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La Policía frustra el intento del clan albanés Farruku de montar su primer macrolaboratorio de cocaína en España

Detenidos seis miembros de la banda y dos ‘cocineros’ colombianos cuando procesaban 400 kilos de droga en un chalé en Tarragona

Un mando policial muestra, este viernes, uno de los paquetes de cocaína intervenidos al clan albanés Farruku en la provincia de Tarragona.Foto: JAVIER LIZON (EFE)
Óscar López-Fonseca

No es la primera vez que se descubren sus actividades delictivas en España y se detiene a algunos de sus miembros, pero sí que se les arresta con un gran laboratorio de extracción de cocaína. La Policía Nacional ha anunciado este viernes la detención en Barcelona y Cambrils (Tarragona) de seis presuntos integrantes del clan Farruku, un grupo de origen albanés ligado al cartel de los Balcanes y considerado de los más activos en el narcotráfico mundial. Los arrestados habían levantado en una finca aislada un laboratorio de droga con capacidad para procesar en pocos días 400 kilos de estupefaciente —que había llegado a la Península disuelto en una tonelada de material de construcción— y obtener una partida con una pureza del 98%. En lo que va de año, es el quinto gran laboratorio de droga desmantelado por la Policía Nacional en España, aunque es el primero de cocaína. Los otros cuatro eran de estupefacientes sintéticos.

La operación revela un nuevo paso en la escalada criminal en España del clan Farruku, cuya presencia en la Península se conoce desde 2008. Empezaron cometiendo robos en domicilios ―se llegó a investigar su posible relación con el grupo que en 2007 asaltó la casa del empresario José Luis Moreno―, pero pronto se les vinculó con ajustes de cuentas y con el cultivo y tráfico de marihuana, que llegaron a monopolizar. Uno de sus presuntos cabecillas, Kreshnik Budilla, alias Niko, consiguió escapar de una operación desarrollada en abril del año pasado en la que fueron arrestados una quincena de sus integrantes en Madrid, Málaga, Toledo, Barcelona y Cádiz acusados de la introducción de 10 toneladas de cocaína y otros tantos de hachís que había sido intervenidas en los últimos años en Europa.

La Policía destaca que el clan Farruku dio hace tiempo el salto a traficar con cocaína ―que a veces adquieren en Sudamérica intercambiando cada kilo por otro de hachís― en una escalada que “le ha permitido desplazar en los cinco últimos años a los organizaciones colombianas y mexicanas en Europa”, según ha destacado este viernes el inspector jefe Alejandro Martín, de la Unidad de Drogas y Crimen Organizado (Udyco) de la Policía Nacional y uno de los responsables de las pesquisas. Los ahora detenidos no son capos del clan sino emisarios “encargados de las funciones de liderato y supervisión del laboratorio”, ha añadido el mando policial. Junto a ellos han sido arrestados dos cocineros (término utilizado en la jerga para referirse a los encargados de procesar la droga) venidos expresamente desde Colombia. Al grupo, muchos de cuyos miembros tienen vínculos familiares, se le atribuye una gran capacidad logística para distribuir alijos por todo el mundo, además de tener relación con el narcotráfico colombiano que, además de suministrarle la droga, les facilita precisamente mano de obra especializada en montar los laboratorios.

Según ha detallado la policía, la bautizada como Operación Korab se inició en abril, cuando la Udyco fue alertada, dentro de la colaboración policial internacional, de que dos presuntos miembros de este clan albanés se habían establecido en la provincia de Barcelona con el objetivo de montar un laboratorio de extracción de cocaína. Las pesquisas permitieron localizar a ambos en un chalé y detectar que se reunían con dos personas de origen hispanoamericano. Además, los presuntos mafiosos fueron vistos guardando en trasteros gran cantidad de garrafas transparentes etiquetadas como sustancia peligrosa que resultaron contener disolventes, imprescindibles para extraer la droga que llega disuelta en otros materiales. También se les observó durante el traslado de numerosas cajas y bolsas a una finca en una zona rural poco habitada y oculta tras abundante vegetación cercana a Cambrils.

Coincidiendo con estos últimos movimientos, la Policía se percató de que los sospechosos incrementaron las medidas de autoprotección, por lo que sospecharon que estaban terminando de montar el laboratorio y este iba a entrar en funcionamiento. Dejaron de usar automóviles de alquiler y empezaron a desplazarse en moto, lo que dificultaba a la policía seguirles. Además, los encuentros que mantenían entre ellos pasaron a ser fugaces y en lugares públicos, como aparcamientos de supermercados.

Finalmente, el 14 de mayo, y tras detectar una “frenética actividad” en la finca, la policía entró en el chalé y detuvo a los dos cocineros colombianos y a dos presuntos integrantes del clan. En la vivienda, los agentes encontraron el laboratorio con el que estaban extrayendo la cocaína que se ocultaba en una tonelada de un material de construcción blanquecino y consistencia pastosa parecido al yeso y conocido como terraplast, que había convertía el alijo en “prácticamente indetectable” en los registros aduaneros, según ha explicado el inspector jefe Martín.

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En el momento del arresto, el grupo ya había cocinado 25 kilos de clorhidrato de cocaína (la droga lista para el consumo) y estaba procesando otros 70 por diferentes sistemas, desde los más tradicionales de pulverización o secado en microondas a otros más complejos como filtradoras de presión. Los agentes estiman a que, una vez terminado el proceso, podían haber obtenido entre 400 y 600 kilos de cocaína. También localizaron 6.000 litros de productos químicos (cuyo vertido, una vez usado, podría haber provocado problemas ambientales en la zona) y la parafernalia utilizada para prensar la droga en paquetes. Los otros cuatro integrantes del clan fueron arrestados en viviendas de la provincia de Barcelona, donde se intervinieron 52 kilos de cogollos de marihuana, con cuya venta el grupo supuestamente financiaba el funcionamiento del macrolaboratorio.

Sobre la firma

Óscar López-Fonseca
Redactor especializado en temas del Ministerio del Interior y Tribunales. En sus ratos libres escribe en El Viajero y en Gastro. Llegó a EL PAÍS en marzo de 2017 tras una trayectoria profesional de más de 30 años en Ya, OTR/Press, Época, El Confidencial, Público y Vozpópuli. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.
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