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El PP consuma el veto a la amnistía en el Senado sin rebajar su discurso más duro

ERC se atribuye la iniciativa de la medida de gracia y lamenta que Junts la “ridiculizase”

Los senadores del PP se felicitan tras el rechazo de la Cámara a la ley de amnistía.
Los senadores del PP se felicitan tras el rechazo de la Cámara a la ley de amnistía.Alvaro Garcia
Xosé Hermida

Solo un detalle permitía adivinar que el pasado domingo algo sucedió en Cataluña: esta vez se abandonaron los vaticinios de que la amnistía envalentonará al independentismo. Por lo demás, el PP consumó este martes el veto del Senado a la ley que prevé las medidas de gracia a los implicados en el procés con el discurso de siempre, entre alarmantes advertencias sobre las consecuencias de una norma que “desmonta nuestra democracia”. Fueron los socialistas quienes esgrimieron desde el primer momento su triunfo electoral en Cataluña, sin mentar directamente el retroceso del independentismo, para insistir en la idea de que las urnas han “convalidado la apuesta de Pedro Sánchez”. Tras el rechazo del Senado, donde el PP tiene mayoría ―149 votos contra 113 favorables― la ley se devuelve al Congreso, que prevé aprobarla definitivamente el próximo día 30.

La amnistía, el gran huracán que agitó la política española en los últimos meses, quedó sorprendentemente fuera de la campaña catalana, el lugar donde se aplicará. El PP obvió el asunto en sus mítines y tampoco quiso que el trámite final de su rechazo en el Senado coincidiese con los días previos a las elecciones. Todo quedó pospuesto para este martes y, una vez que el resultado de la votación estaba decidido de antemano, el gran interés del debate residía en comprobar cómo el veredicto de las urnas ha influido en el discurso de los partidos.

El PP inició el día con un aparente gesto de distensión, la retirada del simbólico conflicto de competencias con el Congreso a propósito de la amnistía. Pero en cuanto comenzó el pleno, sonaron las primeras salvas dialécticas de su portavoz, Alicia García, y quedó claro que la intensidad de los ataques no se iba a reducir ni un ápice. A los pocos segundos, García estaba hablando de “fraude democrático” y ya no se detuvo: “Mercadeo político”; “acto de corrupción política jamás visto en nuestra democracia” y “en ningún otro país”; “ataque contra la cohesión y la convivencia”, fruto del “plan de ambición personal” del “sanchismo endiosado”… En definitiva, la amnistía forma parte de una “deriva populista hacia una adulteración iliberal de nuestra democracia”, sentenció García, sin la menor mención a los resultados del 12-M ni al fuerte retroceso del independentismo. Al contrario, acabó dejando caer de nuevo que habrá referéndum de autodeterminación.

Tras esa retahíla, poco le quedaba por decir a Paloma Gómez Enríquez, de Vox, que se extendió en argumentos jurídicos para sostener la inconstitucionalidad de la norma, sin entrar en las alertas sobre la supuesta agonía de la democracia en España. Aunque sí descubrió otros daños insospechados de la amnistía, que incluso contribuirá a la “destrucción de la familia”. “Pues yo no veo más perjuicios de esta ley que en el orgullo patrio de algunos”, comentaría más adelante Igotz López, del PNV. La otra voz contraria a la amnistía fue la de Mar Caballero, de UPN, aunque en un tono más sosegado y con el argumento principal de que la norma “no responde a ningún interés público, sino a uno personal y partidista”.

Las elecciones catalanas irrumpieron en el debate en cuanto tomó la palabra el primer socialista. “España no se rompe, Cataluña no se va y al PP se le rompe el discurso”, proclamó en tono triunfalista el senador Antonio Magdaleno. “Se ha demostrado que si alguien tiene la capacidad de unir somos los socialistas”.

Los oradores de la izquierda atacaron con dureza al PP por lo que entienden como una manipulación partidista del Senado para prolongar durante los dos últimos meses el trámite de la ley, empezando por una reforma unilateral del reglamento que impidió que se solventase por vía de urgencia, como así había llegado desde el Congreso. “Una gran pantomima”, abrió fuego Magdaleno. Y tras él se sucedieron las descalificaciones. Los catalanes Sara Bailac (ERC) y Josep Lluís Cleries (Junts) hablaron de “filibusterismo”; Carla Antonelli (Sumar), de “las peores mañas de los perdedores fracasados”; la navarra Uxue Barkos (Geroa Bai), de “astracanada” y el vasco Gorka Elejabarrieta (EH Bildu) definió la Cámara baja como el “alcázar particular” del PP.

Los independentistas tampoco aludieron directamente a los resultados electorales, aunque ERC, la gran damnificada del 12-M, sí dejó escapar señales de su abatimiento. Primero Bailac y luego Joan Josep Queralt subrayaron que su formación inició ya en 2019 la batalla por la amnistía y fue “ridiculizada por ello”, en clara alusión a Junts. “Hemos abierto camino y quien va por delante se lleva los rasguños”, dijo Bailac a modo de justificación de su batacazo electoral, aunque sin citarlo expresamente. Cleries, de Junts, no entró en la controversia y prefirió dejar sentado que su formación seguirá reclamando el referéndum de autodeterminación, asunto que tampoco ERC olvidó consignar. Por ahí discurrió asimismo Elejabarrieta, de EH Bildu, al reclamar que en esta legislatura “se tiene que abordar ya y sin demora” el reconocimiento de un “Estado plurinacional”.

En la bancada socialista se vivieron momentos de entusiasmo con la intervención de su compañero José María Oleaga. El senador vasco hizo un repaso histórico a las posiciones de la derecha, desde las reticencias iniciales de Manuel Fraga y José María Aznar ante la Constitución hasta el rechazo a las leyes del divorcio, el aborto o el matrimonio igualitario. Dirigiéndose a los escaños populares, Oleaga repetía un estribillo cada vez que citaba uno de esos temas: “¿Con quiénes están de acuerdo ahora, con los socialistas o con sus dirigentes de entonces?”. El popular Antonio Silván acudió presto a rebatirle con lo que tenía más a mano: el cambio de opinión de los socialistas respecto a la amnistía. “¿Con quiénes están de acuerdo, con los socialistas de antes del 23-J o con los de ahora?”, parafraseó a Oleaga entre el regocijo de los suyos. Y, para intentar rebajar la euforia de los socialistas, culminó: “En Cataluña no se ha votado la amnistía”.

En las filas socialistas no acudió a votar el expresidente de Aragón y secretario general del partido en esa comunidad, Javier Lambán, crítico con la amnistía. Lambán explicó en una carta al portavoz del grupo, Juan Espadas, que votar junto al resto de sus compañeros habría supuesto una “insoportable deslealtad” con las posiciones que ha mantenido públicamente.

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.
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