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CRÓNICA
Texto informativo con interpretación

Ikea, la república de Carola

Desde hace tres años esta igualadina acude a la tienda sueca en la Gran Via de Barcelona y se hace fotos que cuelga en Instagram

Carola, en la tienda de Ikea de la Gran Via de L'Hospitalet de Llobregat (Barcelona).
Carola, en la tienda de Ikea de la Gran Via de L'Hospitalet de Llobregat (Barcelona).CARLES RIBAS
Ana Pantaleoni

Esta es la historia de una vecina, de mi vecina. La típica vecina que siempre sonríe al verte, que suele estar contenta, y que te recuerda que tienes un gin-tonic pendiente en su balcón, mejor si es de noche y con luna llena. Esta vecina se llama Carola Vilanova, tiene 59 años, nació en Igualada (Barcelona) y se dedica al mundo de la producción. Hace apenas tres años empezó con una actividad que se podría catalogar como surrealista: Carola se hace fotos en Ikea.

Carola espera a la periodista y al fotógrafo en el Ikea de Gran Via de Barcelona con la mano tendida. “Bienvenidos a mi casa”, dice con cierta sorna. “Llego aquí y me imagino que es mi hogar. Cada vez que vengo me hago una foto en la cocina, en el salón, en el baño. Lo hago por puro divertimento, para reírme, porque estoy muy saturada de la política y de otros temas”. Carola se escapa de la conversación y se sienta con ilusión en una zona de costura, con la máquina de coser en las manos, rodeada de llamativas telas. “No me digas que no es ideal”. Se la ve feliz. “Vine un día en Navidad hace tres años y vi el salón con chimenea y la mesa lista para cenar. Y pensé: ‘¡Mira qué detalle! Felicitaré la Navidad desde mi supercomedor’. Y me hice la primera foto. Y así empezó todo. A la gente le hace mucha gracia. Ahora cuando vengo aprovecho y me hago muchas fotos. Si vengo sola pido a alguien que me las haga o me programo el móvil y me las hago sola. Yo no tengo muchos muebles de Ikea, tengo algunos complementos. Pero creo que realmente vivo lo que quiere transmitir esta empresa: la experiencia de compra”.

Estamos en la parte de los comedores y Carola se anima con las fotos. La gente mira, pero no dice nada. Sus amigos ya le piden que les acompañe en las compras, otros le reclaman cita para tomar café en alguna de las zonas de muebles expuestos. “He hecho incluso siestas con mis amigos y luego hemos colgado las fotos en Instagram”. Nunca los suecos han tratado de ponerse en contacto con ella. Y eso pese a sus etiquetas. Carola tiene su propio hashtag: #carolaandherikeamoments. “Hay mucha gente que piensa que trabajo aquí, pero no. Yo me siento como en mi casa y me mimetizo con el ambiente. Soy un complemento de Ikea. Me piden consejos sobre cómo montar una casa o cómo es el proceso de compra. La gente de mi alrededor se monta historias sobre mi relación con esta marca”.

“Me siento como en mi casa y me mimetizo con el ambiente. Soy un complemento”

Pasear con ella es sinónimo de reír. Su pareja, “un hombre serio”, encuentra que es “alocada y gamberra” la práctica de Carola. “Lo que hago es divertirme. Los niños pequeños vienen aquí y juegan. ¿Porque seas mayor, no puedes? ¿No puedes hacer un poco el tonto?”. Carola es una mujer práctica, evita las colas y optimiza el tiempo. “Me encanta el bricolaje, montar y desmontar muebles, me gustaría ayudar a la gente a hacer casitas Ikea. A veces encuentras piezas bestiales como este espejo redondo”.

A Carola nunca le han llamado la atención. Y eso que se ha llegado a meter dentro de una cama o se ha sacado la camiseta en alguna de las duchas suecas. Lo que más ilusión le haría es salir en el catálogo de figurante. Ahora en un formato digital. El famoso catálogo de Ikea dejó de publicarse el año pasado año como consecuencia del “cambio en el comportamiento de los consumidores”. La revista se mantuvo ininterrumpidamente durante 70 años y alcanzó su difusión máxima en 2016, cuando distribuyó más de 200 millones de copias que llegaron a hogares y sedes de la empresa en más de 50 mercados en todo el mundo en 32 idiomas.

¿Qué es lo que más le gusta a Carola de Ikea? Los utensilios de cocina y la iluminación. “Siempre cae alguna cosa”, reconoce. “Cada vez que vengo me haría la cocina nueva. Esta es muy mona, aquí he comido varias veces”. Y se ríe. “Esto que hago me durará hasta que me canse, pero me encanta. Entiendo también la gente que se estresa cuando viene y odia todo esto. Pero es que aquí siempre hay novedades. Por ejemplo, hay mucha variedad en el ajuar de la casa. Y también he notado que últimamente han avanzado mucho en tecnología. Todo es práctico y te hacen la vida fácil. Está lleno de gente que hace Ikea moments, pero que no los cuelgan como yo”. Un fin de año Carola se calzó al cuello un marabú de plumas y con una copa de cava frente a una pantalla de 2020 felicitó a sus familiares.

Una de las cosas que más le gusta es patrullar, que en su lenguaje significa detectar conflictos de pareja: “Sobre todo, ellas son muy pesadas y ellos no tienen paciencia. He visto una discusión monumental por una bombilla. Este es un lugar que si no te gusta, mejor que no vengas”. El paseo no puede acabar mejor. Fotógrafo, periodista y Carola participan unidos en una sesión de compras compulsivas en el supermercado de la tienda sueca. Que si un poco de salmón, que si unas galletas de jengibre, que si un calendario de adviento de buen chocolate. Y luego comida Ikea: dos cocacolas, dos patatas fritas y dos frankfurts, más bien delgaditos, por el precio de 6,50 euros. Más que surrealista, este Ikea moment de Carola ha sido francamente divertido.

Carola, con una máquina de coser en Ikea.
Carola, con una máquina de coser en Ikea. CARLES RIBAS

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Sobre la firma

Ana Pantaleoni
Redactora jefa de EL PAÍS en Barcelona y responsable de la edición en catalán del diario. Ha escrito sobre salud, gastronomía, moda y tecnología y trabajó durante una década en el suplemento tecnológico Ciberpaís. Licenciada en Humanidades, máster de EL PAÍS, PDD en la escuela de negocios Iese y profesora de periodismo en la Pompeu Fabra.

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