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La instalación de una enorme escultura de la Virgen en Jerez solivianta el debate patrimonial y religioso

El monumento de una Inmaculada, que ha estado perdida 20 años, medirá más de cinco metros y afectará a la visión de un palacio protegido

Una vista del Palacio Bertemati, en Jerez. Foto Fernando Ruso
Jesús A. Cañas

2005 fue el año de los monumentos religiosos en Jerez de la Frontera. El Ayuntamiento colocó uno dedicado a Juan Pablo II y otro a las hermandades de la ciudad. Pero podrían haber sido tres si el entonces proyectado a la Inmaculada Concepción hubiese visto la luz. La faraónica iniciativa —un triunfo de más de 10 metros de altura ubicado en pleno centro histórico— cayó en el olvido, hasta que el actual Ayuntamiento encontró la escultura de 1.500 kilos y tres metros de alto que debía coronar el conjunto cogiendo polvo en una nave municipal. Dos décadas después, la recuperación de la idea, a punto ya de materializarse, solivianta a expertos en patrimonio, historiadores y arquitectos, preocupados por el impacto que la pieza tendrá en el entorno de una plaza histórica y un palacio protegido.

“La nueva estructura no se integraría en el conjunto: lo dominaría, lo ocultaría, lo desbordaría”, se queja el manifiesto rubricado inicialmente por 156 personas, vinculadas al mundo de la cultura jerezana. El texto, abierto aún a sumar nuevos firmantes en la web change.org, se opone a que la estructura, ahora achicada hasta los 7,3 metros de altura, acabe instalada en la plaza del Arroyo, un enclave histórico a pocos pasos de la Catedral y presidido por el palacio Bertemati, uno de los grandes ejemplos de la arquitectura civil del siglo XVIII de la ciudad, protegido como Bien de Interés Cultural (BIC) desde 2005. “La escultura no tiene la calidad artística que merece un sitio histórico y la ubicación no es la adecuada. Es un proyecto que plantea dudas estéticas y legales”, se queja el historiador del arte José Manuel Moreno Arana, uno de los firmantes del manifiesto.

Una vista del Palacio Bertemati, en Jerez. Foto Fernando Ruso

La historia del triunfo a la Inmaculada relata bien los excesos que precedieron a la crisis económica en la que aún subsiste el Ayuntamiento de Jerez. El monumento se planteó como un homenaje de la ciudad por el 150 aniversario de este dogma católico —celebrado en 2004— cuando el anterior alcalde Pedro Pacheco ya era delegado de Urbanismo, tras un pacto con la regidora socialista Pilar Sánchez. El diseño, encargado en agosto de ese año, se planteó como una gran columna de hormigón coronada por una escultura en bronce de la virgen. Pero de aquella idea solo se ejecutó la imagen mariana: tres metros de escultura de 1.500 kilos de peso, realizada en bronce por Francisco Parra y que le costó al Consistorio 361.000 euros. “Formó parte de una serie de monumentos que fueron muy corrientes en la última etapa del gobierno de Pedro Pacheco”, resume Moreno Arana.

La Inmaculada perdida y hallada en una nave municipal de Jerez de la Frontera en la primera de 2024, después de llevar 20 años desaparecida.

Pero, con los años, el propio Ayuntamiento pareció olvidar el encargo. Parra se quejó por ello y por el impago durante años, hasta que la entregó a la institución municipal en 2014. Luego, el paradero de la escultura se esfumó, hasta que la pregunta pública planteada por el medio local lavozdelsur.es llevó a que el área de Infraestructura del Consistorio la localizase hace un año arrumbada y llena de polvo en una nave. Fue entonces cuando la actual alcaldesa María José Pelayo (PP) decide darle un destino, como explican fuentes de su equipo. Tras hacerle una puesta a punto de limpieza, la administración decidió rubricar un convenio con el Obispado de Jerez: el Ayuntamiento se encargaría de esa intervención y de redactar el proyecto para el monumento y la Iglesia jerezana escogería el lugar y se encargaría de la ejecución y financiación de la instalación.

Y así es como ha resucitado el monumento en la plaza Arroyo, con menos de altura que la idea original (a los 2,7 metros de la imagen se suma un capitel de 0,8 metros y un fuste de 3,8 metros), pero planteado en un espacio que es zona de servidumbre de un entorno BIC como el palacio Bertemati, actual sede del Obispado de Jerez. “No se discute el carácter religioso, sino el monumento en sí y el emplazamiento”, se queja el geógrafo Antonio Figueroa, uno de los autores del manifiesto. Pero esa ubicación no ha sido óbice para que la iniciativa supere el permiso de la Comisión Local de Patrimonio, competente en la materia y dependiente del Consistorio. “Es un procedimiento como cualquier otro. El Ayuntamiento ya ha hecho su parte, ya depende del Obispado”, apuntan fuentes municipales, en referencia al planteamiento de un posible cambio de ubicación. Mientras, la Iglesia jerezana guarda silencio y solo apunta que la altura es menor a la planteada en la idea de 2005 y que los detalles del proyecto se presentarán el próximo mes de septiembre.

Esas excusas lejos de convencer a expertos como Moreno Arana, le añaden más inquietud: “La escultura sigue siendo de tres metros y está hecha para una proporción más alta, por lo que el resultado va ser más desproporcionado”. El historiador del arte incide en las dudas legales que plantea la instalación, al estar ubicada en un entorno BIC, al que afectaría en su visión. Eso implica que el proyecto podría verse frustrado si se produce una reclamación a la Delegación Provincial de Cultura de la Junta de Andalucía, última garante de los Bienes de Interés Cultural, que obligaría a esta institución a analizar el caso. Sin embargo, fuentes del Consistorio aseguran que no tienen constancia de que ese paso se haya dado.

“¿Tenemos que llegar al punto de empezar un litigio con la Delegación Territorial? ¿No hay otras formas? Me cuesta pensar que sea el último camino”, se queja Figueroa, que pide abrir un debate participativo con la ciudadanía para asegurarse que la instalación de monumentos como este cuentan con respaldo social. “La idea es plantear algo alternativo a lo que viene ocurriendo en la ciudad en los últimos 40 años. Todos los partidos, independientemente del color, han ocupado la ciudad con monumentos religiosos”, apunta el geógrafo, que denuncia “se va configurando un espacio para la ciudad sin que la ciudadanía pueda decir nada”.

En los últimos días, la plataforma Laicistas de Jerez se ha sumado a la polémica para recordar que la ciudad cuenta con 295 calles o avenidas, 29 barrios o áreas con nombre religioso y 20 monumentos en la vía pública o elementos ornamentales en edificios públicos de esta temática. Por ello, consideran que la colocación de la Inmaculada “no es respetuosa con ese 40% de españoles que se consideran no creyentes”. El manifiesto, que no entra a valorar el cariz religioso, sino el atentado contra el espacio y la ausencia de participación colectiva, ya supera las 1.100 firmas y subiendo. El tiempo dirá si el triunfo a la Inmaculada resiste a la presión colectiva o le toca seguir esperando destino en una nave municipal.

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Sobre la firma

Jesús A. Cañas
Es corresponsal de EL PAÍS en Cádiz desde 2016. Antes trabajó para periódicos del grupo Vocento. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Sevilla y es Máster de Arquitectura y Patrimonio Histórico por la US y el IAPH. En 2019, recibió el premio Cádiz de Periodismo por uno de sus trabajos sobre el narcotráfico en el Estrecho de Gibraltar.
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