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El pleno de la amnistía: un cumpleaños feliz, una diputada afónica y un coro de insultos

Un grupo de escolares han compartido la tribuna de invitados del Congreso con los dirigentes independentistas

Los diputados de Vox Manuel Mariscal Zabala (izquierda) y Pedro Fernández Hernández, ambos de pie, en el Congreso este jueves.
Los diputados de Vox Manuel Mariscal Zabala (izquierda) y Pedro Fernández Hernández, ambos de pie, en el Congreso este jueves.Claudio Álvarez
Manuel Viejo

Momentos antes de iniciarse en el Congreso la sesión de aprobación definitiva de la ley de amnistía, algunos diputados socialistas han comenzado el día cantando el cumpleaños feliz, que es como se empiezan de verdad las grandes jornadas. Se acaba de cumplir un año de la derrota socialista en las elecciones municipales y autonómicas, pero la canción iba por el aniversario del diputado catalán Ignasi Conesa. Hay días para soplar las velas y luego está este.

Patxi López ha ido a saludar a Oriol Junqueras, que se colocó en la tribuna de invitados con una camisa blanca, impoluta. Luego, eso sí, el líder de ERC se ha frotado bastante los ojos durante el pleno, porque, al final, los sueños siempre se cumplen.

Oriol Junqueras (ERC) y Patxi López (PSOE) se saludan, este miércoles en los alrededores del Congreso.
Oriol Junqueras (ERC) y Patxi López (PSOE) se saludan, este miércoles en los alrededores del Congreso.Claudio Álvarez

La mañana, en fin, ha sido tal y como estaba prevista. La historia es bien sencilla. Donde el PSOE dijo que no, pues ahora dice que sí. El presidente del Gobierno se ha ahorrado cantar el cumpleaños feliz, escuchar a la oposición, al representante de Sumar y hasta al diputado socialista que ha defendido la postura que él mismo impuso: Sánchez no se ha presentado en el pleno hasta el final, cuando solo faltaban tres minutos para las votaciones. Su bancada se ha puesto en pie para aplaudir tal impuntualidad.

La palabra amnistía se ha escuchado por primera vez a las 9.03. Alberto Núñez Feijóo ha sacado una ristra de folios, se ha cruzado de piernas, ha mirado un par de veces al techo y ha conversado con Cuca Gamarra, su colega de escaño. Y, ya sí, ha comenzado un pleno con tintes circenses por el comportamiento de los diputados de la extrema derecha.

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De los primeros en hablar fueron el cupo vasco: PNV y EH Bildu. En el PP, muy pocos diputados han hecho uso de los auriculares de traducción simultánea; tampoco en Vox, como si todos se hubieran puesto las pilas y ya hablaran euskera. Una popular, incluso, ha optado por hacer una videollamada con el móvil, como el ministro Óscar Puente, que también ha cogido el suyo y se ha tapado la boca para evitar lecturas de labios impropias. Es interesante plantearse qué pasaría en el Congreso si se consignaran los móviles.

De pronto se ha hecho el silencio con la portavoz de Junts, Miriam Nogueras, que empezó su discurso provocando algún respingo:

—Hoy no se perdona, hoy se gana.

Es ahí cuando ha entrado por la puerta el ministro de Justicia, Félix Bolaños. La política es puntual siempre, otra cosa son los diputados. La algarabía de la extrema derecha ha dado su bienvenida matutina a Gabriel Rufián, quien ha anunciado que la siguiente parada en la vía independentista será el referéndum sobre la independencia. Rufián les ha mirado a todos y, moviendo la palma de la mano arriba y abajo, les ha soltado:

—Calma, calma.

En la tribuna de invitados, un grupo de escolares observaba la llegada de Santiago Abascal al atril de oradores. “Esto es lo más grave que ha pasado aquí desde 1978″, ha dicho el líder de Vox. Menos mal que el intento de golpe de Estado fue en 1981. Al terminar, el ya clásico: “¡Viva España!”. Es entonces cuando los diputados de Vox han comenzado una performance de insultos: “Traidores”, “corruptos”, “vendidos”. Todos dirigidos a los socialistas y, en especial, al diputado Artemi Rallo, al que le ha tocado el marrón de decir siempre que su apellido tiene dos eles y defender la amnistía. Peor sería llamarse Bienvenido de Arriba Sánchez y ser del PP, pensará. Sí, pero este es senador y no diputado.

“Señorías, nuevos tiempos también...”, ha comenzado Rallo. El diputado de Vox, Manuel Mariscal, se ha levantado del asiento y ha vociferado: “Traidor. Traidor. Corrupto”. Rafael Hernando, del PP, ha reaccionado rápidamente fijándose en el marcador del hemiciclo:

—¡Ponle el tiempo!

No estaba puesto. Y lo importante, para casi todo, siempre es el tiempo. La presidenta del Congreso ha llamado al orden a tres diputados de Vox y ha zanjado el asunto con un “esto no lleva a ningún sitio”. Feijóo ha sido el último en tomar la palabra: “¿Cuánto vale la presidencia del Gobierno? Lo que le pidan”. El PP ha aplaudido a rabiar varias veces entre vítores de “muy bien”, “eso, eso”, “bravo, bravo”. Ha habido tantos aplausos que incluso Feijóo se ha aplaudido a sí mismo unos segundos.

Tras Feijóo, ya sí, llegó Sánchez. La votación de todas sus señorías ha sido a viva voz, y los noes han sonado más fuertes que los síes. Un no ―quizá el mejor— ha sido escrito por una diputada en un iPad, que ha mostrado a la Cámara. “Es que está afónica”, ha explicado su compañera de asiento, quizá por las dudas. Y entre aplausos de los grupos que apoyan al Gobierno se ha dado por fin el recuento: 177 votos a favor, 172 en contra.

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Sobre la firma

Manuel Viejo
Es de la hermosa ciudad de Plasencia (Cáceres). Cubre la información política de Madrid para la sección de Local del periódico. En EL PAÍS firma reportajes y crónicas desde 2014.
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