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“Alguien está enfrentando a alguien…”

Los portavoces de Esquerra y de Junts per Catalunya (JxCat) son como un personaje de un chiste de Gila: detective pacifista que eludía el choque frontal y trabajaba las indirectas

El vicepresidente de la Generalitat, Pere Aragonès, durante el pleno del Parlament.

EUROPA PRESS
03/06/2020
El vicepresidente de la Generalitat, Pere Aragonès, durante el pleno del Parlament. EUROPA PRESS 03/06/2020 Europa Press
Manel Lucas Giralt

Miguel Gila contaba un chiste sobre un detective antiviolento, que detenía con indirectas. Se cruzaba con el presunto asesino por el pasillo y soltaba, como quien no quiere la cosa: “Alguien ha matado a alguien…”, así, con retintín, “…y no me gusta señalar”. Y luego, en el lavabo, lo mismo, y así una vez y otra hasta que el culpable, hastiado de las indirectas, confesaba su crimen. Contado por Gila hacía más gracia, se lo prometo.

Me he acordado de Gila en la sesión de este miércoles en el Parlament. Los portavoces de Esquerra y de Junts per Catalunya (JxCat) son como aquel detective pacifista que eludía el choque frontal y trabajaba las indirectas. Las estrategias enfrentadas de los dos socios del Govern son públicas. De hecho, mientras el Parlament desarrollaba su sesión de control con un ritual de abanicos y ocultaciones, en el Congreso de los Diputados los representantes de uno y otro partido no tenían problema en combatir en una pelea de gallos raperos paralela al debate central, el de la pandemia. Pero una cosa es el escenario de la Carrera de San Jerónimo y otra el Parc de la Ciutadella (hoy por hoy, influye más el entorno que los protagonistas).

Por eso, mientras en Madrid Gabriel Rufián recordaba con contundencia de tuit que los antepasados de JxCat invistieron a Aznar, en Barcelona su correligionario Sergi Sabrià casi musitaba: “Tenemos que hacer, hacer y hacer. No instalarnos en la queja o en el no a todo. Tenemos que hacer que las cosas ocurran y, en general, ocurren mejor trabajando y acordando que con reproches”. Estaba muy claro, Quim Torra venía de Catalunya Ràdio de criticar el apoyo republicano a la prórroga del estado de alarma y la política pactista de ERC. Y Sabrià, como el detective de Gila, soltaba lo de “alguien está metiéndose con alguien, y no quiero señalar”.

Y el president también utilizó la táctica de la indirecta. En la radio fue más explícito, pero en la Cámara se moderó: sin duda, es más difícil soltarse el pelo en un ambiente menos familiar, con la oposición delante preparada para aprovechar cualquier grieta. En su respuesta a Sabrià, Torra dejó caer: “¿Cómo podemos pensar que estamos ante un Gobierno progresista en el Estado español si se mantienen presos políticos en la cárcel?” Ataque triple: al PSC, a los Comunes y, last but no least, a ERC. Unos minutos más tarde, otra indirecta al socio: “¿Por qué no quiero elecciones? Pues porque quiero tomar decisiones”. Y mientras afirmaba esto, el vicepresidente Pere Aragonès se mantenía con la mirada fija al frente, la mascarilla protegiéndolo de un posible rictus de disgusto. Aunque este hombre no es proclive al rictus, ciertamente.

Lo cierto es que no le fue mal la sesión de control a Torra. En el debate sobre el nuevo capítulo de la pandemia, la parte más dura volvió a ser para la consellera de Salud, Alba Vergés (ERC), y el cierre de Nissan lo capeó a medias con Aragonès. Y en su casillero puede anotarse otros dos pequeños triunfos: haber logrado que Jéssica Albiach (Catalunya en Comú) con una frase y Miquel Iceta (PSC) con un gesto afirmativo le hayan dado la razón en dos exigencias: gestionar el ingreso mínimo vital y un mayor tope de deuda para hacer frente a la crisis.

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