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¿Caerá España también en la ola antiinmigración europea?

La encuesta del CIS ha hecho saltar alarmas. En La Moncloa matizan los datos pero preparan discursos en positivo

Un grupo de migrantes en el puerto de Los Cristianos, en Tenerife, el pasado 19 de septiembre.
Un grupo de migrantes en el puerto de Los Cristianos, en Tenerife, el pasado 19 de septiembre.Alberto Valdés (EFE)
Carlos E. Cué

La isla española empieza a tener grietas de contagio de la gran enfermedad europea: la extensión del movimiento antiinmigración. En los últimos años, algunos dirigentes europeos, al hablar con políticos españoles, les trasladaban su sorpresa porque en España la inmigración no era un asunto central del debate político, al contrario de lo que pasaba en casi todos sus países. Francia, Italia, Alemania, Reino Unido, todos los grandes y también los pequeños, incluidos los ricos nórdicos, se han visto arrasados por este debate que devora los principios europeos y lleva a un país fundador y troncal como Alemania, con un gobierno socialdemócrata, a volver a poner controles en sus fronteras como respuesta a la presión de la ultraderecha. Pero España y Portugal, siempre a su ritmo, parecían ajenas a este proceso, o al menos muy distantes.

La encuesta del CIS de esta semana, en la que se ha colocado la inmigración como primer problema, ha hecho saltar muchas alarmas. En La Moncloa están mirando a fondo los datos, y concluyen que se trata de un fenómeno sobre todo mediático y político, alentado por las imágenes de llegada de cayucos a Canarias; la polémica política por los menores y el rechazo del PP a la reforma de la ley de extranjería que habría permitido repartirlos por toda España; y el discurso de Vox. Los datos de fondo indican que España sigue lejísimos de las cifras europeas de rechazo a la inmigración, y que los ciudadanos a los que les pregunta el CIS cambian radicalmente cuando el encuestador quiere saber cuál es el problema que más les afecta a ellos en su vida. Ahí la inmigración cae cinco puntos de golpe.

Pero el asunto preocupa y ocupa tanto al PSOE como a Sumar, que presiona también para salir a la ofensiva con un discurso fuerte que contrarreste el “tufo racista” que ellos aprecian en algunos mensajes de la oposición. Pedro Sánchez tiene una comparecencia específica sobre inmigración en el Congreso en octubre, forzada por el PP, que será el momento ideal para plantear un discurso en positivo sobre la inmigración que ya ha venido ensayando en los últimos plenos, según fuentes del Gobierno. En La Moncloa están convencidos de que España sigue siendo diferente, pero también asumen que hay que dar esta batalla cultural para evitar que se instale el mantra de que la inmigración es negativa. El esfuerzo mayor se centra en diferenciar la crisis humanitaria que vive Canarias, con miles de personas desesperadas llegando a sus costas, con el gran fenómeno de la inmigración, imprescindible para un país como España, que está en pleno crecimiento y necesita decenas de miles de trabajadores.

Varios miembros del Gobierno consultados muestran su desconcierto por la diferencia entre la realidad de la economía y algunos discursos políticos. “Los empresarios nos están pidiendo que facilitemos la llegada de más inmigrantes porque necesitan más mano de obra porque la economía va como un tiro. En todas partes faltan trabajadores”, señala uno. “Los mismos presidentes autonómicos que hacen discursos duros sobre la inmigración, luego nos piden que facilitemos la regularización de los que ya están o la llegada de más porque los empresarios de sus comunidades se lo están pidiendo. Hay una enorme hipocresía. La llegada de inmigrantes es una prueba del éxito económico español y van a hacer falta muchos más porque seguimos creciendo”, resume otro.

El propio ministro de Política Territorial, Ángel Victor Torres, que fue presidente de Canarias y vivió crisis parecidas a la actual, puso en duda los datos del CIS este viernes. “Mucha de esa gente preocupada por la inmigración también lo está porque se respeten los derechos humanos de los inmigrantes”, dijo. Esto es, no todo el mundo responde en negativo. En su entorno señalan que no hay que dejarse llevar por un mal dato del CIS porque, hasta que no empezó la batalla política por los menores, la inmigración no estaba entre los principales problemas. Y de la misma manera que ha saltado, puede desaparecer cuando los cayucos y los menores dejen de estar todos los días en los informativos. En 2006, la crisis anterior de los cayucos, recuerdan, cuando los datos del CIS sobre inmigración eran aún peores que ahora, ya se pronosticaba que el PSOE canario se hundiría políticamente por la inmigración, y no sucedió, porque también hay millones de ciudadanos que valoran una gestión sensata del problema y que no soportan los discursos xenófobos.

De hecho, en La Moncloa creen que Alberto Núñez Feijóo, que ha hecho de este asunto una prioridad e incluso viajó a Roma a reunirse con la ultraderechista Giorgia Meloni, de la que antes se alejaba, está “sin estrategia, dando tumbos” y arriesga mucho con un tema que le acerca a Vox y de nuevo puede activar la movilización contra ese bloque, como pasó en julio de 2023. “Esta es la batalla de nuestro tiempo, contra el discurso de la ultraderecha. El PP, al acercarse al discurso de Vox, lo está engordando, como también se ve en el CIS. Se equivoca mucho el PP en la estrategia de mimetizarse con Vox. El principal problema de fondo para los españoles es la vivienda, esto es puntual. El PP sigue en una estrategia de corto plazo cuando la legislatura es larga”, resumen en el entorno del presidente.

“La derecha ha perdido su lugar natural de choque con la izquierda, que era la economía”, señala otro miembro del Gobierno. “Las encuestas señalan un cambio radical en esto: al contrario de lo que sucedía hace unos años, la gente valora mejor a la izquierda en la gestión económica, que era la gran baza histórica de la derecha. Por eso están buscando temas como locos. Lo intentan con la amnistía, con la ruptura de España, con Venezuela, y ahora se aferran a la inmigración. El PP está muy perdido”, remata. El reciente episodio con Edmundo González, en el que Esteban González Pons, persona de máxima confianza de Feijóo, llegó a acusar a España de participar en un golpe de Estado de Nicolás Maduro mientras el propio candidato opositor está desmintiendo cualquier coacción por parte española y agradece toda la ayuda recibida por José Manuel Albares, el ministro de Asuntos Exteriores, es para el Gobierno una prueba de que el PP no tiene estrategia y va a salto de mata sin pensar los golpes. Sánchez ve una legislatura larga y la negociación del poder de Teresa Ribera en la nueva Comisión ha demostrado que conserva su influencia en Europa como referente progresista.

Por el contrario, en el PP creen que es Sánchez quien se está equivocando con la inmigración mientras sus colegas socialdemócratas europeos, tanto en Alemania como en el Reino Unido, van cambiando su discurso e incluso, en el caso del británico Keir Starmer, alaban las políticas de la ultraderechista Giorgia Meloni. En el PP aseguran que ellos no se están acercando a Vox, sino a estas posiciones europeas incluso de aliados de Sánchez. Vox rompió los gobiernos autonómicos por este asunto y su estrategia pasa claramente por monopolizar el discurso duro antiinmigración, pero el PP ha entrado de lleno ahí en los últimos meses.

Sánchez y Fernando Clavijo, el pasado agosto en Canarias.
Sánchez y Fernando Clavijo, el pasado agosto en Canarias. Europa Press Canarias (Europa Press)

En Sumar están también preocupados y sus dirigentes han salido estos días a contrarrestar los discursos xenófobos. Este grupo presionará para reactivar la iniciativa legislativa popular para regularizar a más de 500.000 inmigrantes, que entró en tramitación en el Congreso en abril, entonces con el voto a favor del PP y el rechazo de Vox. Desde entonces, los populares han endurecido mucho su discurso y ahora dicen que apoyarán esa iniciativa solo si se estudia “caso por caso” cada regularización “y se excluye a los que tengan antecedentes”.

Sumar quiere que el Gobierno entre con fuerza en este asunto para combatir la ola de fondo de antiinmigración que va creciendo. Otros dirigentes señalan que España, país de emigrantes aún recientes —todavía hay varias generaciones que tienen esa memoria muy viva— y con una influyente iglesia católica que no ha entrado en el discurso del PP y Vox, tiene muchos más anticuerpos que sus vecinos europeos para esta plaga, aunque nadie puede ser inmune.

En cualquier caso, casi todos los dirigentes consultados señalan que la batalla más importante para esta dialéctica antiinmigración que recorre el mundo rico no se da en Europa, sino en EE UU. Si en las elecciones gana Kamala Harris, la derrota del gran líder del discurso xenófobo en todo el planeta, Donald Trump —en el último debate llegó a decir que los inmigrantes haitianos se estaban comiendo a los gatos y los perros de los vecinos de Springfield, algo que se ha demostrado falso— supondrá un golpe durísimo para todos sus seguidores en Europa. Y si gana Trump, eso dará alas al discurso y convertirá de nuevo a España en una excepción en la escena internacional. En La Moncloa confían en que pase lo primero y, en cualquier caso, creen que en España, como se vio en julio de 2023, puede entrar el discurso antiinmigración como en cualquier país, pero también hay una reacción muy fuerte del otro lado, del mundo progresista, frente al riesgo de ser gobernados por esas ideas. “Es el momento que nos ha tocado vivir. Las ideas ultras crecen, pero también la movilización progresista frente a ellas está ahí, como se acaba de ver en Francia”, sintetiza un miembro del Gobierno.

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