El regreso de los grandes musicales a Barcelona da por acabada la crisis
Los estrenos de ‘Fama’ y ‘Billy Elliot’ se suman a las buenas expectativas de ‘Cantando bajo la lluvia’
El teatro musical rompió el hielo tras la pandemia en Barcelona el pasado 15 de septiembre en el Tívoli, con Cantando bajo la lluvia. Àngel Llàcer y Manu Guix volvían a abrir el teatro en el que habían triunfado antes de la pandemia con La jaula de las locas. Ayer, le tocó el turno a Fama, en el teatro Apolo, y hoy será Billy Elliot, en el vecino Victòria. Representantes del sector ven en este desembarco de musicales en Barcelona el mejor síntoma de que la crisis sanitaria ha remitido y de que la cultura vuelve, por fin, a la normalidad: “La coincidencia de tres musicales tan potentes en la cartelera es una manera de decir ‘vamos a vivir la vida’. Con prudencia y con mascarilla, pero ¡que le den al virus!”, dice Enrique Salaberria, productor ejecutivo de Fama, que se estrena en Barcelona antes de ir a Madrid.
”Cuando los productores vuelven a invertir y a contratar a creadores, es que hay confianza”, dice Isabel Vidal, presidenta de Adetca (Asociación de Empresas de Teatro de Cataluña), que, desde la reentrada del verano, confiaba en que a los teatros se les permitiría en breve habilitar todas sus localidades: “Las productoras, las direcciones, las compañías... hemos hecho los deberes y hemos demostrado que estamos en condición de abrir ya al 100%. Lo demuestra La jaula de las locas, que cuando Londres, Nueva York, Madrid estaban cerrados, fue el único musical en cartel en todo el mundo”, añade. Marcos Cámara, productor ejecutivo de Billy Elliot, espectáculo que ha estado en Madrid tres años con todas las entradas vendidas, subraya un dato significativo: “Los musicales fueron los primeros en cerrar a causa de la pandemia y han sido los últimos en abrir”. En cada uno de los tres espectáculos citados hay más de cien personas trabajando en cada función. Evitar contagios, durante la pandemia, era muy complicado, por lo que los problemas no eran solo por el aforo reducido.
Las declaraciones de ayer del consejero de Salud de la Generalitat, Josep Maria Argimon, que anticipó que el aforo de los espectáculos culturales será del 100% dentro de dos semanas, eran las esperadas en el sector: “Hemos resistido, la cartelera ahora es de calidad. Falta que la Administración concrete la apertura total. Nosotros hemos programado la temporada contando que pasamos ya al 100% de la ocupación de los teatros”, dice Vidal.
Cámara coincide plenamente con la presidenta de Adetca: “Con el 70% del aforo, que es lo permitido ahora mismo en Cataluña, perdemos dinero”, asegura. Cámara hace hincapié en que los musicales suelen ser las producciones más caras de las artes escénicas, por lo que, si no llenan, les cuesta ser rentables. “Contamos con el 100% inminentemente, de lo contrario, no aguantaríamos más allá de Navidad”, dice el productor. Billy Elliot tiene previsto hacer toda la temporada en el Victòria. Salaberria asegura que Fama tiene previstas funciones en el Apolo hasta finales de febrero porque en marzo se estrena en Madrid, en principio. “Si aquí en marzo estamos llenando, pues lo siento por los madrileños, que se cojan un tren, que está barato”, comenta en tono de humor. Cuando Cantando bajo la lluvia reabrió el melón de los musicales, no hace ni un mes, lo hizo ya con 25.000 entradas vendidas.
Volver al teatro
”La gente necesita estimularse y poder volver al teatro ya con normalidad (con cierta normalidad: el uso de mascarillas y demás medidas de prevención seguirán vigentes)”, sostiene Vidal. Más eufórico se muestre Salaberria: “Yo ya me he olvidado de la pandemia. Con una mascarilla en un teatro no te contagias. Estamos aquí para disfrutar con la juventud, pasárnoslo bien con ellos”, comenta desde una butaca del Teatro Apolo, mientras en el escenario se representa un número de Fama.
El retorno del teatro musical en gran formato en las circunstancias actuales es importantísimo para el sector. “Es el más conocido por la gente, se hace en grandes espacios y amplía la gama de público, llega a otra capa, arrastra a posibles nuevos aficionados”, explica Vidal.
Los datos de la última temporada teatral en Cataluña previa a la pandemia, la 2018-2019, constata una costumbre: el teatro musical es el que arrastra a un mayor número de espectadores. Las 92 obras musicales que se representaron en salas grandes y de pequeño formato las fueron a ver 549.937 espectadores. El género cuantitativamente más visto es el dramático, con prácticamente el doble de espectadores (1.181.989), pero con una oferta muy superior: 603 espectáculos. La jaula de las locas, en el Tívoli, y Maremar, en el Poliorama, fueron, respectivamente, la primera y la tercera obra más vistas (en medio se les coló la despedida de Tricile, Hits). En concreto, 179.480 espectadores vieron la divertida obra de Àngel Llàcer y Manu Guix en las 164 funciones en 25 semanas en cartel; a Dagoll Dagom lo siguieron en directo 65.430 espectadores en 114 funciones a lo largo de 17 semanas.
Los niños conquistan el Teatro Victòria con el baile
Pasean por los recovecos del teatro como Pedro por su casa. Se sientan a una mesita para la entrevista, pendientes de la gente que va entrando al teatro para ver la función previa del día. En esta, a Max no le toca actuar; a Ot, sí. “Pero no estoy nervioso”, dice, aunque lo parece, “siempre estoy tranquilísimo hasta que queda media hora para la función”. Pero… ¡faltan 25 minutos! “Ah, ¿sí?”, exclama, y se empieza a poner oficialmente nervioso.
Antes de ir al camerino, aún tiene tiempo de explicar que le encanta su personaje, el amigo de Billy: “Michael tiene momentazos y lo que más me gusta es que actúa con todos los sentimientos: a veces está triste, a veces feliz, a veces inseguro…”. Se interrumpe. Su mirada ha caído al vestíbulo, en el piso de abajo, y se apoya sobre la barandilla. “¡Abuelita!”, grita, y la emoción abre de par en par sus ojos azules. “¡Uy! Perdona, es que están entrando mis abuelos, que hoy vienen a verme”. Tras los besos lanzados y recibidos desde la distancia, Ot se disculpa porque alguien viene a buscarle para maquillarse, vestirse... Quedan 20 minutos para que empiece la función y Max, aferrado a su bolsa de chucherías, habla con calma: “Mi infancia era súper alegre, cómica… No toda la gente ha tenido este tipo de infancias”, recuerda (nótese que usa el pasado). “A los cuatro años empecé a hacer campus de fútbol y cada vez que mi equipo marcaba yo hacía una rueda. Vamos, que mi padre se dio cuenta de que lo mío era bailar”. En el colegio no ha tenido problemas: “A alguno le han dicho que bailar es de maricas… A mí no, me apoyan mucho”. A Max no se le suben los humos: “No, no me siento Billy Elliot”, dice, y duda: “Bueno, sí, porque me gusta bailar, pero él tenía muchos problemas y a mí me apoyan todos”.
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