Sánchez busca cómo salir de la tormenta perfecta
El ‘caso Koldo’ remata una semana catastrófica que comenzó con el fiasco gallego. El PSOE intenta cerrar la amnistía para apuntalar la legislatura. El presidente presiona a Ábalos, pero nadie lo llama para pedir el escaño
En el PSOE ya sabían que la semana iba a ser mala. Pero nadie preveía que sería tan catastrófica. El incendio por el desastre electoral en Galicia, que devolvió al primer plano la debilidad territorial del PSOE que tuvo su precedente en las andaluzas de 2022 y las autonómicas de 2023, antecedió a una tormenta política mucho más peligrosa: el estallido del caso Koldo, en el que se investiga el presunto enriquecimiento con comisiones por varios contratos de mascarillas en plena pandemia de Koldo García, uno de los principales colaboradores de José Luis Ábalos, exministro de Fomento y ahora diputado por Valencia. Un golpe directo a la reputación en la lucha contra la corrupción, una de las banderas de Pedro Sánchez, que llegó a La Moncloa en 2018 tras una moción de censura contra Mariano Rajoy espoleada por la sentencia del caso Gürtel. Sánchez intenta cortar cuanto antes la sangría y el sábado fue tajante: “El que la hace la paga”, sentenció en un acto de la Internacional Socialista en el que se declaró “implacable” contra la corrupción. “Venga de donde venga y caiga quien caiga”, insistió.
Sánchez se reivindicó como defensor de una “ejemplaridad absoluta que no entiende de colores”. Parecía un mensaje a Ábalos para que deje el acta de diputado, similar al que el día anterior lanzó la vicesecretaria general, María Jesús Montero. Pero lo cierto es que el presidente no citó al que fuera un hombre clave de su núcleo duro, y nadie de la dirección lo ha llamado para pedirle expresamente que deje el acta. Las horas pasan y el caso no para de desgastar al Gobierno. Por la noche, Ábalos, en La Sexta, no se dio por aludido por estas palabras. “Yo no estoy implicado”, dijo, e insistió, como en la entrevista de EL PAÍS, en que pensará con su partido si dimite, pero no porque lo pida la derecha.
La oposición no se conformaría con la caída de Ábalos. Apuntan directamente a Sánchez, al que el PP ve como “líder de la organización criminal de la trama Ábalos”. El PP y Vox han hecho de este asunto la cuestión central del desgaste. “Cómo será la cosa que el PP ha dejado de hablar de la amnistía”, resume un líder territorial socialista. Y es cierto. Después del giro de Alberto Núñez Feijóo en plena campaña gallega, cuando dijo que estudió 24 horas la amnistía, habló de “reconciliación” y abrió la puerta a un indulto a Puigdemont si se arrepentía, La Moncloa confiaba en que la crítica del PP a la amnistía quedaría muy tocada. Pero nadie contaba con que el PP no la necesitaría porque tendría un asunto más jugoso para golpear al Gobierno. Basta ver la agenda prevista para la sesión de control del miércoles: seis preguntas y una interpelación sobre el caso Koldo, ninguna sobre la amnistía.
¿Cómo salir de esta tormenta perfecta? Es la gran pregunta que se hacen en La Moncloa y en la dirección socialista. Sánchez lanza un mensaje de contundencia y en el PSOE esperan que Ábalos renuncie al acta por su propia voluntad. En la cúpula han estudiado a fondo la documentación judicial que ha trascendido, y han concluido que está muy limitada a Koldo García y su familia, sin que el propio Ábalos aparezca directamente, a pesar de lo cual creen que debería dimitir por ejemplaridad y responsabilidad política. En la dirección del PSOE esperan acontecimientos y están muy pendientes de la investigación, pero confían en que los hechos queden circunscritos a García.
Hasta que estalló el caso, el miércoles, Sánchez estaba tranquilo, confiado en que las elecciones gallegas eran un golpe duro, pero gestionable —además, ahora vendrán las vascas, mucho más favorables a los socialistas—. Su equipo estaba, y está, centrado precisamente en lo contrario, en apuntalar la legislatura con la ley de amnistía y después los Presupuestos. Las negociaciones con Junts son intensas estos días y Sánchez confía en que habrá acuerdo.
El presidente está convencido de que si logra eso tiene casi cuatro años por delante para gestionar la recomposición del partido en Galicia y otras autonomías, y para desarmar la oposición del PP con la amnistía. “Tengo todo el tiempo del mundo”, resumió en una conversación con los periodistas en el avión durante el viaje a Marruecos. Pero el caso Koldo ha cambiado esos planes y ahora lo urgente es mostrar contundencia. “No hay más salida que la asunción de responsabilidades y la máxima transparencia”, señala un ministro. Todos esperan acontecimientos inminentes, pero en la cúpula también recuerdan que Ábalos, como apuntó Montero, es quien tiene que tomar la decisión porque no hay nada que lo incrimine directamente.
Más allá del caso Koldo, en el PSOE hay una inquietud de fondo por la debilidad territorial del partido en la que Sánchez ha decidido trabajar a fondo. Galicia ha sido algo más que un susto. Los trackings internos advertían de la pérdida de diputados el 18-F, pero ningún sondeo pronosticó cinco escaños —de 14 a 9— y 45.000 votos menos. La zozobra cundió cuando José Ramón Gómez Besteiro, que había sido nombrado candidato en octubre, quedó por debajo de los dos dígitos. Al día siguiente, Sánchez lo apoyó en la reunión de la dirección del PSOE a puerta cerrada como “el mejor candidato [en Galicia] desde Emilio Pérez Touriño”, que fue candidato en 2001 —tercero, tras el BNG—, 2005 —presidió la Xunta en un bipartito con los nacionalistas— y 2009. Uno de los reproches que Besteiro recibió en la campaña era que no había renunciado al acta en el Congreso. Lo hará la semana que viene para volcarse en Galicia, según fuentes de su entorno.
Sánchez habló en la Ejecutiva del PSOE del lunes de la necesidad de “consolidar liderazgos fuertes” en las comunidades autónomas, “que incluso trasciendan la marca”, y esa idea causó cierto recelo entre los cuadros intermedios socialistas. Líderes territoriales afines o críticos con Sánchez coinciden en que su “hiperliderazgo” les sumó en 2019, pero los penalizó el 28-M, hasta el punto de perder sus ejecutivos, y demandan “autonomía”. “No se puede llevar una campaña con mando a distancia desde Madrid. Ni lanzar el mensaje de que lo importante era sumar con el BNG, porque la gente prefirió a [Ana] Pontón, candidata de su partido desde 2016″, lamentan en el PSdeG. También reclaman “paciencia”: siete de los 17 secretarios generales se estrenaron en 2021. “Hay que respetar los liderazgos que surgen de forma natural en el territorio” en vez de “soluciones mágicas” cortoplacistas. “El remedio no puede ser más Pepus Hernández”, zanja un barón en alusión al exseleccionador de baloncesto, otra apuesta personal de Sánchez, con el que el PSOE obtuvo su peor marca en el Ayuntamiento de Madrid.
La esperanza a la que se aferran los socialistas es la convocatoria el 21 de abril de las elecciones vascas. Las expectativas son muy distintas a las de Galicia. Para empezar, por la robustez del PSE-EE, una federación en orden frente a la crisis sistémica en el PSdeG, que desde 2009 ha tenido cinco candidatos a la Xunta en otras tantas elecciones. Los socialistas vascos, que en las generales del 23-J fueron primera fuerza, lo que no sucedía desde 2008, aspiran a ser de nuevo la llave de la Lehendakaritza, en la que han cogobernado las dos últimas legislaturas con el PNV. Su candidato, Eneko Andueza, con un discurso contundente frente al independentismo, fue elegido secretario general en 2021, preparando así la transición con la vicelehendakari Idoia Mendia.
En el horizonte también están las catalanas, una de las plazas más fuertes para los socialistas. Pero antes, en junio, llegarán las europeas, que el PP quiere convertir en un nuevo plebiscito. Y ahí los socialistas sí corren un riesgo serio de sufrir un golpe, porque será difícil movilizar a su electorado en unas elecciones con poca participación, mientras la derecha parece más activada para dar un voto de castigo al Gobierno. En cualquier caso, Sánchez insiste en que, pese al ambiente de máximo dramatismo que se vive de forma permanente en la política española, es solo el principio de la legislatura. Hay muchísimo tiempo por delante y todo lo que ahora parece una montaña imposible de superar, quedará atrás, siempre que haya una mayoría para seguir haciendo políticas sociales y una gestión económica que mantiene unos datos mejores que otras economías europeas y con niveles récord de empleo y de beneficios empresariales. Pero, antes de todo eso, Sánchez tendrá que salir de la tormenta perfecta en la que lo ha metido el primer caso de corrupción que afecta directamente a su Gobierno. Y la semana será decisiva para buscar esa salida.
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