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El desamparo de los autónomos

El trabajador por cuenta propia es el eslabón más débil de la economía y ha llegado a otoño al límite, situación rematada por el fiasco de las ayudas de la Generalitat

Una pareja pasea por la calle Ferran de Barcelona, con la mayoría de establecimientos cerrados.
Una pareja pasea por la calle Ferran de Barcelona, con la mayoría de establecimientos cerrados.Joan Sanchez

Mientras las grandes empresas aprovechan su colchón financiero y las pymes mantienen algo más la resistencia, los trabajadores autónomos acusan ya el agotamiento del oxígeno económico. Esperaban un otoño complicado, pero la dureza de la segunda ola del coronavirus y las medidas de restricción a la movilidad para frenarla les ha dejado KO: abogados especializados admitían ya en septiembre un creciente número de peticiones de información para lanzar la ley de segunda oportunidad, una fórmula para zafarse de la mochila de créditos una vez cerrado el negocio.

De ahí la desesperación y la frustración que ha provocado esta semana primero el caos en la web y después el agotamiento en pocas horas de las 10.000 ayudas de 2.000 euros para trabajadores autónomos, consciente el Govern de que serían insuficientes. Más del 98% de los miembros de este colectivo en Cataluña se han quedado sin unos recursos que podían ejercer un efecto balsámico en su actual situación. Tras el fiasco de la medida adoptada, agravada por la imagen ofrecida por una web incapaz de soportar la desesperada demanda, el Govern parece haber corregido el tiro, según explicó el pasado viernes su presidente en funciones, Pere Aragonès. Optarán por un mecanismo “continuado” y no puntual y al que puedan acceder todos los trabajadores autónomos. “Lo tenemos muy avanzado, pero aún no podemos precisarlo”, dijo sobre la novedad dos días después de poner en la web unas ayudas que han enojado a un sector que, por vez primera, se ha echado a la calle para protestar por su desamparo.

“Tengo un taller particular y por eso he podido seguir trabajando. El año que viene, ya veremos”

BERTA BLASI | Conservadora y restauradora de papel

Tras diplomarse en 2003 como restauradora de papel en la escuela de la Generalitat, Berta Blasi (Barcelona, 1981) estudió documentación en la Universidad de Barcelona. Siempre tuvo claro que su mundo era el de los documentos, libros, álbumes y dibujos a restaurar. “Y desde entonces no he parado. Solo tuve un parón de un año tras probar en una empresa que documentaba arquitectura que quedó afectada por la crisis de 2008 , como a todo el sector. No me renovaron, pero me sirvió para darme cuenta de lo que realmente quería”. En ese año abrió su propio taller en Tiana (Maresme). “Al principio, fue duro porque cuesta ganarse la confianza para que alguien te confíe un material de valor incalculable e irremplazable; por lo que tuve que compaginarlo con diferentes trabajos”.

Berta Blasi, conservadora y restauradora de papel.
Berta Blasi, conservadora y restauradora de papel. Berta Blasi (EL PAÍS)

Desde hace poco vive solo restaurando. “No ha sido fácil. Hay que sacrificar muchas cosas y más de la mitad se quedan en el camino. Hay momentos en los que tienes que decidir entre lo que te gusta o lo que te ofrece más”.

Los encargos que recibe ahora son, en un 90%, de centros públicos como museos, bibliotecas y archivos, que estos días de pandemia han continuado porque ya estaban presupuestados. “No me puedo quejar. Otra cosa son los compañeros que trabajan para museos e instituciones como autónomos; un sector de por sí precario, que, con el coronavirus, de repente les han dicho que no vuelvan más, después de años de estar vinculados con ellos. Y no han vuelto a trabajar más. Fuera de los grandes museos, la conservación depende de la voluntad y del interés del director de cada centro, porque la conservación no es obligatoria y por lo tanto es prescindible”.

Blasi recuerda que el bajón de los museos por la falta de turistas y, en consecuencia, de ingresos, ha hecho que la partida anual asignada para conservación se haya destinado a otros objetivos. “Tengo un taller particular y por eso he podido seguir trabajando. El año que viene ya veremos, porque si un libro lleva 500 años así, ya no le viene de unos cuantos más. La cosa se notará en abril o mayo del año que viene”.

“Estuve más de cuatro horas intentando conseguir las ayudas y fue imposible. Fue horroroso. No conseguí nada"

ÁNGELES PASTOR | Dueña del restaurante Basilea

Ángeles Pastor fundó junto a su marido en 2002 el restaurante Basilea, especializado en comida suiza, sobre todo fondues y raclettes. “Hasta ahora, la crisis de 2008 fue el peor momento que vivimos. Entonces decidimos aumentar, todavía más, la calidad de nuestros productos. Acertamos y conseguimos superar aquel bache gracias a los clientes incondicionales que tenemos”, asegura Pastor. De hecho, 2018 y 2019 fueron los mejores años. “Ya no solo venían clientes del barrio, sino de toda Barcelona”, mantiene la dueña del restaurante.

Ángeles Pastor, dueña del restaurante Basilea.
Ángeles Pastor, dueña del restaurante Basilea. EL PAÍS

Llegó el estado de alarma y el cierre de la restauración. “Estuvimos tres meses cerrados. Nosotros no podemos hacer fondues para take away y no era posible seguir con nuestro negocio. Hice todo el papeleo del cese de actividad. Al final solo cobramos unas ayudas muy pequeñas”, apunta. En junio reabrieron. “El Basilea no tiene terraza, nuestros productos son típicamente de invierno —explica— y además la gente llevaba mucho tiempo encerrada en casa por lo que, a la que pudieron, salieron de Barcelona. Aun así, abrimos. Con 12 comensales podíamos, al menos, pagar los gastos que genera nuestra actividad”.

El negocio continuaba un poco a trompicones hasta que en octubre la Generalitat decidió volver a cerrar los restaurantes. “Es angustiante. Decidí dedicarme a preparar el papeleo y a solicitar todas las ayudas a las que aspiraba. No había. La Generalitat hizo esa ayuda de 2.000 euros. Preparé toda la documentación. A las 9.00 de la mañana del lunes tenía todo listo. Estuve más de cuatro horas y fue imposible. Por la noche igual y el martes tampoco, hasta que anunciaron que se había acabado el dinero. Fue horroroso. No conseguí nada”, lamenta.

Con ese dinero Pastor iba a pagar gastos que generan el negocio. “Mi marido y yo hemos acabado ya con los ahorros que teníamos reservados para nuestra jubilación. Los propietarios del local, después de 18 años sin fallar ni un pago, están ilocalizables. Aguantaremos hasta que no se pueda más. Todo esto es un despropósito”, lamenta.

“La Administración ni fue buena para limitar el desmadre ni para ayudar cuando estamos con el agua al cuello"

EVA MARTÍNEZ | Emprendedora en el Pirineo

Eva Martínez-Picó es de Barcelona y hace 16 años reabrió la antigua tienda y restaurante de Espinavell (Ripollès), un pueblo de 29 habitantes. Con los años, convirtió la antigua escuela en un refugio de montaña y habilitó un pequeño alojamiento rural. Tiene una empleada. Sin veraneantes, turistas, montañeros ni deportistas, el golpe de la pandemia ha sido tremendo. “Con el primer confinamiento, el alcalde me pidió que mantuviera la tienda abierta, y aunque los beneficios fueron nulos y sufrí arriba y abajo, me permitió mantenerme activa”, cuenta. “De ese agujero pasamos a la locura después de Sant Joan y todo el verano. Fue de cero a cien, aunque extremamos las precauciones: reducimos mesas, hicimos turnos...”, prosigue el relato hasta llegar al puente del Pilar, el cierre de la restauración y el confinamiento de fin de semana. “Tras el despiporre del verano, ahora resulta que no podemos trabajar, se hubiera podido gestionar mejor. El horizonte no era el verano, el horizonte debía ser el futuro. Miras las curvas y en agosto ya subían... y nadie hizo nada, me parece irresponsable. Y hemos pillado los lugares donde se concentra la gente en su tiempo libre: ocio, cultura y restauración”. Martínez-Picó es muy crítica con la gestión de la administración: “Intentas ser responsable y ves que la administración está jugando: ni fueron buenos para limitar el desmadre, ni para ayudar cuando estamos con el agua al cuello”.

La siguiente pantalla es “el caos de las ayudas: servidores colapsados, problemas para adjuntar documentación, tonto el último… y el mal rollo de pensar que si pillas tu, no pilla otro. Y mientras, los números en el banco van del gris al rojo”. Porque, recuerda Martínez-Pico, para emprender tienes que endeudarte.

Eva Martínez.
Eva Martínez. EL PAÍS

“A veces parece que la administración sea ciega y sordomuda, tratan a la gente como si fuéramos clónicos. Sería más útil si en vez de dar ayudas insuficientes perdonaran gastos: los autónomos o la seguridad social. No sé qué tipo de economía piensan que tendremos, los autónomos aguantamos gran parte de la economía y nos están tratando como delincuentes” dice casi sin respirar. “¿No hay nadie que les pueda explicar de qué va la vida? Las ayudas son pura propaganda. Es insultante, no se sitúan en la realidad de la gente, no saben con qué están jugando”.

Pese a la angustia y el cabreo, es capaz de ver el lado bueno del drama: “Buscar la forma de continuar trabajando aunque se caiga el mundo te activa”.

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