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“Caminar por Salt es como hacerlo por un vertedero”

Los vecinos se quejan de las montañas de basura en las calles tras 19 días de huelga de recogida de basuras

Una montaña de basura acumulada cierra el paso por la acera de una de las calles del centro de Salt.  /Toni Ferragut
Una montaña de basura acumulada cierra el paso por la acera de una de las calles del centro de Salt. /Toni Ferragut©Toni Ferragut (EL PAÍS)

“Vergüenza” es la palabra más utilizada por los vecinos de Salt (Gironès) para describir la situación que viven desde el día de Navidad. Desde entonces, la treintena de empleados de la empresa concesionaria del servicio de recogida de basuras —Fomento de Construcciones y Contratas (FCC) Medio Ambiente— están de huelga y la suciedad se amontona en las calles. La plantilla reclama un convenio con mejoras laborales y salariales, la contratación del personal eventual y la renovación del plan de riesgos laborales. Las tres mediaciones han fracasado.

Tras 15 días de acumulación de residuos y graves problemas de salubridad, el Ayuntamiento abrió un expediente sancionador a la empresa y anunció multas de 100.000 euros si no se cumplen los servicios mínimos. Los trabajadores aseguran que los acatan. El sábado, empleados de FCC llegados de otras ciudades vaciaron los contenedores escoltados por la policía. Por ello, CC OO denunció este martes a FCC a la Inspección de Trabajo por vulnerar su derecho de huelga. Por ahora no hay acuerdo a la vista.

A pesar de entender “su derecho a la huelga”, gran parte de los vecinos no están de acuerdo con las reivindicaciones de los trabajadores. “Todo el mundo tiene derecho a quejarse, pero hay mucha gente con estudios que no gana lo que ellos”, asegura Montserrat, vecina de la calle Àngel Guimerà, que describe que el lunes con la lluvia y con el viento “se abrieron bolsas y se esparció toda la basura”. Rosa abunda que pasar por su calle “es como caminar por un vertedero”. Mantos de hojas de los árboles se mezclan en el suelo con los restos caídos de los contenedores y papeleras como botellas, bolsas de plástico, pañales o latas.

Al principio parte de la población entendía las reclamaciones pero la tendencia a la comprensión ha cambiado a medida que han pasado los días, los problemas de salubridad y salud pública han aumentado y se han filtrado los supuestos salarios de los trabajadores. Su remuneración ha sorprendido y enfadado. Los vecinos consideran que “tienen buenos sueldos” y deberían “agradecer tener trabajo”. Uno de los barrenderos, que este martes estaba de servicios mínimos, lo niega: “Están diciendo cosas que no son verdad, dan sueldos en bruto”. Dice cobrar 1.260 euros y que quien pasan de 2.000 euros tiene más de 30 años de antigüedad.

Salt es una de las poblaciones con un nivel de renta más bajo de Cataluña. “Quizás en poblaciones con un nivel adquisitivo diferente se podrían subir sueldos, pero aquí se han cerrado comercios, hay muchos ERTE. ¿Qué pasará?, ¿Quién pagará esto?” se pregunta Eduard, comerciante. Él, que ha visto ratas por el paseo, cree que los empleados tienen derecho a huelga pero también una “obligación moral” con sus conciudadanos. “Sangrar al ayuntamiento es una falta de ética. Yo sí he perdido nivel adquisitivo y sigo pagando mis impuestos”, añade. Ferran y Isabel, jubilados, horrorizados también con la presencia de ratas, aseguran que su calle, Sant Romà, “da asco”. Y apuntan a los sueldos: “Un barrendero de a pie cobra más que un mecánico con oficio”.

Son muchos los vecinos de Salt que han optado por guardar plásticos, cartón y cristal en casa para no agravar la situación. Un carnicero cuyo comercio limita con Girona hace días que carga los restos orgánicos en su coche y los deposita en la ciudad vecina. El dueño de un bar de Salt, que de nuevo apela a las “buenas condiciones” que tienen los huelguistas, en cuanto a la congelación de los salarios que denuncian, apunta que “son muchos los trabajadores en esa situación”. En el bazar chino de la calle Major, llevan días acumulando cartón y cajas para no sacarlo a la calle y a diario, explica Zengxia, intentan apartar las decenas de bolsas de basura que hay frente a su local para que los clientes puedan entrar. El hedor, como en las otras islas de contenedores, es nauseabundo. Seis jubiladas que desayunan en una cafetería del centro lamentan que algún bar no ha podido abrir su terraza por la proximidad con las basuras. Y apuntan: “Es un trabajo desagradable, pero si tienen buenos sueldos…”.

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