Un ‘ataúd’ para polizones en el ferry de Tánger a Barcelona
Cinco marroquíes viajaron ocultos en el doble fondo de una furgoneta con un agujero minúsculo para respirar
El ferri Cruise Smeralda, procedente de Tánger, atracó en el puerto de Barcelona pasada la medianoche después de un largo viaje. Los agentes de la Guardia Civil de la terminal inspeccionaron de forma aleatoria unos cuantos vehículos. Entre ellos, la furgoneta Mercedes Benz conducida por Yousseff H., quien declaró que iba libre de carga. Eso parecía. Pero, al entrar en la furgoneta, los agentes aguzaron la vista y, a través de un pequeño agujero de apenas un centímetro de diámetro, observaron una zapatilla que… se movía.
Durante el trayecto entre Tánger y Barcelona, cinco migrantes marroquíes ocuparon un habitáculo diminuto entre la cabina del conductor y la zona de carga más parecido a un ataúd, de apenas 40 centímetros de fondo. “Les pedimos que saliesen. Estaban hacinados, totalmente presionados. Algunos se habían vomitado encima, había una botella con meados”, ha explicado uno de los guardias civiles en el juicio que este martes se ha celebrado contra Yousseff H., que afronta una petición de seis años de cárcel por haber puesto en riesgo, según la tesis de la fiscalía, la vida de cinco personas que intentaron entrar clandestinamente en España. No lo lograron: tras recibir agua y alimentos, se inició el proceso para devolverles a Marruecos.
La voz de los migrantes no ha podido escucharse en la vista oral: expulsados de forma inmediata, nadie ha considerado relevante su declaración en el juicio, fuese como víctimas o como testigos. Como ocurre a menudo, la investigación solo ha alcanzado al conductor, seguramente el eslabón más débil en las mafias que se lucran con el tráfico de personas. La furgoneta ni siquiera era suya. Yousseff H. ha tratado de defenderse explicando que solo pretendió ayudar a gente desesperada. “Me pidieron por favor si les podía llevar porque estaban en una situación precaria. No cobré nada. No sabía si esta gente podía venir a España”, ha explicado con ayuda de una intérprete. No ayuda a su credibilidad que antes, en la fase de investigación, había admitido que le prometieron 400 euros por llevar a esas cinco personas hasta su destino final: Zaragoza.
El desembarco fallido se produjo el 8 de mayo de 2019. Días antes, el 26 de abril, Yousseff viajó a Tánger con un billete de ferry a nombre de otra persona. La fiscalía cree que, en Marruecos, se acondicionó el habitáculo –”la zona de carga esta recién pintada por dentro, barnizada, toda de madera”, ha recordado un guardia civil- para trasladar a esas personas de forma ilegal. “El acusado no podía ignorar con qué fin bajó a Tánger. Tenía un encargo concreto, iba a hacer una carga”, ha defendido la fiscal, que pide cárcel para Youssef por un delito contra los derechos de los ciudadanos extranjeros.
La fiscal concluye que la vida de los cinco migrantes corrió peligro. No solo por las condiciones del hacinamiento, sino también por el riesgo de asfixia. El habitáculo estaba “totalmente sellado”, ha contado un guardia civil. El único respiradero era el agujero minúsculo a través del cual los guardias adivinaron el movimiento de una zapatilla. Sospecha la fiscal que, por miedo a ser descubiertos, los migrantes no abandonaron en ningún momento su escondrijo, de ahí la presencia de vómitos y orina.
En un esfuerzo por que se le imponga una pena menor, el abogado de Yousseff ha afirmado que los ocupantes solo debieron estar un tiempo mínimo dentro del habitáculo, lo justo para esconderse en caso de inspección. Eso explica que, más allá del agua, no tuvieran que recibir asistencia médica a su llegada al puerto. Ha incidido en que los polizones podían, si querían, abrir el habitáculo desde dentro puesto que disponían de un pestillo para hacerlo. La fiscalía, sin embargo, ve poco probable que salieran porque su objetivo, justamente, era esconderse.
El abogado de Yousseff ha afirmado que los ocupantes podían ir de pie (la furgoneta tenía una altura de 190 centímetros y una anchura de 150), ha señalado que los 40 centímetros de profundidad les permitían “girarse y moverse” y ha incidido en que un pequeño pestillo permitía a los polizones abrir el habitáculo desde dentro y “respirar el aire de la furgoneta”. Ha recordado que no hay pruebas de que Yousseff cobrara por la gestión, y ha subrayado que un hombre como su cliente, casado y con cuatro hijos, no se arriesgaría a una larga estancia en prisión y a su expulsión de España por 400 euros.
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