La ayuda a Paiporta se reaviva con más refuerzos: “Hoy se ven muchos más militares”
Los vecinos de la localidad valenciana, zona cero de la dana en la que se registraron incendiadas quejas el domingo, aprecian mayor número de efectivos tras varios días de intensa lucha contra los estragos
En Paiporta (27.000 habitantes, Valencia) no saben ya en qué día de la semana viven. Deste el martes pasado, cuando la dana paralizó la vida de la zona cero del temporal, la rutina de los vecinos se limita a vaciar las casas de enseres, basura y barro; para luego depositar los vertidos en la calzada y esperar a que sea retirada. Así, un día tras otro, mientras lloran la muerte de 70 vecinos y decenas de personas siguen desaparecidas. Pero este lunes la localidad despertaba algo distinta. La crispación por la bronca en la visita de los Reyes, a los que acompañaban el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el presidente autonómico, Carlos Mazón —fruto en parte de la rabia de muchos ante la sensación de abandono por parte de las instituciones— se palpaba en las calles. Aunque a la resaca por la algarada se sumaba un hilito ínfimo de luz. Pues los paiportanos apreciaban ya un mayor número de efectivos trabajando en el municipio, tanto militares como de otro tipo, tras las quejas lanzadas contra las instituciones. También más coordinación.
A las 8.15, Sara Rodríguez, de 40 años, esperaba en una improvisada parada de autobús sin marquesina, situada a las afueras del pueblo. El mismo lugar donde los Reyes recibieron las incendiadas protestas de los vecinos, que hasta este domingo denunciaban sentirse a merced de la única ayuda de los voluntarios y criticaban el frentismo político mientras ellos padecían entre el fango. “Llevo cinco días andando para ir a Valencia y mi cuerpo no puede más”, señala Rodríguez, trabajadora en una farmacia de la ciudad del Turia, a la que tarda en llegar a pie una hora y media desde la noche de la gota fría. Por primera vez después del desastre, tanto ella como sus vecinos podrán hacer el recorrido en transporte público gracias a un servicio especial de autocar habilitado por la Generalitat con una frecuencia de unos 20 minutos. “Hoy veo las calles más limpias”, admite Rodríguez, cuando cinco tráileres del Ejército de Tierra se adentran en el pueblo.
El Ministerio de Defensa tenía previsto aumentar progresivamente el despliegue de militares, pero la petición el sábado del presidente valenciano, Carlos Mazón, obligó a acelerar el ritmo de la Operación Utiel Requena. Miembros del Ayuntamiento de Paiporta mantuvieron en la mañana de este domingo una reunión con responsables de las Fuerzas Armadas desplazados en la zona cero de la dana para coordinar el trabajo de los efectivos, cuyo número va en aumento, según confirman fuentes del Consistorio—a la espera de actualizar los datos concretos hoy—, aunque siguen implorando que llegue más maquinaria pesada para reforzar la retirada de residuos de las calles.
Porque llegar hasta cada rincón de Paiporta continúa siendo misión imposible en algunas calles, principalmente las más estrechas y las del centro, muchas de las cuales siguen hasta los topes de barro, coches y muebles. De ahí que algunos vecinos declarasen este domingo que no veían militares en su puerta. De hecho, los Reyes no llegaron a ver las calles del centro, pues el tumulto provocó su evacuación antes de tiempo, prácticamente cuando se encontraban en la entrada del municipio.
El ambiente de tensión que se vivió con la visita de los Reyes, Sánchez y Mazón bullía aún este lunes en lodo. A las 9.05, en la cola del centro de distribución de alimentos, dos hombres discutían uno tras de otro en la fila sobre qué presidente —el del Gobierno o el de la Comunidad Valenciana—, era el culpable de su supuesto abandono.
—El primero que tiene la culpa es este. ¡Que le hemos votado entre todos!—, clamaba Celestino Jiménez, de 71 años y ebanista jubilado, responsabilizando a Mazón. “Que luego el otro ha visto que no ha hecho nada y no ha dicho ‘quita que aquí estoy yo’, pues también”—.
—¡Que mandó los militares a Marruecos y aquí, nada de nada!—, le respondía otro hombre de similar edad apuntando a Sánchez, y aludiendo al envío de efectivos españoles para colaborar en las tareas de rescate del terremoto del año pasado en el país africano.
—¡Anda ya, ignorante!—, zanjaba Jiménez a voces.
En Paiporta, y tras la reunión de coordinación de este domingo —celebrada antes los altercados— los agentes y militares están centrados en descongestionar los accesos al pueblo, actuando de fuera hacia dentro, para que la maquinaria pesada pueda acceder a liberar las vías de los vertidos, tanto los que fueron arrastrados por la riada, como los enseres que los vecinos han sacado ya de sus domicilios, muchos con los bajos mucho más despejados, y entre los que hay desde envases de carne, ropa o electrodomésticos.
En una de las calles que aún continúa impracticable se sitúa el bar de María Soler, de 24 años. En el local, la línea de agua llega al metro ochenta de altura. Unos centímetros por encima, el reloj marca las 10.15. Sigue funcionando gracias a que se encontraba por encima de ese límite. “Desde ayer hay muchísimos más militares. No hay color”, afirma Soler. Unos metros más allá, uno de los tráileres del Ejército de Tierra sale cargado de basura.
Pero la ayuda se incrementa no solo por parte de las Fuerzas Armadas. Junto al auditorio, que opera ahora como centro de recogida de alimentos y demás productos, diez trabajadores de una empresa de municipal de Málaga se concentraban a las 11.45 para sumarse a las tareas de reestablecimiento de la red de abastecimiento de agua corriente. Además, traen bombas de achique, uno de los bienes más codiciados en este momento en Paiporta para drenar los garajes y locales bajos. También se ha sumado este lunes un segundo contingente de bomberos sevillanos, con 14 efectivos, que relevará a otros nueve compañeros de la capital andaluza, informa Efe. “Ayer me duché por primera vez con agua corriente”, grita María Motes, de 69 años, desde el balcón en una casa de la ribera del barranco del Poyo, que se desbordó el pasado martes.
Una furgoneta de atención al Peregrino de la Guardia Civil, que llegó el miércoles desde Galicia, atiende las denuncias y peticiones de quienes se acercan hasta los agentes. Junto al vehículo, y en torno a un chico de 17 años, se arremolinan varios jóvenes ávidos de información. “¿Qué le dijiste?”; ¿Qué te respondió él?”. El objetivo de las preguntas es Álvaro Santi-Andreu, de 17 años, uno de los chicos que consiguió hablar con el Rey entre la marabunta de personas. Desconocía de la visita de los monarcas, pero cuando vio las imágenes en directo desde su casa bajó corriendo para encontrarse con ellos. Como él, algunas mujeres lloraban desesperadas ante la Reina buscando algo de consuelo.
Detrás del joven Santi-Andreu, un cartel advierte a quienes requieran ayuda psicológica que se dirijan a la plaza mayor de Paiporta, además de facilitar un número de teléfono de Psicólogas sin fronteras. El Consistorio presta asistencia psicológica a quienes la necesitan desde el jueves en un local que han convertido en gabinete, y que reforzarán desde este lunes también con psicólogos llegados desde otros puntos. “Al principio el estado es de estar en shock, pero luego viene el enfado. Y, si no les calmamos, no sé qué puede pasar”, se lamenta Esther Torrijos, teniente de alcalde en el Ayuntamiento.
A las 12.00, Rafael Mengual, de 58 años, controlaba el trasiego incesante de camiones del Ejército, vehículos de la Policía Nacional y de la UME, cerca de la estrenada parada de autobús. Este vecino de Paiporta, prejubilado, gestiona el tráfico con un silbato que le regaló un trabajador de Protección Civil como si de un policía local más se tratara.
—Este es mi barrio—, afirma con una mirada intensa de ojos azules. “Hay algo más de efectivos, pero no todo lo que necesitamos”—.
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