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Perfil | El equilibrio difícil de María Guardiola

La presidenta de Extremadura trata de consolidar un discurso propio entre las presiones de Génova y el crecimiento de Vox

Jacobo García

En abril de 2022, Alberto Núñez Feijóo fue elegido presidente del Partido Popular tras la polémica dimisión de Pablo Casado durante la mayor crisis reciente en la derecha. Solo tres meses después, en julio, María Guardiola se convirtió, sin oposición, en la líder del PP extremeño al lograr el 97% de los votos y, un año después, llegaba a la presidencia de Extremadura de la mano de Vox. Con solo dos meses de diferencia surgió una química entre los recién llegados que dura hasta hoy.

Guardiola encarna una de las voces más atípicas de la derecha española. Un híbrido a medio camino entre el sutil tutelaje de Isabel Díaz Ayuso y el seguidismo de Alfonso Rueda. “Yo soy yo y lo único que me importa son los extremeños”, repite una y otra vez. Desde que el 17 de julio de 2023 tomó posesión en el Museo de Arte Romano de Mérida, al escribir el nombre de María Guardiola en Google, lo primero que aparece ya no es la modelo, influencer e hija del entrenador catalán del Manchester City.

María Guardiola Martín, que el 5 de diciembre cumplirá 47 años, ha elegido ese día para el comienzo de una campaña electoral con la que aspira a lograr la mayoría absoluta que le permita seguir adelante sin Vox. Su equipo sostiene que distanciarse de otros comicios y fijar la votación el 21 de diciembre fue “una decisión personal”, cuyo anuncio se pactó después con Génova para el lunes 27 de octubre, antes del funeral por las víctimas de la dana y de la comparecencia de Pedro Sánchez en el Senado. “Es una mujer práctica y con una gran inteligencia natural, resuelve las situaciones complicadas en un tiempo récord”, dice la consejera de Hacienda, Elena Manzano, una profesora de Derecho tributario reclutada por Guardiola el día que la escuchó en una conferencia.

Antes de dedicarse a la política, Guardiola trabajó doblando camisas en Cortefiel y repartió guías telefónicas para pagarse la carrera de Empresariales, donde logró las mejores notas de su promoción. Con fama de buena gestora, hasta su destape nacional, fue secretaria de Hacienda y de Tecnología durante la etapa de José Antonio Monago al frente de la Junta de Extremadura, entre 2011 y 2015, la primera vez que los populares ganaron a los socialistas en la comunidad. Un año después pasó a la política de Cáceres como concejala de Economía y Desarrollo Tecnológico. Todos ellos encargos con escasa proyección pública, a los que respondió sin estridencias y mucha gestión, hasta que Pablo Casado pensó en ella para suceder a Monago al frente del PP extremeño.

Guardiola sorprendió en campaña con un discurso contundente y fresco centrado en pelear por la llegada del AVE a Extremadura, bajar los impuestos y en políticas enfocadas a la mujer sobre conciliación, guarderías o rebajas fiscales a las autónomas. Durante muchas semanas, Guardiola recorrió hasta el pueblo más remoto de la comunidad. Empató a escaños con el socialista Fernández Vara, que logró más votos que ella.

Casada y con dos hijos, de sonrisa fácil y trato sencillo, sus colaboradores reconocen que en los dos años y medio que lleva en el cargo, le han visto atravesar dos momentos duros. Guardiola, que había hecho campaña diciendo que jamás pactarían ni metería a Vox en su gobierno, terminó cediendo y los extremeños comprobaron que su rebeldía duró solo unos días, los que tardó en recibir la llamada de Feijóo forzándola a formar gobierno con la ultraderecha. “No es la mejor forma de empezar, pero es que hasta entonces habíamos funcionado con total libertad”, reconoce un miembro de su equipo que la acompaña desde que era candidata. El segundo momento fue hace apenas un par de meses, en agosto, donde los 63 incendios registrados desde entonces han arrasado con más de 40.000 hectáreas, casi la mitad de ellas en Jarilla (Cáceres).

Durante 13 días ardieron 17.000 hectáreas de robles y dehesas en medio de las protestas de los equipos de bomberos que denunciaron la precariedad de sus contratos. La sensación, sin embargo, es que mientras el presidente de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, y el de Galicia, Alfonso Rueda, salieron tocados de esta crisis, la presidenta extremeña acusó menos el desgaste, aceptando desde el primer momento la gravedad de los incendios.

No hay apenas sondeos sobre lo que pasará el 21 de diciembre. La web electomania.es repite la foto de la última legislatura donde el PP no pudo sacar adelante los presupuestos. Según el nuevo sondeo, el PP lograría entre 30 escaños (aumentaría dos), el PSOE 26 (una bajada de dos) y el ascenso más potente sería de Vox que pasaría de cinco a nueve escaños. Con este escenario, a pesar de la sorpresa electoral, se repetiría el bloqueo actual, ya que la mayoría está en 33 escaños. El último CIS en Extremadura, que se publicó en julio de 2025, da la victoria al PP con un 27,2% de los votos, seguido del PSOE, con un 21,6% y Vox, con un 8,8%. Sin embargo, el barómetro destacó que hay una cuarta parte de votantes (el 25,4%) que se muestran indecisos. “Jamás se va a dejar arrastrar por Vox. Salimos a ganar; pero, si hay que negociar, hay aspectos sobre el aborto, la migración o los derechos de la mujer que no se traspasarán”, añade la consejera Manzano. Para un líder regional socialista ajeno a la actual dirección del partido, “Guardiola trata de hacer un Sánchez, pero igual termina haciéndose un Mañueco”, ironiza en referencia al adelanto electoral del presidente de Castilla y León que le obligó a pactar.

El equipo de Guardiola, sin embargo, cuando habla de encuestas deja escapar una pequeña sonrisa insinuando sondeos mucho mejores que prefiere no verbalizar. “Lo peor es exhibir triunfalismo”, dicen aludiendo a las últimas generales.

Independientemente del resultado electoral, la presencia de Guardiola deja algunos hitos sin precedentes: nunca una mujer había gobernado en Extremadura, es la primera vez que se adelantan unas elecciones autonómica. Tampoco es habitual que haya un aspirante autonómico investigado judicialmente: en este caso, el candidato del PSOE, Miguel Ángel Gallardo, por prevaricación y tráfico de influencias en la contratación del hermano de Pedro Sánchez.

En esta ocasión, el nuevo caballo de batalla de Guardiola es mantener abierta la central nuclear de Almaraz y salvar los 4.000 puestos de trabajo que proporciona la central. Para ello se sube a una ola de regionalismo emergente que parece recoger un agravio atávico respecto a Madrid y que tiene que ver con el AVE o con el acento. No es casualidad que una de las pocas iniciativas legislativas que salió adelante en esta breve legislatura gracias al voto del PP, el PSOE y Unidas por Extremadura fue la de convertir en ‘Bien de interés cultural el estremeñu y el portugués rayano (BIC)’. “Quiere transformar esta tierra. Se lo cree y está convencida. La gente la quiere porque es cercana y empática. No hay nada de pose”, dice su amiga Natividad Fuentes, alcaldesa de Azuaga.

La capacidad de Guardiola para votar junto a partidos antagónicos o pasar una noche en el teatro junto al ministro de Economía, Carlos Cuerpo, con sus parejas, hablando tranquilamente en el patio de butacas como dos matrimonios más, ajenos a las tensiones de Madrid, sigue desconcertando a algunos sectores en Génova mientras gana terreno en Extremadura.

“Es innegable que es una mujer que cae bien y que se gana a la gente en las distancias cortas”, reconoce Nerea Fernández, coordinadora de IU en Extremadura y una de las figuras más antagónicas posibles a Guardiola. “Porque durante su gestión se han celebrado protestas masivas de profesores cansados de los recortes, los bomberos forestales y de la gente joven que ve imposible pagar un alquiler en ciudades como Cáceres”, dice con un café delante en el centro de Mérida. “Guardiola ha contribuido a hacer grande a Vox. Le dio la consejería de Medio Ambiente y tuvimos los peores incendios en nuestra historia”, añade.

Más allá de la política, Guardiola se siente también parte de un equipo de mujeres que la acompañan y que “hemos corrido un maratón con chanclas”, ironiza Manzano para explicar las dificultades de hacerse un hueco en un entorno masculino y con estrecheces. “Cuando tenemos reuniones muy por la tarde, bromeamos recordando que son horarios diseñados por hombres y para hombres. Con ella la conciliación no es solo una promesa de campaña”.

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Sobre la firma

Jacobo García
Antes de llegar a la redacción de EL PAÍS en Madrid fue corresponsal en México, Centroamérica y Caribe durante más de 20 años. Ha trabajado en El Mundo y la agencia Associated Press en Colombia. Editor Premio Gabo’17 en Innovación y Premio Gabo’21 a la mejor cobertura. Ganador True Story Award 20/21.
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