución con la que ha desarrollado varias iniciativas.

“Parece de ciencia ficción”, admite Alberto Sanfeliu, profesor de la UPC, durante la presentación del robot, “pero esto será lo normal en los próximos años”. El tiempo apremia, ya que el transporte urbano de mercancías representa el 20% del tráfico en las ciudades, el 30% de la ocupación de las calles, y el 40% de las emisiones. Con este robot, la idea es mitigar todo este impacto: el pequeño coche autónomo tendrá una base en la que se cargarán las mercancías para su distribución final en un radio de un kilómetro. Desde ahí, podrán ir por la carretera, entre los coches, o por las zonas peatonales. Su sistema de sensores le permite esquivar obstáculos y personas, y su programario está diseñado para que rehaga la ruta si de pronto no puede pasar por una calle. Cuando llegue al usuario y destinatario final del paquete, este podrá recogerlo de dentro del robot. El proyecto tiene un presupuesto de 1,35 millones de euros, y esta fase de pruebas incluye realizar tests en Esplugues de Llobregat, en Hamburgo (Alemania) y en Debrecen (Hungría).

Sanfeliu reconoce que, más allá de las pruebas técnicas, uno de los retos más grandes es el de la normativa. Por ahora, no está permitido a los coches autónomos que circulen por carretera, y tampoco está claro qué cambios urbanísticos deberán llevarse a cabo para que estos robots no sean un estorbo. “Es evidente que habrá que cambiar la legislación, y ya estamos hablando con la Dirección General de Tráfico para perfilar esta autorización. También estamos realizando encuestas a la población para ver cómo valoran este sistema de reparto de mercancías”, explica el investigador, que tampoco descarta que en el futuro existan alianzas con empresas de reparto para terminar de implementarlo. La alcaldesa de Esplugues, Pilar Díaz, se muestra muy convencida de que este proyecto tiene futuro. “Tenemos una medida que nos convierte en una ciudad adecuada para esta iniciativa”, añade.

Hay 31 ciudades que forman parte del EIT Urban Mobility, que tiene 151 socios empresariales e institucionales. El organismo europeo ha financiado proyectos por valor de 37 millones de euros, y España es el primer país receptor. Se explica, en parte, por el liderazgo de la AMB, que solo entre 2020 y 2022 ha desarrollado ya cuatro proyectos y tiene otros tres en marcha. Uno de los que ya se han llevado a cabo es el Smarthubs, que tiene el objetivo de crear centros de servicios de movilidad. La iniciativa aprovecha en parte la red de Bicibox, los locales cerrados que la AMB tiene en distintas ciudades metropolitanas para poder aparcar la bicicleta de forma segura.

En Sant Cugat del Vallès, en la estación de FGC de Mira-sol, un local de Bicibox ha servido para crear este Smarthub. Además de poder dejar la bicicleta, el usuario tiene un punto con todas las herramientas que puede necesitar para repararla, tiene bicicletas de carga (triciclos con un gran espacio delantero para poner la compra o paquetes) que son compartidas con los demás usuarios, y tiene puntos de carga para las baterías eléctricas. “El objetivo es potenciar las centralidades urbanas, por ejemplo aquí que tiene al lado un centro comercial y una estación de tren”, explica el equipo responsable. De momento existen siete pilotos de Smarthub en seis ciudades.

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Sobre la firma

Josep Catà Figuls
Es redactor de Economía en EL PAÍS. Cubre información sobre empresas, relaciones laborales y desigualdades. Ha desarrollado su carrera en la redacción de Barcelona. Licenciado en Filología por la Universidad de Barcelona y Máster de Periodismo UAM - El País.

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