“Para hacer mundos diferentes, tenemos que imaginar diferente”
El dúo lanza ‘Clamor’, un disco que hermana la canción popular y la electrónica
Maria Arnal (Barcelona, 1987) habla rápido y gesticula en una ebullición constante de ideas. Su mirada y su rostro, belleza Romero de Torres, son como una bengala que chisporrotea sin fin. Marcel Bagés (Lleida, 1980) es más calmo, de cara más rotunda, habla menos, sonríe con la mirada y acepta un papel secundario sin incomodarse. Juntos son una pareja que ha dado señales de enorme creatividad en poco tiempo, creatividad que ahora se expande en Clamor, su segundo elepé, un disco de canción popular que no lo parece porque usa un lenguaje contemporáneo. Tampoco habla de lo que parece, o si lo hace es desde otra perspectiva. Maria lo aclara entusiasmada “es un disco sobre cómo explicar historias y cómo nos las explicamos en un momento de cambio”. De fondo un planeta que llora y se transforma. Intuiciones previas del dúo que con la pandemia han tomado carta de naturaleza.
Pero Clamor no es un disco de ecologismo párvulo. En primer lugar la electrónica abraza la canción popular, y no como simple maquillaje. Dice Maria: “Queríamos hacer estructuras a partir de muestreos, ritmos o riffs”, y Marcel ejemplifica: “Ventura y Fiera de mí nacen de muestreos, El Gran Silencio de un bombo, Hiperutopía de una voz procesada que me envió Maria…..”. No hay superposición de lenguajes, sino lenguajes que se hacen uno. Eso en un dúo que por vez primera se atreve a fondo con la electrónica.
En segundo lugar, lo que palpita tras capas digitales son canciones populares, tanto por su espíritu y letra como por la forma de cantar de Maria, alejada del pop y cercana a la plaza de un pueblo. “Me lo piden las canciones”, suelta de entrada antes de explicarlo en detalle. Tras de ti está inspirada en una copla, Milagro es pura Violeta Parra, en Ventura me imagino un coro de lavanderas, mujeres que te dicen que sí se puede”. ¿Y El gran silencio no está a dos centímetros de una rumba? Maria ríe y canta el estribillo palmeando en clave rumbera y Marcel lo confirma: “Sí, el patrón de bombo es rumbero”.
Aclarada la forma, el fondo, inseparable de la primera, sugiere una profundidad abisal. Porque la toma de El cant de la Sibil·la, un drama litúrgico medieval recuperado tras la dictadura, funde una voz sintética propuesta y generada por Holly Herndon, unas cabras pastando grabadas por el dúo, las dos voces del brillante dúo Tarta Relena y una idea que según Maria “habla de la memoria milenaria por medio de un personaje muy poderoso, de los pocos que no están a la sombra de un héroe masculino. Y no habla del apocalipsis en clave de sufrimiento, sino en su acepción griega de desvelo”. Un simple ejemplo de los muchos que se ofrecen en un disco que acentúa la mirada femenina por su empatía, porque Clamor es un disco de mujer: “Hemos de imaginar diferente para hacer futuros diferentes. Y la empatía es imaginación. Los finales pueden ser reveladores. Cuando acaba una relación, no implica la imposibilidad de otra. Has de aceptar tu vulnerabilidad”.
Así, Clamor sugiere la opción de pensar de otra manera. “Cuando pensamos en el futuro siempre pensamos en las mismas historias que nos ponen a nosotros como víctimas, cae un meteorito, hay una nueva extinción, como si no fuésemos responsables de hacia dónde vamos y lo tóxico que es nuestro futuro”, enfatiza Maria.
Hablando del meteorito, el título del disco, Clamor, refiere varios clamores: el del planeta, el de nuestra especie y el de la multitud de voces y grabaciones que lo componen.
Por ejemplo en Meteorit ferit es el meteorito que cae sobre la Tierra quien narra desvalido, “y hay un muestreo de una lágrima de San Lorenzo que hemos querido usar, como todas las demás grabaciones, como si fuesen una voz más”, explica Maria.
La naturaleza, muy presente por medio de más muestreos, las cuerdas del Kronos Quartet o de Morphosis Ensemble citan al universo con la fragilidad, a los animales con la electrónica y a las ballenas con la canción popular en un disco repleto de recovecos. Nadie diría que es el segundo de unos artistas cuyas piruetas nunca son sólo estéticas.
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