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La huelga de Glovo marca un hito en las protestas de la nueva economía

Los sindicatos tradicionales, UGT y CC OO, pese a llegar tarde, aportan capacidad organizativa a los trabajadores de plataformas digitales en sus reivindicaciones laborales

Glovo
Protesta de trabajadores de Glovo frente a la Sagrada Familia.JUAN BARBOSA
Josep Catà Figuls

La huelga de los repartidores que trabajan para los supermercados de Glovo en Barcelona está teniendo un éxito sorprendente. La empresa solo pudo aguantar un fin de semana con sus locales cerrados, y rápidamente se sentó a negociar con los trabajadores, que han suspendido los paros, también este fin de semana. En los últimos años, los llamados riders han pasado de ser un colectivo atomizado y de difícil organización, a conseguir que los tribunales, la Inspección de Trabajo y finalmente el Gobierno, con la ley rider, reconocieran sus reivindicaciones. La huelga en Glovo culmina este proceso para denunciar las precariedades de la economía de plataformas, un proceso que los sindicatos tradicionales han tardado en hacerse propio mientras los trabajadores se iban organizando. El liderazgo de CC OO en la huelga de Glovo muestra un cambio de tendencia.

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Algunos lo llaman economía de plataformas, otros uberización, pero el periodista Ben Wray lo llama gig economy o “economía del bolo”, en referencia a la práctica de músicos o actores que cobran por bolo realizado. Wray coordina el Gig economy project, un portal que hace seguimiento de los conflictos laborales de la nueva economía, que, a su juicio, de nueva no tiene nada. “No es nuevo, pero lo que hay es una transformación de las relaciones laborales hacia una precariedad dominada por el algoritmo, y los puestos de trabajo pasan a ser muy vulnerables”, explica.

Hasta ahora, Glovo tenía a repartidores autónomos que cobraban por pedido. La ley rider obliga a tener en plantilla a todos los trabajadores, ya que considera que la relación es laboral. Glovo ha intentado un modelo híbrido con la contratación de una parte, pero manteniendo a la mayoría de riders como autónomos. Al mismo tiempo, le ha surgido otro conflicto en un segmento de su negocio muy provechoso: los supermercados propios, con los que la empresa puede llevar a sus clientes los productos sin depender de un socio. En Barcelona tiene siete, y para ellos destina 344 repartidores que tenía contratados mediante una ETT. La principal reivindicación de la huelga es que estos trabajadores sean contratados indefinidamente y directamente por la empresa, cosa que Glovo ya ha puesto sobre la mesa.

Wray ha seguido muy de cerca la huelga en Glovo de las últimas semanas, en la que CC OO, pese a no tener representación legal en la empresa, ha acompañado a los trabajadores y ha convocado la protesta. “Lo más importante de esta huelga es que, hasta donde yo sé, es la primera vez que un gran sindicato organiza la protesta. Normalmente, y pasa en todo el mundo, los trabajadores de plataformas no terminan de ver la utilidad a las grandes centrales y se organizan entre ellos”, explica.

Difícil coordinación

Esto es lo que ha ocurrido en Cataluña con dos grandes ejemplos de organizaciones propias que se han adelantado a los sindicatos. Es el caso del conflicto del sector del taxi contra Uber y Cabify (en el que la asociación Élite Taxi arrebató el liderazgo a los sindicatos tradicionales del taxi), o el de los trabajadores de aplicaciones de reparto, en el que la asociación Riders x Derechos ha capitaneado desde el inicio las protestas y ha puesto las denuncias en los juzgados que han terminado con el Tribunal Supremo sentando jurisprudencia. “Los grandes sindicatos han sido bastante lentos en organizar a los trabajadores de plataformas, porque se sienten más cómodos y son más eficaces en las grandes empresas, porque también es ahí donde la gente se afilia a los sindicatos”, detalla Wray, quien considera que las grandes centrales tendrían que vigilar más los sectores de la economía gig ante la posibilidad de que el modelo se extienda en otros ámbitos laborales.

Los sindicatos identificaron la necesidad de incidir en estos conflictos, con denuncias ante la Inspección (cosa que también ha hecho UGT) y con más presencia en la calle. Carmen Juares, secretaria de Nuevas Realidades del Trabajo de CC OO, admite que el proceso ha sido lento. La central creó hace dos años el ámbito del trabajo en plataforma, y después fundó la secretaría que dirige Juares. “Siempre hemos tenido claro que este ámbito es importante ya que estos trabajos siempre han existido, pero las plataformas atomizan a los trabajadores y dificultan la organización”, detalla. Juares, cofundadora también de la asociación Mujeres Migrantes Diversas, dedicada a las trabajadoras del hogar, conoce bien los obstáculos para llevar a cabo reivindicaciones en sectores muy precarios y en los que los trabajadores están desconectados entre sí. “No hay centros de trabajo, no tienen tiempo de verse, de compartir experiencias y de ver cómo quieren mejorar su situación. Es muy difícil organizar una protesta”, dice.

En el caso de los trabajadores de los supermercados de Glovo, fueron ellos mismos los que, mediante grupos de Whatsapp, tras constatar su situación precaria, pararon espontáneamente dos días. “Lo decidieron ellos, y nos llamaron para pedir asesoramiento para convocar la huelga. Antes, nos habíamos hecho muy presentes con campañas informativas, con infografías, y ofreciendo los lavabos y salas del sindicato para que pudiesen descansar y a lavarse durante la jornada, algo que la empresa no hacía”, detalla Juares, que tiene claro lo importante de la protesta: “El éxito muestra que el derecho a la huelga sigue siendo un método efectivo también para las nuevas realidades”.

“Con un comité de empresa, no hubiesen durado”

La falta de organización sindical de los trabajadores de plataformas ha hecho muy larga la lucha por mejorar las condiciones. “Empresas como Glovo han estado siempre buscando la fórmula para actuar al margen de la legislación laboral. Y uno de los motivos por los que ha durado tanto es por la dificultad de los trabajadores de organizarse. Si lo que ha hecho Glovo lo hiciese una empresa como Nissan, donde hay un comité de empresa fuerte, no hubiese durado tanto”, explica Pere Vidal, abogado y profesor de derecho laboral de la UOC. Vidal recuerda que también ha sido difícil la actuación de la Inspección de Trabajo, ya que muchos repartidores están poco tiempo en la empresa o son de origen extranjero y no tienen tantas facilidades para denunciar.

 

La empresa se enfrenta ahora a un cambio de marco legal en España. “La ley rider ayuda porque explicita el carácter laboral de esta relación, pero la compañía no lo pone fácil”, dice el profesor, en relación a la estrategia de Glovo de mantener repartidores autónomos. CC OO y Riders x Derechos han denunciado en las últimas semanas que la empresa está enviando mensajes a los trabajadores a los que avisa de que la empresa impugnará las altas a la seguridad social, y recomienda hacerlo también individualmente.

 

Esta semana, Glovo también ha sufrido un varapalo en Argentina, donde la justicia reconoce la relación laboral de los repartidores. La empresa, mientras tanto, ha comunicado su nueva estrategia de expansión con la inversión de 50 millones de euros el próximo año para consolidarse en siete mercados africanos, con especial presencia en Ghana y con la entrada en el mercado de Túnez.

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Sobre la firma

Josep Catà Figuls
Es redactor de Economía en EL PAÍS. Cubre información sobre empresas, relaciones laborales y desigualdades. Ha desarrollado su carrera en la redacción de Barcelona. Licenciado en Filología por la Universidad de Barcelona y Máster de Periodismo UAM - El País.

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