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La biotecnológica catalana: mucha startup pero poca industria

La inversión y proyectos de investigación sobre salud crece cada año, pero faltan infraestructuras y soporte público para consolidar el tejido empresarial

Josep Catà Figuls
Vacunas covid
Empleados del laboratorio de control de calidad en las instalaciones de Sant Joan Despí (Barcelona) de la empresa farmacéutica Reig Jofre.Andreu Dalmau (EFE)

Si algo ha dejado claro la pandemia de coronavirus es que un país que no invierte en investigación científica e innovación queda a merced de otros cuando llega una crisis. En Cataluña, el sector de las ciencias de la salud, y en especial el de la biotecnología, cuenta con una potente y creciente estructura de universidades, fondos de inversión y centros de aceleración para startups y proyectos de investigación. Pero una vez que estas empresas crecen y están preparadas para dar el salto industrial y comercial, se venden a grandes compañías extranjeras. El sector pide un impulso para tener más instalaciones de producción, soporte público e inversiones de mayor capital para consolidar el tejido empresarial y retener la riqueza.

El sector de las ciencias de la vida y la salud es uno de los segmentos clave para la economía catalana. Representa el 7,3% del PIB y da trabajo a 230.000 personas, según el Informe de la BioRegión de Cataluña 2020, elaborado por las asociaciones Biocat y CataloniaBio & Healthtech. Estas organizaciones miden el pulso a un sector que ha crecido mucho en los últimos años, y que necesita un impulso más para dar el salto final. El informe pone de relieve que en el estadio de las empresas emergentes Cataluña está avanzando a buen ritmo: en 2020, un año que fue malo para casi todo, las startups de salud vivieron un importante auge. La inversión en estas empresas emergentes se duplicó con respecto a 2018, y superó los 226 millones, con un importante protagonismo del capital riesgo (mayoritariamente internacional), que puso más de la mitad de la inversión. Las startups de biotecnología fueron las que más crecieron en inversiones captadas.

El director general de Biocat, Jordi Naval, destaca que Cataluña cuenta con varios aspectos muy favorables. “Tenemos una ciencia básica muy potente, con una producción científica que es comparable a países parecidos al nuestro en población y PIB per cápita, como Bélgica, Dinamarca o Suecia. Tenemos también un tejido de inversiones especializadas en biotech. Hay además un conjunto de profesionales y expertos en desarrollo médico muy importante, que trabajan en grandes farmacéuticas como Grifols, Almirall o Esteve. Y tenemos una gran capacidad para hacer ensayos clínicos en hospitales: por ejemplo, la mitad de los medicamentos para tratar el covid se han testado en Can Ruti”, detalla Naval.

Cambio de cultura emprendedora

El sector considera que también hace falta un cambio de mentalidad. “El futuro de las compañías es ser internacionales, no vender rápidamente, sino seguir creciendo y salir a bolsa para ser más grandes y comercializar los productos”, dice Naval, algo que por ahora solo ha hecho Carlos Buesa con Oryzon o AB Biotics. El propio Naval, como cofundador de Aelix (que cuenta con resultados clínicos muy avanzados para la vacuna contra el VIH) ha internacionalizado su compañía. “El talento está, lo que falta son instalaciones y recursos”, dice. Una de las empresas que se han vendido recientemente es DR Healthcare, fundada por Juanjo Duelo en 2007, y que ha comprado AB Biotek. Durante estos años han investigado cómo la migraña proviene de un factor científico relacionado con la nutrición, y han desarrollado un producto que contiene una enzima que la mitiga. Ahora, cuando la comisión europea ya ha incluido esta enzima como un alimento para uso médico especial, han decidido vender. “Siempre hemos trabajado generando valor y pensando en una venta futura. Pero sí que es cierto que si quieres continuar, creo que faltan dos cosas: apoyo para entrar en el gran mercado y, como en Estados Unidos, permitir que las patentes tengan valor contable, porque si no es muy difícil que una startup que no genera beneficios pero que tiene mucha propiedad industrial sea bien valorada”, explica Duelo.

Los fondos de inversión son un actor crucial para el desarrollo del tejido de innovación. Fondos como Ysios, Caixa Capital Risc, Invivo, Nina Capital, Inveready, Alta Life o Sabadell Asabys han levantado, desde sus sedes en Cataluña, hasta 700 millones de euros para apoyar a las empresas del sector, tanto locales como internacionales, una estrategia que permite hacer crecer a las startups catalanas y a la vez posicionar la región como un polo de inversión también para empresas extranjeras.

Precisamente, Ysios Capital anunció la semana pasada que ya ha cerrado un tercer fondo con 216 millones de euros para invertir en investigación de medicamentos para enfermedades raras. “En España se ha desarrollado una estructura de parques de investigación muy potentes y los fondos hemos ayudado a atraer a inversores internacionales. Nuestro sistema biomédico tiene que estar entre los grandes del mundo”, destacó Cristina Garmendia, socia de Ysios, en la presentación del fondo.

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El ejemplo belga

Es en el segundo estadio, cuando la startup ya tiene un prototipo o producto que puede fabricar a escala industrial y comercializar, cuando se echan de menos herramientas más potentes. “Necesitamos instrumentos más fuertes de los gobiernos en conversión en investigación, no solo ayudas. En Bélgica el Gobierno invierte, y está demostrado que por cada euro público invertido el retorno se multiplica por diez”, afirma Naval. El segundo mecanismo que falta en Cataluña es “una apuesta público-privada para tener instalaciones de primer nivel de producción”. “No tenemos plantas de fabricación, y es una lástima porque casi lo tenemos: en el campo de las vacunas, aquí hay el banco de sangre y tejidos, muy potente, y compañías como Reig Jofré. Pero es en Bélgica donde han fabricado las vacunas contra la covid”, señala Naval.

El sector considera que es “cuestión de tiempo”, y que cuantas más startups haya, más posibilidades habrá de que algunas den el salto a la scale-up [empresas ya testadas que necesitan crecer]. Para ello hace falta aún más esfuerzo inversor en las primeras fases (el objetivo es conseguir 500 millones en 2025), y en las más avanzadas ser capaces de captar inversión internacional o salir a bolsa.

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Sobre la firma

Josep Catà Figuls
Es redactor de Economía en EL PAÍS. Cubre información sobre empresas, relaciones laborales y desigualdades. Ha desarrollado su carrera en la redacción de Barcelona. Licenciado en Filología por la Universidad de Barcelona y Máster de Periodismo UAM - El País.

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