Hamada Azmani, campeón del mundo en superar prejuicios
Este marroquí llegó a Melilla con 15 años y, ahora con 23, ha conseguido el título mundial de kickboxing en la categoría de 57 kilos representando a España
Como todos los niños de su barrio, Poblaw, en Nador (Marruecos), Hamada Azmani pasaba las horas dando patadas a un balón. Su obsesión, sin embargo, estaba en el gimnasio: quería aprender kickboxing, deporte con mucha afición en la zona. Su madre no le dejaba porque lo veía muy violento. Ante la insistencia, un día le dijo que se lo permitiría si sacaba buenas notas en el colegio. Cumplió. Entonces el pequeño se puso los guantes y probó. “Dos meses después, ella me pedía que siguiera practicando porque así me quitaba de la calle y todo iba mejor”, recuerda el chaval, hoy con 23 años. Apenas tenía 15 cuando se coló entre un grupo de mujeres porteadoras para cruzar la frontera de Melilla, donde pasó 30 meses en un centro de menores. Con 18 llegó a Málaga. En su trayecto nunca abandonó su deporte favorito y ahora se acaba de proclamar campeón del mundo en la modalidad de 57 kilos. “Era mi sueño”, subraya feliz quien celebró su título con las banderas de Marruecos y España a la espalda.
Tobilleras, espinilleras, casco, guantes. Cada entrenamiento es un ritual para Azmani. Tras el calentamiento, atraviesa las cuerdas y se transforma en el ring. Deja de ser un chaval sencillo, educado, algo tímido y de ojos profundos, para convertirse en un tipo valiente, orgulloso, resuelto. Un portento. Parece flotar sobre la lona mientras se desplaza con ligereza y, en apenas un pestañeo, lanza patadas que asustan. “Desde fuera parece que en este deporte solo nos damos golpes. Creo que no se entiende bien, porque desde dentro es otra cosa. En los combates somos todos iguales, da igual si eres abogado, policía o lo que sea. Y somos todos familia, amigos”, explica mientras saluda con efusividad a los compañeros del gimnasio Ultimate Fight School en Mijas, donde entrena. Allí también forma a niños y adolescentes. “Es un máquina”, define Abdo Chahidi, uno de los monitores del centro deportivo.
El combate donde obtuvo el cinturón de campeón mundial de su categoría lo ganó por KO. No fue fácil. Luchaba como visitante, con el público en contra, frente al italiano Paolo Cannito. Recibió numerosos golpes, pero Azmani siempre se repuso. Está acostumbrado porque la vida ya lo ha intentado tumbar en varias ocasiones. Recuerda lo arduo que fue dejar a su familia atrás, el miedo de cruzar la frontera, las dificultades sufridas durante los dos años y medio en el centro de menores La Purísima, en Melilla, donde las condiciones de degradación y escasez de material en las que viven los niños migrantes han sido denunciadas en distintas ocasiones por organizaciones sociales y el Defensor del Pueblo. No conocía el idioma, pero lo estudiaba mientras se formaba como jardinero y camarero en un ambiente difícil. En la ciudad autónoma volvió a alejarse de la calle gracias a sus entrenamientos en el gimnasio de Alejandro Bonilla, que vio su potencial y le animó a competir. Entonces consiguió sus primeras victorias.
“Ahí viene el pantera negra”
El día de su 18 cumpleaños, se quedó en la calle, con poco dinero y una documentación que no le permitía trabajar. Sí viajar, así que cruzó a la Península en barco. Era 2018 y fue directo a ver a unos amigos en Málaga. Le recomendaron pasar por la ONG Málaga Acoge, a la que acudió al día siguiente. No había plazas en el sistema público de acogida de personas sin hogar de la ciudad, pero sí le indicaron dónde podía conseguir alimentos, qué pasos debería hacer para mejorar su situación y le pidieron paciencia. Durmió tres meses en la calle.
¡Qué buenísima noticia! Hamada Azmani, un chico extutelado al que apoyamos de 2019 a 2021 en Málaga Acoge ha logrado el...
Publicada por Málaga Acoge en Martes, 30 de julio de 2024
Y un buen día de 2019, la entidad social amplió su red de pisos de acogida y le ofreció una plaza. Aceptó y pasó dos años bien aprovechados. Siguió sus entrenamientos y se formó en hostelería y construcción. Cada día pasaba por las oficinas de Málaga Acoge para buscar nuevas oportunidades. Allí le conocían por su nombre deportivo. “Ahí viene el pantera negra”, decían cuando le veían llegar. “Sin permiso de trabajo no podía pelear a nivel internacional, esa era su mayor frustración”, recuerda Geno Pérez, que dirige el Área de Jóvenes de la ONG. “No siempre tuvo las mejores amistades, pero nunca se dejó arrastrar. El boxeo le ha salvado. Y su pareja, también”, añade Irene Peñalver, que coordinaba el Área de Empleo de la asociación durante aquellos años.
En 2020 fue padre de una niña junto a su chica —que conoció en Melilla; ella estuvo en otro centro de menores, Gota de Leche— y Azmani dio un paso adelante. Consiguió empleo en la construcción montando paneles de pladur. Se independizó junto a su familia en un piso en la barriada de La Palmilla. Primero trabajó seis meses en Huelva. Luego en Marbella. Cada día salía a las seis de la mañana de casa, caminaba 30 minutos hasta la estación y se subía a un tren durante 45 minutos que lo llevaba a Fuengirola. Allí un compañero lo recogía hasta llegar a su destino. Cada tarde, otras casi dos horas de viaje de vuelta.
“Era muy cansado, pero tenía que hacerlo, quería aprender un oficio y conseguir ingresos”, subraya. Siempre sacaba un hueco para entrenar. Y ahora, tras mudarse a Mijas —mucho más cerca de Marbella— acude al gimnasio unas dos horas diarias. “Mi pareja está en casa, cuida a la niña, la lleva a la guardería, todo. Eso es un trabajo también. Sin ella yo no podría lograr nada”, destaca quien habla con admiración de Ayoub Ghadfa, marbellí de su quinta —tiene 25 años y es de origen marroquí— que empezó a practicar kickboxing para defenderse del acoso escolar y consiguió una medalla de plata en los recientes Juegos Olímpicos de París.
“Venimos a mejorar nuestra vida”
“Como con Hamada, las historias de todos los niños con los que hemos trabajado en Málaga Acoge son de éxito. Tener 18 o 19 años es una edad compleja en la que pasan a ser adultos lejos de sus familias. Es un camino complicado en el que se fracasa mucho, pero cuando sienten apoyo siempre encuentran el rumbo”, destaca Geno Pérez. “Es muy difícil”, confirma el chaval. “Hay que tirar de paciencia, esforzarse, dejarse aconsejar”, dice Azmani, cuyo color de piel y su nacionalidad también le han supuesto problemas. “Cuesta incluso más superar los prejuicios: tardas mucho en demostrar lo que eres en realidad”, insiste quien mira hacia Melilla, pero también a Ceuta. “La gente dice que los chicos como yo venimos a robar o delinquir. Habrá de todo, pero la mayoría venimos a mejorar nuestra vida, igual que hay españoles que van a Alemania. Con un poco de apoyo y oportunidades, se consigue. Y al final es bueno para todos”, sentencia.
Tras la conversación, Azmani se prepara para las fotos. Vuelve al ritual. Tobilleras, espinilleras, casco, guantes. En esas estaba cuando hace unos meses recibió la llamada para retar al entonces campeón del mundo de kickboxing en la federación ISKA. Llegaba el momento de cumplir un sueño. Aumentó sus entrenamientos, estudió a su rival, trabajó su mente. Vestido con la camiseta del Málaga CF, llegó a Roma, vio y venció.
Feliz, posaba para Instagram con una bandera de España y otra de Marruecos. “Mi hija nació aquí, yo llevo ya casi nueve años… Soy de los dos sitios”, reconoce quien compite representando a España aunque tenga la nacionalidad marroquí. Tras la victoria fue dos semanas a Nador a visitar a su familia —tiene un hermano y dos hermanas menores— y ya se le han acabado las vacaciones, así que le toca volver al tajo. Ahora, entre placa y placa de pladur, espera con ilusión la llamada de nuevo rival para defender su título y mantener su lucha contra los prejuicios.
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