Manel devuelve la música a la Monumental
El cuarteto barcelonés, con un segundo concierto este sábado, ha inaugurado el ciclo Monumental Club
Plaza de toros Monumental de Barcelona a una hora tan poco taurina como las 18.45. El cielo está encapotado, pero las previsiones de los meteorólogos, brujos modernos, vaticinan que no va a llover. Pero que no tiemblen los anti-taurinos: vacíos los tendidos, la grada y también la andanada, desiertos los palcos, abandonados los burladeros, huérfana de sentido la puerta grande, solitario el callejón, hoy no habrá montera tomando vuelo, de igual manera que pezuña ni manoletina a alguna hollarán el albero. Inútil la puerta de toriles, el ruedo no huele a sangre y miedo. En su lugar hay algo tan prosaico como centenares de sillas plegables, en las que 800 personas asistirían a una nueva reinvención de los espacios para la música en directo. Reinvención, detestable concepto que nos obliga a no descansar nunca y a llamar de otra manera a las consecuencias de la adversidad. Y a la música en directo ha llegado el modelo que para los museos representa el Chillida Leku: todo al aire libre y las obras expuestas con distancia social entre ellas. Eso sí, mientras las salas de conciertos sigan cerradas, por muy hermoso que sea el entorno seguiremos medio sordos.
Aunque el Monumental Club es una iniciativa previa a las reinvenciones forzadas. A lo largo de varias temporadas ha ido depurando el modelo hasta adaptarse finalmente a la pandemia, que no le ha impuesto el aire libre, vocacional en un ciclo albergado en un coso taurino. Lo que sí ha dificultado el virus es la actuación de Manel, primeros artistas de esta temporada, cuyas dos actuaciones previas hubieron de ser canceladas. Manel. Su público esperaba en la puerta y era reconocible porque entre los fans y sus grupos se establece la misma similitud que entre perro y dueño. Bien, ellas no llevaban barba, pero cualquiera de los que aún compraban entradas liberadas por el cierre comarcal, un 8% de un aforo de 800 localidades, podía pasar perfectamente por componente del cuarteto. Por cierto, para el segundo concierto de hoy (19.30), habrá de nuevo entradas disponibles en las taquillas de la Monumental. Otra consecuencia de la pandemia, que no logró cerrar la Bodega Monumental, que abierta en 1.937 aguantaba ayer tarde dispuesta a vender cervezas incluso a personal con pinta de no ser muy amante de la tauromaquia. ¿Otra reinvención?
Ya dentro de la plaza, una línea de bombillas daba al coso un aire verbenero, haciendo pensar en lo bien que se estará allí cuando el día no sea tan gris y fresco como el de ayer. Hay tiempo, hasta julio 16 conciertos en fin de semana, tres de ellos para criaturas. Dadas las circunstancias no había servicio de bar, aunque se rumoreaba que la marca de patrocinadora repartiría cervezas a la salida, una vez acabado el show. La mercadotecnia es cada día más insondable. Pero está claro que el público de Manel tiene bastante con Manel. A las 20.08 salían a escena, precedidos por unas gotas de lluvia que hicieron presagiar lo peor. Con ese aspecto de formar parte de su propio público, recrearon sus reflexiones mediante la crepuscular Banda de rock, primera canción que sonó en el concierto y primeros brazos saludando la presencia del grupo. Por cierto, ¿un grupo es una burbuja?, ¿se les considera convivientes?
Pese a que la luz diurna se resistía a desaparecer, las luces se hicieron notables desde el comienzo de la actuación. Un telón de tiras de plástico traslúcido, el mismo que habían usado en anteriores ocasiones, reflejaba colores sin apenas mezcla, un recurso tan sencillo como efectivo. Deambulando por la boca del escenario, Guillem, acentuando como hace desde ya cierto tiempo el papel de cantante que hace de cantante, iba entonando esas historias que sostienen y dan sentido a la música de Manel, capaces de reírse muy en serio de sí mismos. La distancia que les hace singulares. Y, grandes ventajas de verlos en Barcelona siendo ellos de Barcelona, el grupo hizo un estreno mundial y medio, la estupenda Tipus suite, con una letra genuinamente Manel, y L’amant malalta su compañera en un inminente epé que al menos había sido tocada en una anterior ocasión. Pero antes Guillem ejemplificó que antes de músico se es público. En esa misma Monumental, hace años, en un concierto de Los Rodríguez, se ganó un puñetazo al ser víctima de un inusual ataque de chulería que le llevó no solo a no dejar de cantar a voz en grito, sino a hacerlo en la oreja de quien le había solicitado moderación.
Aunque el público, particularmente en la parte final del concierto, no optó por la moderación, como si a su vez quisiese gritar a la oreja de Manel que escucharlos es la mejor de las cosas que puedan hacer, todo y que hiciese fresco y las nubes no dejasen de amenazar los vaticinios de los brujos modernos. Con el repertorio monopolizado por el último disco de la banda, Per la bona gent, un trabajo que ahora, tras todo lo que está pasando, parece de un año tan lejano como 2019, el abandono de las sillas de tijeras se intuyó ya con Amb un ram de clamídeas y su tono baladístico-paródico. Sin solución de continuidad Sabotatge y la no menos paródica Boy band hicieron que el público entrase en la fase de sonrisa perenne, para ya dejarlo en brazos de los bises. Allí fue acunado por Les estrelles antes de que la nueva Tipus suite apuntase tibiamente sus maneras de futuro clásico. El final para las imbatibles Teresa Rampell, Boomerang y Benvolgut y dejar al personal ya en fase de autocombustión y Manel saliendo por la puerta grande. Ellos no necesitan reinventarse, nacieron para no parecerse a sí mismos más de lo inevitable.
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