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Perfil | Andoni Ortuzar, el líder afable en tiempos de ira

Pragmático y posibilista, el presidente del PNV llevó a su formación a las mayores cuotas de poder institucional en Euskadi con un discurso dirigido a la centralidad de la sociedad vasca

El presidente del EAJ-PNV, Andoni Ortuzar (c), durante la gala de los Premios Sabino Arana 2024, en el Teatro Arriaga, el pasado 26 de enero.Foto: Iñaki Berasaluce (Europa Press) | Vídeo: EPV

Si el Alderdi Eguna, el día del PNV, fuera un festival de música Andoni Ortuzar sería sin duda el cabeza de cartel. Cuando el presidente saludaba con un egun on para iniciar su discurso, la militancia reunida en las Campas de Foronda (Álava) sabía que esa mañana caería alguna broma que otra —como aquella sobre la barba de Urkullu de 2022 que lo hacía “muy interesante”—, lanzaría dos o tres golpetazos socarrones a la izquierda abertzale y la derecha de Madrid, y haría un buen despliegue de ironía (“ahora no somos burgueses, ahora somos neoliberales”), esa figura literaria tan arriesgada en la era de los reels de 15 segundos pero a la que él nunca ha renunciado en sus tres mandatos, que comenzaron en enero de 2013 y acabarán cuando, tras renunciar a la reelección, lo suceda Aitor Esteban, portavoz del partido en el Congreso.

No era El club de la comedia, pero el humor en formato sirimiri ha hecho de Ortuzar la estrella del Alderdi Eguna, de los mítines de campaña y de los encuentros más informales con las agrupaciones municipales. Fue él quien institucionalizó los carnavales en política. Lo mismo se disfrazaba de surfero para reivindicar las selecciones vascas que de Spock, para apoyar a Juan José Ibarretxe (aunque Ibarretxe no llegó a disfrazarse del personaje de Star Trek al que tanto se parece, no pidamos demasiado). “Es un cachondo”, dice un exdirigente nacionalistacon él. “Simpático, muy simpático”, añade una periodista política que cubrió su trayectoria durante años. Como se diría en Euskadi: un tipo jatorra.

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De ese talante amable hizo una marca política. “Andoni tiene un carácter afable; enseguida conecta con el otro”, asegura una compañera del partido que coincidió con él en el Gobierno de José Antonio Ardanza cuando Ortuzar lideraba el servicio de Acción Exterior para dar a conocer Euskadi en el mundo. Un perfil abierto que también rememoran sus colaboradores en su paso por la dirección de EITB, la corporación de medios de comunicación públicos: “Tenía una manera de dirigir en la que dejaba hacer, estaba encima, pero no para controlar, sino por interés periodístico; era muy accesible”. Aún se recuerda el rebote que se cogió el grupo parlamentario del PNV con una información sobre la subida de sueldos de los diputados vascos. Ortuzar no lo paró pese a las presiones. Ortuzar, por cierto, es periodista. Ahora da titulares; antes, los buscaba.

Ese temperamento, tan en contra de estos tiempos polarizados y de ira política, le permitió tener abiertas vías de interlocución con sus adversarios, incluso con los más acérrimos, como el sindicato ELA, el mayoritario en Euskadi. ELA, del que el propio Ortuzar fue delegado sindical en el diario Deia en los años 80, nació bajo el paraguas del PNV a principios del siglo pasado, pero se fue alejando de la órbita peneuvista hasta convertirse en el contrapoder desde la izquierda a las políticas del PNV. “Cuando muy de vez en cuando tenía que llamarle y le pedía una reunión, nos la daba, cosa que Urkullu nunca hizo; Ortuzar sabía guardar las formas”, recuerda Adolfo Muñoz, Txiki, secretario general del sindicato entre 2008 y 2019.

“Era campechano en el trato, pero inflexible en sus posiciones”, comenta Txiki, que considera que Ortuzar fue el principal responsable en la campaña del PNV para intentar estigmatizar al sindicato ELA por su apuesta por la confrontación para conseguir mejoras sociales y laborales. “Al PNV no le gusta la autonomía del sindicato”. Para ELA, Ortuzar es un neoliberal. Sin ironías. Adolfo Muñoz escribió incluso un libro sobre ello: El modelo neoliberal vasco (Manu Robles Aranguiz Fundazioa, 2023).

“Ortuzar tiene un perfil atrapalotodo y mainstream”, explica Braulio Gómez, director del Deustobarómetro. Si en efecto fuera cabeza de cartel de un festival, podría ser Coldplay. “Ha construido un liderazgo electoral basado en la heterogeneidad de los discursos para llegar a representar a muchas capas de la sociedad que no tienen los mismos intereses ni en el eje izquierda-derecha ni en el identitario”. Le echó café descafeinado a la taza de la reivindicación soberanista cuando vio que la mayoría de la gente no vibraba con aquello y se incorporó al espejo socialdemócrata en el que le gusta mirarse a una parte importante de la sociedad vasca desde la Gran Recesión. “Ortuzar no ha sido un líder que haya llevado a la sociedad a ningún sitio, sino que él se ha acercado a donde estaba el espacio que representaba con más votos a la sociedad”, defiende Gómez.

Quizás eso explique uno de los momentos clave de su mandato. En 2018, apenas nueve días después de pactar los presupuestos con Mariano Rajoy (incluido el sapo de no levantar el artículo 155 a Cataluña), el PNV de Ortuzar decidió apoyar la moción de censura que aupó a Pedro Sánchez a la presidencia del Gobierno. El sapo de la Gürtel era demasiado sapo. Para entonces, hacía tiempo que el PP caía mal en buena parte de la sociedad vasca. De nuevo, Ortuzar llevó el partido al lugar en el que se barruntaba el pálpito de la gente. Pragmático y posibilista.

Con Ortuzar, el PNV alcanzó las máximas cuotas de poder en las instituciones vascas, en un sólido pacto con el PSE que deja en herencia a su sustituto Aitor Esteban, pero también vivió el desgaste de la pandemia cuando al oasis vasco se le vieron las costuras de una sanidad pública que había dejado de ser el orgullo de otros tiempos. Braulio Gómez cree que Ortuzar manejó mejor el barco cuando EH Bildu todavía no era una alternativa viable pero acertó cuando decidió que era hora de cambiar a Urkullu para frenar la ola de la izquierda abertzale en pleno declive electoral del PNV. Hay coincidencia en quienes han seguido su trayectoria en que ha sido un líder con un gran olfato político pero al final ha sido precisamente ese olfato político el que le ha fallado. ¿Por qué? Ese capítulo está todavía por escribir.

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