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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Asimetrías de poder

De cara a la acción política, la lectura del poder asimétrico entre actores es una asignatura harto difícil de aprobar, y no siempre hay lo que antaño se llamaba “convocatoria de septiembre”

Pere Vilanova
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias el pasado mes de octubre.
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias el pasado mes de octubre.Fernando.Calvo (EFE)

Las relaciones de poder son bastante complicadas, aunque la relación entre actores pueda pretender lo contrario. Los ejemplos abundan. Un buen ejemplo lo encontramos en la Unión Europea, donde dos estados miembro, Hungría y Polonia, plantan cara a los 25 restantes y amenazan con bloquear las imprescindibles ayudas económicas prometidas. Si la UE funcionase para este tema según la regla de la mayoría, no habría problema. Pero la UE es un entramado de estados cuya existencia, en buena parte, reposa sobre el hecho de que los estados (todos) han preferido siempre reservarse la garantía de la regla del consenso para los temas esenciales.

Oigan, esto del consenso suena bien, es una palabra “buenista”, pero muchas veces es el derecho de veto de uno contra todos los demás. Es poco democrático. Hungría y Polonia, y ahora parece que también Eslovenia —uno no se lo esperaba…— lo saben y ya han aprendido que pueden hacer, deshacer y no dejar rehacer, lo han demostrado incontables veces. Es decir, la mayoría y la propia UE han ido perdiendo toda credibilidad a la hora de que sus correctivos contra estos hooligans funcionen. La “magia de la UE”, dice Charles Michel, presidente nada menos que del Consejo Europeo: “es que siempre se acaba por encontrar una solución”. Es decir, un brindis al sol hasta que los hooligans impongan la suya, que suele ser lo que ellos quieren. ¿Dónde está el problema? En la credibilidad de unos y otros, la ventaja de Orbán y sus adláteres es que para ganar no han de hacer nada. La desventaja del Consejo Europeo es que o hace algo en el terreno de las sanciones o acabará cediendo. ¿Qué creen ustedes que sucederá? Sucedió algo parecido en Bosnia cuando la guerra, es decir cuando Naciones Unidas iba lanzando advertencias “a las partes”, una de las partes (los radicales serbios) las ignoraban olímpicamente, y seguía la masacre. Hasta que la OTAN dijo basta y actuó (con fuerza) en consecuencia. Y aquí se acaba el símil. Estamos hablando únicamente de la credibilidad de los actores.

Otro ejemplo, la actual coalición de gobierno en España. Ya sabemos que habrá Presupuestos, gracias al pragmatismo de vascos y (algunos) catalanes, pero hasta el último momento Iglesias no ha parado de amagar, driblar, y dar la lata. Hasta hacer una enmienda a “sus propios” Presupuestos para poner a Sánchez ante un hecho consumado. Por una serie de razones, lo que se vislumbra es que Sánchez ha llegado a una conclusión: Iglesias tiene mucho más que perder forzando una ruptura de la coalición de gobierno. Mucho más. Pero queda mucha legislatura, y con los Presupuestos en la mano, Iglesias seguirá mareando la perdiz. En última instancia, incluso se podría llegar al extremo de que Sánchez se canse y haga uso del arma secreta que la Constitución le ofrece y de la que nunca se habla: la cuestión de confianza. La iniciativa la tiene el presidente, solo necesita mayoría simple para ganarla, y obliga a sus socios de coalición a votar a favor (o no) de su programa común de gobierno. En su caso este mecanismo puede servir para disciplinar no solo a socios de gobierno, sino a facciones rebeldes dentro del propio partido. Vale la pena echar una mirada a las veces (pocas) que se ha usado este mecanismo en las democracias europeas, y siempre ha funcionado.

En cambio, en el caso del Govern de Cataluña, la cosa es más compleja, pues estamos a las puertas de una elecciones (el próximo 14 de febrero) en las que previsiblemente se va a invertir la correlación de fuerzas entre ERC y Junts. Por cierto, salió el otro día por la tangente el Síndic de Greuges, Rafael Ribó, para inventarse una solución normativa para un problema que no existe, pero qué se le va a hacer. La cuestión es estar en la misa, del lado del altar. Desde 2015 llevamos asistiendo a variantes de este juego de asimetrías de poder en las que el pequeño impide al mayor tener un cierto margen de iniciativa. No digamos ya el caso de la CUP, que seguimos sin saber qué ideología y estrategia tiene aparte de jugar a “hacer de indepe”, cuando convenció a Mas de dar un “paso al lado”. Como puede observarse, de cara a la acción política, la lectura de las asimetrías de poder entre actores es una asignatura harto difícil de aprobar, y no siempre hay lo que antaño se llamaba “convocatoria de septiembre”.

Pere Vilanova es catedrático de Ciencia Política de la Universidad de Barcelona.


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