Viajar con un perro grande en el metro de Bilbao depende del destino
Dos normativas diferentes para mascotas conviven en la red del suburbano de Bilbao
David Fernández y su perra Ámbar acaban de validar su billete para acceder a la red del metro de Bilbao. Han quedado con su cuadrilla en Sestao (Bizkaia, 28.000 habitantes). Se montan en Txurdinaga, una de las estaciones que da servicio a los barrios altos del este de Bilbao. Llegan puntuales a Zazpikaleak, otra de las paradas con más afluencia de pasajeros del suburbano, donde podrían realizar un transbordo hacia la línea 2 que los llevaría a su destino final. Sin embargo, se bajarán en este andén ubicado en el Casco Viejo bilbaíno y continuarán su trayecto en un vehículo privado. La normativa para mascotas les impide continuar: las operadoras gestoras de esas dos líneas tienen textos diferentes.
“Mi perra de 4 años pesa unos 14 kilos así que no puede continuar a partir de aquí”, lamenta Fernández. En su opinión, resulta “difícil” entender la regulación actual cuando “en otros metros, como el de Madrid o Barcelona, se han dado pasos y se han flexibilizado las restricciones”. Por ello, ha comenzado a recoger firmas a través de Change.org para instar a Metro Bilbao “a que actualice su norma de hace 14 años”.
El reglamento de Metro Bilbao —responsable de las líneas 1 y 2— solo permite perros de hasta 8 kilos, “sujetos por una correa y en brazos, o dentro de jaula o transportín cerrado. El perro no podrá tener contacto con el suelo de la estación o del tren, ni ocupará asiento”. Los perros-guía, de asistencia o de seguridad constituyen la única excepción.
En cambio, la normativa de Euskotren —administradora de la línea 3 y también de los tranvías y trenes de cercanías vascos— permite animales domésticos, independientemente de su peso, “siempre y cuando no resulten peligrosos ni molesto por su forma, volumen, ruido u olor”. “El personal de Euskotren valorará, según su prudencial criterio, el peligro o molestia que en cada caso suponga el animal”, recoge el artículo 11 de sus condiciones. Eso sí, también deberán ir atados o en brazos de su propietario y nunca ocupando un asiento.
“Estamos haciendo un esfuerzo para reducir el uso del transporte privado, pero nos topamos con estas directrices y, además, en esta ciudad”. Fernández se refiere a los últimos datos: ya hay más perros que niñas y niños menores de 14 años en Bizkaia. Según datos del Registro de Identificación de Animales de Compañía (RIAC) y el Instituto Vasco de Estadística (Eustat), la ratio es de cerca de 12 perros por cada diez niños en este territorio.
Peticiones de firmas
La reclamación de Fernández no es aislada. 7.076 firmas respaldaban el día 28 de enero su postura en esta plataforma de peticiones, y hay otras siete iniciativas similares que suman un total de 12.000 apoyos. Este bilbaíno, que trabaja en Llodio (Álava, 18.000 habitantes), agradece que “Change.org haya creado una única dirección para evitar que haya repeticiones”.
Isabel Ibarronda es otra de las precursoras de una de estas campañas. Vive con Lua, una mestiza de 11 años y 20 kilos. Su caso es más complejo ya que no conduce: “Yo vivo en Getxo (Bizkaia, 79.000 habitantes) y, cuando necesito ir de un barrio a otro, tengo que dejarla en casa”, explica. “Me da pena cuando vuelvo, al cabo de dos o tres horas, porque, aunque me recibe muy contenta, luego me pone carita de pena”.
Esta mujer de 76 años sostiene que Lua es “muy tranquila” y que le gusta mucho comer y dormir. “Entiendo que haya gente que no quiera perros dándoles la lata y que hay algunos problemáticos. Por ello, habría que tomar medidas, como llevar bozal para que tengan la boca cerrada”, propone. “Para mi es muy importante no molestar a nadie”, destaca.
Seguridad en el metro
Consultadas por las razones para tomar estas medidas, fuentes de Metro Bilbao explican a EL PAÍS que necesitan “criterios objetivos para demostrar que el perro está controlado”. Al día, 300.000 personas viajan en la red del suburbano por lo que la institución tiene que velar por la seguridad: “El perro debe de ser más o menos manejable para no interferir en la circulación ni en la propia infraestructura”. También reconocen la existencia de razones de convivencia ya que “algunos clientes pueden tener miedo o ser alérgicos”. Euskotren, por su parte, ha rehusado argumentar el sentido de su normativa.
“A quienes pudieran estar en contra, solo les diría que hay millones de usuarios que van por delante de nosotros”, recalca Fernández. “Podrían restringir el paso en hora punta”, como ocurre en la temporada de las playas de Bizkaia —otro de los eternos debates— donde los perros pueden entrar, por lo general, a partir de las ocho de la tarde. “Si quienes tenemos mascotas fuéramos responsables y todos cediéramos un poco, creo que podríamos llegar a un acuerdo”, concluye Ibarronda.
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