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Sopa de Cabra reivindican la música en directo en el Camp Nou

El grupo de Girona por fin pudo presentar en Barcelona 'La Gran Onada'

Un momento del concierto de Sopa de Cabra en el Camp Nou.
Un momento del concierto de Sopa de Cabra en el Camp Nou.JUAN BARBOSA (EL PAÍS)

Nunca antes había pasado, es otra “primera vez” en estos tiempos de muchas “primeras veces”: la posibilidad de que no haya música en directo se coló en un concierto de música en directo. Fue en el Camp Nou, en su gol sur, habilitado para que por fin Sopa de Cabra pudiese presentar La Gran Onada, un disco con título premonitorio que la pandemia silenció en concierto justo cuando se iba a presentar en marzo y que en la noche del viernes sonó bajo el manto de una posible nueva prohibición. Música contra silencio en una noche en la que la reivindicación de que consumir cultura es una actividad segura inundó de referencias la actuación del grupo de Girona y por extensión las redes sociales. Los esfuerzos por convertir los espacios de música en directo en lugares seguros podía irse al traste, quizás por ello la actuación de Sopa de Cabra tuvo un aliento emocional que cimentó aún más el triunfo de las nuevas y viejas canciones de la formación.

Atendiendo a la seguridad, la entrada al concierto repitió los protocolos que pautan estos espectáculos desde que la música volvió a sonar a comienzos de mes. Si antes la seguridad era espiritual y al entrar en las iglesias teníamos el agua bendita para alcanzarla, la nueva ablución se consigue hoy con el gel hidroalcohólico. Ya en el interior del recinto, una multitud de personas de seguridad distribuían al público, del que la organización lo sabía todo: nombre, acompañante, teléfono y hasta DNI. Malos tiempos para asistir con amores paralelos a un espectáculo musical, los conciertos son en pandemia templos del amor oficial. Tiempos adversos también para los traficantes de drogas estimulantes, pues la obligación de permanecer en el asiento desaconseja ampliamente su uso. Buenos tiempos por el contrario para quienes trafican con drogas relajantes, a las que Quintana se refirió al afirmar “siempre habíamos deseado tocar rodeados de hierba... aunque no de este tipo”, comentó jocoso mirando la alfombra verde que se extendía a espaldas del pequeño escenario que albergó al grupo. Buen humor para sobrevivir a estos días convulsos que hasta eliminan las colas de las barras, en las que parecía haber más empleados que consumidores.

Mucho personal también en el escenario, hasta siete músicos para defender una mezcla entre canciones de nuevo cuño y esos éxitos que impulsaron la euforia hasta poner al público en pie con L’Empordà, antesala de un Boig de la ciutat que sonó en acústico abriendo la tanda de bises cerrada con El far del sud. Con Gerard especialmente comunicativo, recuerdos al mundo sanitario y sus profesionales, a los “Jordis” y llamados a la entereza y a la esperanza configuraron sus alocuciones a esas 800 personas que convenientemente distanciadas coreaban las canciones tras el anonimato de la preceptiva mascarilla. Era extraña la grada, extraño el panorama enmascarado que se abría ante los músicos, únicas personas facultadas para moverse en un Camp Nou insólito. Para evitar futuros males mayores, Gerard dijo que su próximo disco se titulará Estem tots molt bé, a ver si así no llaman al mal tiempo como con La Gran Onada. Si no hay cambios y nuevas prohibiciones no lo impiden, el día 23 repetirán actuación en el mismo Camp Nou.

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