El lamento de los pueblos sin covid
Municipios pequeños y de montaña, con poca incidencia del virus, sufren el aislamiento por las restricciones
Durante esta pandemia, la iglesia de Sant Climent de Taüll, centinela desde el siglo XI de todo lo que pasa en este lugar recóndito de la Alta Ribagorça, ha visto varias veces como los turistas llenaban el valle hasta los topes o desaparecían de golpe. La covid-19 y las restricciones que ha ido aplicando el Gobierno catalán han tenido un duro impacto en los pueblos de montaña, pese a que, a lo largo de toda la pandemia, han sido los que menos contagios presentaban. Si bien algunas semanas se beneficiaron del turismo interior, también han sufrido el aislamiento cuando, como ahora, se impone un confinamiento municipal. Los alcaldes de la Alta Ribagorça, el Pallars Jussà y el Sobirà o la Vall d’Aran han enviado una carta al Govern para que los escuche y proteja.
“Todo esto está muy, muy tranquilo, demasiado”, lamentaba a principios de diciembre una de las guías que explican el mapping visual de las pinturas románicas del interior del templo de Taüll. El confinamiento municipal de fin de semana que estaba vigente en aquel momento impedía el turismo, y el valle sufría las consecuencias. Dos semanas después, con la relajación de las medidas por el periodo navideño y el cierre de la Cerdanya y el Ripollès, los turistas acudieron en masa. Ahora, vuelven a la soledad. “Es una montaña rusa. Hemos trabajado mucho para poder garantizar la seguridad en los días más importantes del año, la temporada de esquí, y de golpe nos vuelven a cerrar. Lo vives como una injusticia”, lamenta Sònia Bruguera, alcaldesa del Valle de Boí. La Alta Ribagorça es una de las comarcas que se ha mantenido casi siempre con un bajo índice de contagios. El hospital de referencia de la zona, el de la Vall d’Aran, no tiene ningún ingresado por covid-19, y todas las residencias del Alto Pirineo y Aran están libres del virus menos una.
Mientras, tienen las mismas restricciones que las ciudades grandes, lo que representa un mazazo para su economía y ha hecho aumentar la demanda social de los vecinos. Según los cálculos del Patronato de Turismo de Lleida, en el conjunto de la zona de montaña cada día se dejan de facturar 1,2 millones de euros, entre directos e indirectos, solo por el impacto que las restricciones tienen en la temporada de esquí. “El esquí genera cada año 209 millones de euros en el Pirineo y durante cuatro meses da trabajo a 10.000 personas. Es muy importante para una zona donde el turismo representa el 13% del PIB. Es un error poner las medidas de las grandes ciudades en estas localidades”, afirma Juli Alegre, presidente del Patronato.
“Con tantas restricciones es muy difícil hacer la temporada”, explica Consell Bardají, que regenta el restaurante El Mallador, situado frente a la iglesia. Lo mantiene cerrado porque no le sale a cuenta abrir y destaca que el único mes que se trabajó bien fue el de agosto: “El resto, fatal. ¿Ahora quién vendrá a esquiar, solo los del pueblo?”.
En la misma situación se encuentra Rialp (Pallars Sobirà), una población de 660 habitantes que ahora tiene para ella sola las pistas de Port Ainé abiertas. “Es surrealista”, se queja el alcalde, Gerard Sabarich, que considera que el Govern trata a los municipios pequeños y de montaña “como menores de edad”. “No somos unos irresponsables. En verano tuvimos más turistas que nunca y los contagios no subieron. Este Govern no tiene ni idea del territorio, no escucha a sus alcaldes, y lo que pedimos es un confinamiento comarcal en estas zonas”, expone. Los alcaldes añaden que los vecinos de estos municipios necesitan ir a otras localidades para conseguir servicios básicos que no tienen: “Para ir a la farmacia se arriesgan a una sanción”, apunta.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.