Salud y empleo
La situación ante la que nos encontramos es inaudita y, al no disponer de precedentes, tampoco disponemos de ningún manual de respuesta.

Nos encontramos ante tiempos difíciles. Hace tres semanas que nos enfrentamos al estado de alarma por una crisis sanitaria global sin precedentes y de consecuencias económicas impredecibles. Parece un tiempo corto, pero se nos antoja ya una eternidad. Un tiempo en que nuestro mundo, tal como lo conocemos, parece haberse desmoronado. Pero un tiempo suficiente para poner en valor nuestro sistema público de salud, para apreciar el trabajo del personal que lucha a destajo para salvar vidas, para salvar nuestras vidas. Trabajadoras y trabajadores sanitarios que durante los últimos años han hecho lo indecible para seguir cuidando de todos y todas, a pesar de los recortes que les diezmaban recursos y condiciones laborales.
Salimos todos los días a nuestros balcones, a nuestras ventanas, para aplaudirles y agradecerles la labor titánica que están realizando durante estos días. Pero también aplaudimos y reconocemos el trabajo de todas y todos aquellos profesionales que ocupan el último eslabón de la cadena trófica del mercado laboral, trabajos siempre en la sombra y demasiado a menudo menospreciados, pero cuyos profesionales hoy también salvan vidas. Hablo de las trabajadoras y los trabajadores de las residencias, de transporte sanitario, personal de limpieza, de telemárqueting, de la industria alimentaria, del sector energético, del suministro de agua, del campo, transportistas que suministran a tiendas y supermercados los alimentos básicos que la ciudadanía necesita, reponedores que colocan estos alimentos en el lineal, personal de caja que nos los dispensan, personal del transporte público, cuerpos de seguridad, personal de seguridad privada, y de tantas y tantas otras profesiones que sí, digámoslo alto y claro, hoy también nos están salvando la vida. Haríamos bien en tomar buena nota de quiénes son, de qué hacen, para que, cuando acabe esta pesadilla, los aplausos que hoy les brindamos se conviertan en las condiciones laborales dignas que siempre han merecido.
La situación ante la que nos encontramos es inaudita y, al no disponer de precedentes, tampoco disponemos de ningún manual de respuesta. Hasta el momento, siempre que habíamos inyectado dinero público era para reactivar la economía. Por primera vez, sin embargo, se inyecta como un cortafuego con el fin de pararla. Contener para avanzar. No sabemos si las medidas tomadas por el gobierno serán suficientes. Con toda seguridad, cuando el confinamiento se levante paulatinamente y poco a poco volvamos a reincorporarnos a la vida laboral, serán necesarias otras medidas. Lo único que sabemos con certeza es que solo podemos echar el freno sin poner en peligro ni empresas ni familias. No podemos dejar ni a unas ni a otras en la estacada. Necesitamos que las medidas de liquidez anunciadas por el gobierno fluyan a las empresas sin poner en jaque su tesorería. Pero tampoco es momento para aquellos oportunistas que aprovechan la situación de alarma para despedir personal antes de proponer medidas de flexibilidad, teletrabajo o expedientes de regulación temporal de empleo. Así como los que mercadean con la seguridad de la plantilla. Lo denunciaremos donde sea necesario: si no hay equipos de protección individual o no se dan las distancias mínimas de seguridad, esa actividad no debería poderse llevar a cabo.
Llegará el día después y lo que nos quedará es todo lo que hayamos podido batallar ahora. Es el momento de arrimar el hombro y vencer al virus. Pero también es el momento de sentar las bases del mercado laboral que queremos.
Camil Ros es Secretario general de UGT de Catalunya
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