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Hallado en Palencia un cráneo que los romanos colocaron en la muralla de un castro conquistado para asustar a los cántabros

Los investigadores encontraron los restos óseos debajo de un muro y apreciaron rasgos de erosión meteorológica

Juan Navarro

La batalla se produjo más o menos 25 años antes de Cristo. Los romanos se adentraban en la península Ibérica y las tropas imperiales se fajaban contra los pueblos del norte, con los resistentes cántabros y astures pugnando contra el poderío de Roma. El emperador Octavio Augusto se implicó personalmente en la conquista de esa cornisa y volcó sobre ella buena parte de sus recursos. La fuerza invasora acabó sometiendo a los nativos en pulsos sangrientos como en el asedio de La Loma, en la hoy localidad palentina de Santibáñez de la Peña, a los pies de las montañas. Allí, según un grupo de investigadores, los romanos tomaron el castro cántabro y dejaron una advertencia a las demás tribus en la muralla ocupada: colocaron la cabeza de uno de los caídos. El cráneo ha sido hallado en los restos de lo que se cree un derrumbe y, al no aparecer el resto del esqueleto y según los estudios forenses, se afianza la tesis intimidatoria, algo que se cree que los romanos replicaron de poblados indígenas.

El estudio se ha publicado en la Revista de Arqueología Romana de la Universidad de Cambridge y desgrana cómo fue aquella época bélica en el norte de la hoy Palencia. Los autores exponen que las Guerras Cántabras tuvieron lugar entre el 29 y el 16 antes de Cristo y enfrentaron a Roma contra los grupos étnicos que poblaban las actuales Asturias y Cantabria así como las zonas septentrionales de Palencia, Burgos y León. En ese periodo Octavio Augusto se empeñó en atacar esa resistencia celta con sus mejores efectivos, acudiendo personalmente a controlar las estrategias. Sus tropas se cernieron sobre un grupo cántabro en el yacimiento de La Loma, donde aún se aprecian las muestras del embate invasor y donde la numismática ha corroborado esa presencia foránea. Los arqueólogos que trabajan sobre estas áreas estaban investigando los restos de las construcciones cuando hallaron vestigios de un cráneo, dividido en varios fragmentos, pero sin más elementos óseos a su alrededor: había cabeza pero no cuerpo.

Entonces comenzó un análisis bajo la idea de que los romanos, algo que hicieron regularmente durante su imperio y que se cree que tomaron de pueblos anteriores, pusieron la cabeza de una de sus víctimas en una muralla del castro para asustar a posibles rebeldes o vengativos. La antropóloga física y forense del proyecto, Silvia Carnicero, describe como “complejo” el proceso de estudiar el cráneo y observar “a qué eran debidas todas las fracturas”. Su labor reveló que probablemente se debieran a un derrumbe. La “hornacina de la muralla”, donde los guerreros lo ubicaron, sucumbió en algún momento y las piedras y los bloques de la pared rompieron los huesos. Como al excavar no dieron con más piezas del esqueleto, concluyeron que hubo una decapitación y que la cabeza se empleó con esos fines específicos.

“Al reconstruirlo vimos lesiones dudosas, pero tenía alteraciones en la superficie, en la cara, que hablan de que estuvo expuesto a la intemperie, fenómenos atmosféricos que dejan señales en el hueso y este se altera. De estar enterrado no se producen”, expresa la especialista, sin saber exactamente el motivo de la muerte. Carnicero no descarta una lanza en la base del cráneo, en la parte del orificio magno, pero al estar “bastante alterada” no se atreve a afirmar que la cabeza se clavara como en las películas o como consta en la civilización azteca. “Eran actividades habituales en muchas culturas, igual que ha habido canibalismo sobre los pueblos sometidos, exponer el cráneo del enemigo para asustar a los amigos suyos no es extraño”, comenta Carnicero,

La antropóloga añade que en esa cornisa norte no les constan casos similares, pero sí hay evidencias comparables en el Mediterráneo: “Es otro fundamento de la importancia del hallazgo, ilustra una práctica asociada a más pueblos”. Esta zona del norte de Palencia, además, se caracteriza por las excavaciones fructuosas que revelan la presencia de campamentos romanos durante distintas épocas o, varios milenios antes, evidencias neolíticas inéditas en Europa por su gran cantidad y variedad.

El documento publicado por Cambridge plasma que “la datación directa de la cabeza humana se realizó mediante radiocarbono AMS” y que “un fragmento de la parte basal o palatina del cráneo se envió al laboratorio Beta Analytic de Miami (Estados Unidos)”. Del examen concluyeron que al 95,4% los huesos se corresponden con entre el 171 antes de Cristo y el 4 después de Cristo, compatible con los años donde sospechan que sucedió el asedio, hacia el 25 a.C. Además, el individuo tendría unos 45,2 años, en un rango de entre los 32 y los 58, y probablemente fuese varón. Los científicos contextualizan con que las legiones romanas “solían exponer tanto los cadáveres completos de los enemigos derrotados como partes de sus cuerpos, incluyendo las manos y, sobre todo, la cabeza”. Como ejemplo, la columna de Trajano (nacido en Iberia) en Roma, donde fijándose con atención se ven fácilmente cabezas ensartadas en picas o estacas, aunque consta que también las ataban con cuerdas a paredes u otros elementos.

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Sobre la firma

Juan Navarro
Colaborador de EL PAÍS en Castilla y León, Asturias y Cantabria desde 2019. Aprendió en esRadio, La Moncloa, buscándose la vida y pisando calle. Grado en Periodismo en la Universidad de Valladolid, máster en Periodismo Multimedia de la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo EL PAÍS. Autor de 'Los rescoldos de la Culebra'.
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