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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La estrategia

Sánchez y Montero ofrecen las primeras explicaciones sobre el nuevo modelo de financiación 40 días después del acuerdo con ERC

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, inaugura el curso político en un acto en el Instituto Cervantes, en Madrid, este miércoles.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, inaugura el curso político en un acto en el Instituto Cervantes, en Madrid, este miércoles.Samuel Sánchez
Claudi Pérez

El tópico es apestoso, como suelen ser casi todos los tópicos, pero además es falso. No, España no es diferente. Ni su historia es anómala, ni su economía es una singularidad, ni por supuesto su política es extravagante, a pesar de la atmósfera eléctrica ―o atómica― de Madrid. Su única rareza es el modelo territorial: un federalismo asimétrico, o picassiano, que ni siquiera es capaz de llamarse a sí mismo de esa manera y que genera una convulsión cada 10 o 15 años, generalmente por el País Vasco o por Cataluña. La última de esas sacudidas es el procés, que aun difunto sigue dejando réplicas: para el entierro, los socialistas pactaron con ERC una reforma de arriba abajo del sistema de financiación.

Los socialistas han dejado 40 días y 40 noches a Esquerra para adueñarse del relato con la excusa de que el objetivo último era hacer president a Salvador Illa. ERC aprovechó el tiempo. Bautizó el sistema como concierto: lío. Sobreinterpretó muchas de las ambigüedades de ese pacto a su favor: más lío. Y ese relato, sin la más mínima explicación del PSOE, acabó desatando una tormenta entre la opinión conservadora de Madrid (valga la redundancia), incluso dentro del propio PSOE. Nada nuevo bajo el sol: cada vez que un Gobierno, popular o socialista, ha reformado el sistema de financiación, ha sido para negociar con Cataluña. Y cada vez que eso lo ha hecho la izquierda, los trompetistas de Jericó han sacado el soniquete del se rompe España. El presidente Pedro Sánchez y la vicepresidenta María Jesús Montero, tras más de cinco semanas de silencio, salieron este miércoles al alimón a hacer pedagogía política, a dar las primeras explicaciones. Faltan los detalles: el diablo está en los detalles. Pero esto va de más dinero: el diablo siempre está en el dinero. En cuánto.

No sabemos aún cuál será el nuevo sistema de financiación de ese federalismo picassiano: para ello hará falta hacer números, y estamos aún lejos de poder hacerlos con ciertas garantías. Pero Sánchez y Montero han abierto el melón: habrá más dinero para todas las comunidades; sin eso el acuerdo es imposible. “La descentralización, que forma parte del modelo federal, es compatible con garantizar la solidaridad, la equidad y la eficiencia de recursos”, según el presidente; al cabo, con más dinero todo parece un poco más fácil. Habrá también algunas condiciones: Sánchez y Montero aluden veladamente a Madrid y otras comunidades del PP, que bajan impuestos y después piden más recursos al Estado. La reforma del sistema esbozada en el pacto ERC-PSC está dentro del Estatuto catalán (y no digamos ya del andaluz, recordó Montero con toda la sorna) y de la Constitución. No es un concierto, nos dicen los números uno y dos del Partido Socialista (aunque en muchos aspectos se le parece; esto no lo dicen) y, por lo tanto, el PSOE no se desmiente a sí mismo.

Toda nación es el mundo entero a solas, decía Pessoa: en España, ese mundo entero es de lo más ruidoso. La calidad de una democracia depende de cómo se discute, y en este país discutimos mal, a base de ruido. No es comprensible que hayan pasado 40 días para tener esas explicaciones, para hacer la mínima pedagogía en un asunto capital, para amortiguar un poco todo ese enjambre ensordecedor de opiniones subidas de tono. El sistema de financiación es complejo, poco trasparente y presenta serios problemas de equidad y eficiencia: llega el momento de empezar a negociar el siguiente con dos lustros de retraso, y tras 40 días de silencio sepulcral. El modelo territorial tiene rasgos picassianos, y los seguirá teniendo después de pactar el nuevo modelo, si es que el Gobierno lo consigue, porque La Moncloa no consigue quitarse de encima la sensación de que la estrategia es la patada hacia adelante. La estrategia, ese sintagma. Es interesante que las primeras pistas de lo que viene con el modelo de financiación, es decir con el modelo territorial, lleguen el mismo día que Sánchez remodela la cúpula de La Moncloa con un experto en prospectiva, Diego Rubio. El presidente es un vicioso de la táctica; en el Gobierno, sería deseable un punto menos de táctica y un punto más de estrategia. ¿Qué es España? Esa no es la pregunta; la pregunta es cómo debe ser gobernada. Y si de veras viene una legislatura larga, en la respuesta debería pesar algo más la estrategia —la prospectiva— y algo menos la táctica y el regate corto.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.
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