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LA NUEVA CATALUÑA LATINOAMERICANA / 4

El escritor en la ciudad áerea

Juan Pablo Villalobos asegura que empezó a descubrir Barcelona a partir del nacimiento de sus hijos

El novelista Juan Pablo Villalobos, en Gràcia.
El novelista Juan Pablo Villalobos, en Gràcia.MASSIMILIANO MINOCRI
Cristian Segura

La entrevista transcurre en castellano pese a que el entrevistado entiende y habla el catalán. El entrevistado es Juan Pablo Villalobos (Guadalajara, México, 1973), escritor barcelonés desde hace diecisiete años. Villalobos lamenta que no le hablen en catalán, y describe situaciones cotidianas en las que su interlocutor se dirige a él invariablemente en castellano. Cuenta que hace poco, en un camping, le pidieron de dónde era él: “Dije que era de Barcelona, pero aquel hombre insistió que a ver de dónde, de verdad, era yo. Hay una obsesión con estas clasificaciones que no debería ser propia de una ciudad como Barcelona”.

La mujer de Villalobos, Andreia, es brasileña, y sus dos hijos nacieron en la ciudad condal. Es la llegada de los niños el hecho que termina por convertirle en barcelonés, dice. “Es fácil vivir aquí sin echar raíces, es una ciudad aérea, puedes vivir en una burbuja, estar de paso”, opina Villalobos, sentado en su estudio de trabajo, en la calle Bailén. Dice que él vivió en la burbuja durante los primeros cinco años, estrenados con los estudios de doctorado en Teoría de Literatura y Literatura Comparada por los que aterrizó en Barcelona. “Pisos compartidos, la playa, las plazas, los viajes por España y Europa... Es una ciudad proclive a esta temporalidad, quizá porque es portuaria. Es fácil vivir de espaldas a su historia, a sus barrios e idiosincracia. Barcelona tiene un germen de ciudad desidentizada, de ciudad global”.

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Las cosas cambiaron cuando Andreia dio a luz a su primer hijo, con las visitas al médico, la preparación para el parto, los colegios, las actividades extraescolares y, más adelante, con la clases que Villalobos impartió en la universidad. La culminación de su adaptación a Barcelona es la vida de barrio, en Gràcia. Casi todo en un radio de un kilómetro: el colegio de su hija, el rato que está con ella en la plaza mientras juega con sus amigos; la hora que consume en el mismo bar, leyendo, mientras espera a que la niña finalice la clase de ballet. Las charlas en las librerías Taifa –con un vaso de pacharán o de mezcal– y en la Obaga; también está su fidelidad a tres paradas del mercado de Lesseps, como la carnicería en la que compra la carne que utilizará para preparar guisos mexicanos, y a la que días más tarde vuelve para mostrar fotos del resultado.

Este micromundo de barrio es una de las características barcelonesas que el escritor ha mimetizado. Hay otras peculiaridades locales que ha hecho suyas, como lo que él describe como “el orgullo de vivir aquí y decir que no vas a la playa de Barcelona”: “El nuevo barcelonés, que no conoce la costa, o que no tiene casa en el Empordà, sabe que en 20 minutos puede estar en la Barceloneta. A mí me encanta la Barceloneta, para pasear, hacer un arroz, pero si me baño, es en la Costa Brava”. Villalobos, apasionado del fútbol, afirmó en 2019 en una entrevista en La Vanguardia que, por fidelidad a clubes minoritarios, debería haberse hecho del Espanyol, pero admitía que es culer “para disfrutar un poco de la vida”. “El corazón me pedía ser del Espanyol, y sufrir, y tener dos o tres amigos periquitos, como lo era con el Atlas —club de Guadalajara—”. Villalobos explica hoy que sus simpatías por el Barça dependen en verdad de su filiación por jugadores como Rafa Márquez, Neymar, Iniesta y Xavi. Y sin embargo, añade, el Barça, su vertiente más global, también es un obstáculo para conocer la diversidad de Barcelona, porque un extranjero difícilmente llegará a tener contacto con el abonado del Camp Nou que lleva 40 años ocupando el mismo asiento.

La familia vivió entre 2011 y 2014 en Brasil, pero quisieron volver a Barcelona. Su apuesta por la ciudad le desmarca, explica, de los novelistas que pasaron por aquí pero con la cabeza en su país de origen. Él fue un escritor mexicano hasta que en sus dos últimas obras, el mapa de su ciudad de adopción ganó protagonismo. Su evolución como escritor ha corrido en paralelo a su adaptación a Barcelona. Se considera un creador que escribe una “nueva realidad, entre mundos, que no es de ningún lado y que observa con distancia irónica”. Para ello buscó referentes de autores latinoamericanos que dejaron que Barcelona impregnara su obra, como Sergio Pitol o José Donoso, pero sobre todo, el chileno Roberto Bolaño. “Es un problema grandísimo a nivel literario cuando pierdes tu manera de hablar porque te estás adaptando al nuevo lugar. Bolaño me ayudó a perder el miedo”.

Los hijos determinan dónde está el hogar

Año y lugar de nacimiento: Guadalajara, México, 1973.

Ocupación: Escritor y premio Herralde de novela en 2016 con 'No voy a pedirle a nadie que me crea'.

Cuándo llegó a Barcelona: En 2003, y aquí ha vivido desde entonces, excepto por un periodo de tres años en el que intentó establecerse en Brasil, de donde procede su mujer.

Qué determina que viva lejos de su país: Villalobos llegó a Barcelona para cursar un doctorado en la Universitat Autònoma de Barcelona; hoy su casa es la ciudad condal porque es aquí donde ha creado una familia.

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Sobre la firma

Cristian Segura
Escribe en EL PAÍS desde 2014. Licenciado en Periodismo y diplomado en Filosofía, ha ejercido su profesión desde 1998. Fue corresponsal del diario 'Avui' en Berlín y en Pekín. Desde 2022 cubre la guerra en Ucrania como enviado especial. Es autor de tres libros de no ficción y de dos novelas. En 2011 recibió el premio Josep Pla de narrativa.

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