Feijóo se entrega al ataque frontal contra la esposa de Sánchez para exigir elecciones
El líder del PP vuelve a acusar sin pruebas al presidente mientras este le afea sus pactos con la ultraderecha y su estrategia de “fango, fango y más fango”
Alberto Núñez Feijóo, jefe de la oposición, reveló este miércoles en el Congreso que Pedro Sánchez ocultó a los españoles que su esposa estaba siendo investigada por un juez cuando el presidente anunció que se tomaba cinco días de reflexión porque un juez acababa de abrir una investigación a su esposa. El jefe del Ejecutivo escribió en su carta del 24 de abril que ese juez había “abierto diligencias previas contra” Begoña Gómez, y todo el mundo ―el resto del Gobierno, sus socios, la misma oposición, los medios de comunicación del país entero y hasta de allende los Pirineos― entendieron que Sánchez amagaba con dimitir porque un juez investigaba a su esposa. Pero, según Feijóo, el presidente mintió porque ahora se acaba de conocer que el juez aludía ya entonces a Begoña Gómez como “investigada” ―técnicamente no la ha citado aún como tal― y Sánchez no llegó a emplear ese término, aunque lo conocía. Y de ahí colige el jefe de la oposición ―y así se lo ha hecho saber a los ciudadanos en la sesión de control al Gobierno― que “La Moncloa está investigada por corrupción” y que los españoles, un año después, deben ser llamados de nuevo a las urnas.
Andaba Feijóo a la búsqueda de una bandera con que levantar el tono de su campaña a las elecciones europeas y esta mañana llegó muy decidido al Congreso con las supuestas revelaciones aportadas tras levantarse el secreto del sumario sobre las actividades profesionales de la mujer del presidente. En ninguno de los cientos de folios de las diligencias practicadas aparece el menor indicio delictivo contra Gómez. Lo que sí figura es un informe de la UCO de la Guardia Civil que la exculpa completamente de las acusaciones de tráfico de influencias. Pero a la vista de que el juez alude a Gómez como “investigada”, Feijóo ha hallado ahí la prueba de que Sánchez “mintió en la radio, mintió en la televisión y ocultó información a este Congreso”. Y con todo ello, el jefe de la oposición, como viene haciendo desde semanas atrás, acusó sin pruebas al presidente de “saber y tapar la trama”, una frase ya convertida en un latiguillo del discurso de Feijóo, que aplica tanto a un roto de Koldo García como a un descosido de Begoña Gómez.
El siguiente salto del presidente del PP consistió en urgir al jefe del Ejecutivo a que “deje de utilizar la noble causa del pueblo palestino” y “haga lo que tiene que hacer”. “Acabe con esto, no se puede seguir así”, zanjó su intervención. Es decir, que convoque nuevas elecciones, como él mismo le exigió ya el pasado domingo tras otra manifestación en la calle contra el Gobierno y como reiteraron en la sesión de control varios de los posteriores intervinientes del PP.
Sánchez optó por ignorar los ataques a su esposa y se agarró al gran reclamo de la campaña socialista: la ultraderecha. “Hazte Oír, Manos Limpias, el de la motosierra, Netanyahu… Toda la ultraderecha diseñando la política de oposición del PP”, se arrancó el presidente. “Fango, fango y más fango”. Afeó a Feijóo la entrevista del líder de Vox, Santiago Abascal, con el primer ministro israelí “animándole a continuar los bombardeos en Gaza”. Y reiteró con gran rotundidad lo que ya había dicho la pasada semana en una comparecencia ante la Cámara: “Quieren quebrarme, pero van listos”.
A partir de ahí, los populares se entregaron a un carrusel de acusaciones, siempre con el propósito de sembrar la idea de que este es un Ejecutivo “enfangado” y “cercado” por la “corrupción”, y como tal, incapacitado para seguir gobernando. Como suele ocurrir en estos casos, daba igual el tema por el que se preguntaba. Hasta el diputado Jaime de los Santos, que se interesaba por las políticas del Ministerio de Igualdad, acabó espetándole a la titular del departamento, Ana Redondo: “La única mujer que les preocupa es la mujer del presidente”. El portavoz del PP, Miguel Tellado, se sacó de la manga una inexistente imputación de “cohecho” contra Gómez, del mismo modo que José María Figaredo, de Vox, fabuló que la esposa de Sánchez está acusada de “adjudicar contratos a dedo”. Tellado preguntó al Gobierno si es el “cartel de Cali” y se pasó la sesión entera agitando como un abanico una fotocopia de un folio de las diligencias judiciales. Cayetana Álvarez de Toledo, tras añadir el inevitable ingrediente de ETA, acusó a la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, de proferir “consignas genocidas” contra Israel. Su compañero Jaime de Olano cargó así contra la también líder de Sumar: “Usted está donde está porque el amo [Sánchez] lo ordena”.
La única representante del Gobierno que entró al trapo de los ataques a la esposa de Sánchez fue la vicepresidenta primera, María Jesús Montero. En respuesta a la secretaria general del PP, Cuca Gamarra, que, entre otras cosas, se había burlado de la “lacrimógena” carta de Sánchez en abril, Montero le recriminó: “¿A quién quieren engañar? Si ustedes se hacen eco de una noticia de hace mes y medio, que es la apertura de esas diligencias, cuando posteriormente el informe de la UCO ha puesto de manifiesto que no hay nada de nada… Llevan más de dos meses chapoteando en ese barro”.
El Ejecutivo mostró que ha renunciado a la táctica del ‘y tú más’ con la que sí respondió en los primeros momentos del caso Koldo. Solo hubo leves alusiones. “Me parece entrañable que hablen ustedes de corrupción con todo lo que tienen detrás”, le dijo a Tellado el ministro de la Presidencia y Justicia, Félix Bolaños. “¿Ustedes me hablan de corrupción? Su corrupción es Rato [Rodrigo] en la cárcel?”, abundó Yolanda Díaz. El PP, por boca de Elías Bendodo, acabó protestando airadamente tras descubrir las cámaras del hemiciclo que, al concluir la intervención de Sánchez, la vicepresidenta Díaz, riendo y aplaudiendo a la vez, se dirigió a él exclamando: “¡A la mierda!”. Los populares solicitaron la dimisión de Díaz. Meses atrás, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, fue cazada en la tribuna de invitados del Congreso llamando “hijo de puta” a Sánchez. Para justificarse pretendió hacer creer que lo que en realidad había dicho era “me gusta la fruta”. Y desde entonces el PP lo ha convertido en un lema contra el Gobierno.
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