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Tribuna
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Por un nuevo sentido común

Si la gripe, la malaria o cualquier otro reto sanitario se trata hoy con medicina de nueva generación, ¿cómo podemos pensar en replicar las viejas recetas desarrollistas del siglo XX para afrontar los ineludibles y urgentes retos que hoy tenemos?

Manifestación en protesta del proyecto de ampliación del aeropuerto del Prat.
Manifestación en protesta del proyecto de ampliación del aeropuerto del Prat.Albert Garcia Gallego

Un nuevo sentido común recorre el mundo. El sentido común de la sostenibilidad. ¿Recuerdan los debates sobre si seríamos capaces de aprender algo de la crisis sanitaria? Nos cuestionábamos si el modelo de vida que seguíamos era razonable, justo o sostenible. Hemos tenido que afrontar una emergencia tan dolorosa como esta pandemia para concluir que no es posible seguir igual. Nuestro planeta y nuestras vidas no sobrevivirán con un modelo del siglo XX en las condiciones del XXI, que son diferentes y plantean retos distintos.

Si la gripe, la malaria o cualquier otro reto sanitario se trata hoy con medicina de nueva generación, ¿cómo podemos pensar en replicar las viejas recetas desarrollistas del siglo XX para afrontar los ineludibles y urgentes retos que hoy tenemos? Solo a partir de la innovación podremos dar una respuesta a la altura de los tiempos. Por el contrario, seguimos expuestos a los efectos secundarios de recetas-milagro de las que ya sabemos sus consecuencias.

Pero podemos ser optimistas. En medio de esta crisis han emergido nuevas visiones y nuevos liderazgos. Un ejemplo de ello son los Estados Unidos de Joe Biden y la Unión Europea de Ursula von der Leyen, con objetivos alineados en el impulso de la innovación, la sostenibilidad y la equidad. He aquí un nuevo sentido común que ahora recorre el mundo.

Con este nuevo sentido común empieza un siglo XXI consciente de que no podemos seguir con las mismas dinámicas de siempre, como se hizo ante la crisis del 2008 recetando recortes en un modelo basado en el ladrillo y la especulación. Mientras Aena pone encima de la mesa una ampliación del aeropuerto que se sitúa de perfil —cuando no negacionista— ante los retos del siglo XXI, hoy EEUU y Europa apuestan por una fuerte inversión pública de la mano de la sostenibilidad. Barcelona tiene claro que está junto a este nuevo sentido común y lo está liderando en nuestro país.

Hace pocos días se ha presentado un estudio técnico elaborado por Barcelona Regional que propone alternativas al ultimátum de Aena. Se suma este documento a otros que nos permiten obtener una mejor información, a disposición de todo el mundo para tomar las mejores decisiones.

Este informe se presenta aportando datos, escenarios y alternativas. Y esto último es lo más relevante: hay alternativas para mejorar la conectividad del aeropuerto del Prat y son, por múltiples razones, mejores que la propuesta de Aena: permiten mejorar nuestro aeropuerto sin hacer un daño natural irreparable. Porque Aena ha empezado el hub por el tejado. Primero propone ampliar y destrozar, y después ya veremos. Sabemos que en su propuesta desaparece La Ricarda, un ejemplo de biodiversidad natural ampliamente reconocida, mientras no sabemos qué nuevas compañías vendrían.

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Como dice Naomi Klein, nuestro planeta está en llamas, vivimos un incendio. ¿Hasta cuándo vamos a seguir mirando hacia otro lado? La Ricarda es una pieza más, dentro de un tablero donde la biodiversidad se desplaza como si fuera un asentamiento nómada o un terrario con el que jugar estúpidamente. Si cedemos con La Ricarda cedemos con el planeta. ¿Qué será lo siguiente?

El informe aporta datos claros sobre los efectos de la ampliación propuesta por Aena. Incrementos de las emisiones de CO2 provocadas por un mayor tráfico aéreo y el incremento de millones de turistas, daño irreparable a la biodiversidad y un alto riesgo de veto por parte de la UE. La factura en términos de sostenibilidad y económicos es carísima.

En cambio, el informe plantea otra alternativa, una solución hibrida que, aprovechando las inversiones con las que cuenta Aena, contempla mejoras infraestructurales del aeropuerto, la sustitución de vuelos cortos por alta velocidad y reforzar la función complementaria del Aeropuerto de Girona. Esto permitiría mejorar el aeropuerto para conectarnos mejor a la vez que se reducen las emisiones y cumplimos con la normativa de la UE. Todo ello viable si se ejerce desde el liderazgo público basado en el interés general.

Pese a que somos la única administración que no tiene competencia sobre el futuro del aeropuerto, aportamos información y argumentos, porque la decisión nos afecta territorial y globalmente. Por ese motivo, pedimos un espacio de trabajo y diálogo, no imposiciones ni chantajes irresponsables. Hay alternativas y se tienen que estudiar. Queremos un aeropuerto del siglo XXI para una economía sostenible del siglo XXI. Decía Raymond Williams, que “construir una sociedad significa descubrir significados y orientaciones comunes”. Aportamos datos y argumentos para lo que hoy ya es un nuevo sentido común.

Janet Sanz es teniente de alcalde de Ecología, Urbanismo, Infraestructuras y Movilidad de Barcelona.


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