La trastienda de un superpleno de 12 horas, una negociación de infarto y una votación endiablada: “¡No vamos a ceder en eso!”
Los equipos del Gobierno, Junts y Podemos mantuvieron conversaciones hasta el último minuto antes de emitir sus apoyos en la sesión parlamentaria de convalidación de los primeros decretos de la legislatura
A las nueve de la mañana del miércoles entró en el hemiciclo del Senado Félix Bolaños zafándose de una marabunta de periodistas. “¡Madre mía, madre mía, madre mía!”, exclamaba el ministro de la Presidencia, uno de los principales interlocutores del agónico proceso de negociación mantenido por el Gobierno durante las últimas horas para sacar adelante los tres decretos que pretendía convalidar en el pleno. Ni una palabra de la posición que finalmente adoptaría Junts. Tampoco de Podemos. Pero es que a esa hora, los contactos con ambas formaciones seguían entre los pasillos de la Cámara alta, donde se celebró el debate por encontrarse el hemiciclo del Congreso en obras. Bolaños vaticinó entonces una jornada “intensa”. Lo que vino después sobrepasó con creces las expectativas del ministro.
Tanto Bolaños como el secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, se pasaron toda la mañana de idas y venidas al teléfono, escabulléndose por los recovecos del Senado, para muchos diputados desconocido. “¿Pero dónde está el baño?”, exclamó la presidenta del Congreso, Francina Armengol, deambulando desconcertada en uno de los recesos, en medio de una sesión que acabó durando 12 horas tras encadenarse una vicisitud tras otra. Con el móvil en la mano salía Bolaños hasta de los servicios. También al teléfono se pasó Cerdán la mayor parte de la jornada, fuera del hemiciclo. Tan intensas debían de ser las conversaciones que el dirigente socialista, enfermo y con mascarilla, se tapaba la boca con la mano para evitar que le leyeran los labios pese a que ya los tenía cubiertos. Fuentes socialistas confirmaban conversaciones “al más alto nivel” de Cerdán que se sucedían mientras se celebraba el debate.
La que también abandonó su escaño fue Miriam Nogueras. La portavoz de Junts estuvo ausente la mayoría del tiempo hasta que intervino en su turno de palabra sobre el decreto anticrisis, el tercer texto en discutirse, en torno a las 13.00. Todavía a esa hora el voto de Junts era una incógnita. La expectación era tal que cuando la diputada subió a la tribuna cesó el intenso murmullo y hasta parlamentarios del PP, como Elías Bendodo y Miguel Tellado, se pusieron el auricular para escuchar la traducción simultánea del catalán, en un gesto inusual para los populares. Se da la circunstancia de que en el Senado no había subtítulos en las pantallas para seguir las intervenciones en lenguas cooficiales, como sí ocurre en el Congreso. Al término de la intervención de Nogueras, los diputados ponían caras de desconcierto: la portavoz de Junts mantenía la incertidumbre sobre su voto.
Yolanda Díaz también se movía para intentar que su decreto no decayera. La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo estaba esperando el sí o la abstención de Junts para intentar rematar la negociación con Podemos. El secretario de Estado de Empleo, Joaquín Pérez, dependiente de la cartera de Trabajo, no se separaba de su equipo ni un minuto entre bambalinas. A su departamento afectaba uno de los principales obstáculos que trataba de sortear Díaz: Podemos se resistía a votar a favor de su decreto al considerar que supone un “recorte” al subsidio por desempleo para mayores de 52 años. “¡No vamos a ceder en eso!”, se escuchaba en los corrillos del Ministerio de Trabajo.
Aunque Sumar no compartía la “esencia” de la crítica, Joaquín Pérez citó a Podemos en una sala del Senado para intentar salvar el decreto “por responsabilidad”, incluyendo la enmienda solicitada. Pero la diputada de Podemos Noemí Santana no se presentó, según fuentes del gabinete de Díaz. Poco después, en torno a las 15.00, la líder de Podemos, Ione Belarra, confirmaba ante los medios una de las bombas del día: votaban en contra del decreto de Trabajo y hacían caer el texto.
Desde Podemos argumentan que habían avisado al Gobierno de que emitirían su voto a las 14.30. Y que recibieron la comunicación de la reunión minutos antes de ese límite, después de días en los que Trabajo se negó de plano a incorporar su petición. En cualquier caso, la formación de Belarra no confiaba en que el cambio se incorporara como enmienda porque durante la tramitación del proyecto de ley serían necesarios los votos de otros partidos como Junts y PNV, “no de izquierdas”, según fuentes del partido.
Entretanto, el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, miraba los toros desde la barrera a la espera de que el Gobierno recibiera su primer gran varapalo. El jefe de la oposición entraba al hemiciclo solo cuando intervenían diputados de su partido y se burlaba del Ejecutivo en los pasillos del Senado. “Valle Inclán está escribiendo hoy su próxima novela. Esto es un esperpento”, ironizaba Feijóo, que insistía en que Carles Puigdemont estaba exhibiendo desde Waterloo su capacidad de “humillar” al Gobierno al mantenerlo en vilo todo el día.
El debate acabó con la discusión de las dos enmiendas a la totalidad de la ley de amnistía registradas por PP y Vox. Después, Armengol hizo un parón de 10 minutos antes de emitir el veredicto. La Junta de Portavoces había decidido que la votación de los tres decretos, del techo de gasto, de la senda de déficit y de la iniciativa de Vox se hiciera telemáticamente desde las 9.30 y hasta las 15.00 porque el Senado no tiene 350 puestos para poder votar apretando el botón, ya que el número de senadores es inferior. El Partido Popular denunció durante la mañana que 30 diputados de su grupo tenían problemas informáticos para emitir su voto porque el sistema colapsó, según fuentes el Congreso, que decidió ampliar el plazo hasta las 15.30 para que “nadie” se quedase sin votar.
Sobre las 18.00, Armengol anunciaba los resultados de la votación telemática tras recibirlos de uno de los letrados del Congreso en una carpeta roja. Y entonces otra sorpresa. Junts no había votado en lo que suponía en realidad una abstención y facilitaba el decreto ómnibus, pero había un empate en el decreto anticrisis por el error del diputado de Sumar Gerardo Pisarello. Para resolver ese empate, la presidenta del Congreso anunciaba que la votación se repetiría telemáticamente. Pero el portavoz del PP, Miguel Tellado, se levantó e hizo uso de su facultad para pedir que se repitiera, pero por el sistema de llamamiento. Es decir, de viva voz cada diputado desde su escaño, como así se había producido también la de su enmienda a la ley de amnistía. Pedro Sánchez no había acudido en todo el día al Senado. Ni siquiera en ese momento.
Ante la nueva sorpresa, Armengol consultaba a toda prisa con el letrado mayor qué hacer al respecto. Él repasaba los folios del reglamento buscando la solución: la decisión fue efectivamente repetir las votaciones por llamamiento, pero a las 19.30, en torno a una hora después. Al poco tiempo hizo entrada el presidente del Gobierno en los pasillos del Senado. Luego llegó la votación y el paquete anticrisis salió adelante después de una jornada de infarto. Sobre las 20.45, Sánchez se levantó del escaño con una enorme sonrisa entre aplausos de los suyos, mientras el ministro de Transportes, Óscar Puente, daba palmaditas en la cara a Santos Cerdán. El presidente del Gobierno había vuelto a salir triunfal y a salvar los muebles en el último momento. Aunque esta vez no del todo.
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