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La cara visible de la lucha contra el narco del Estrecho se retira: “La autopista del hachís se ha convertido en muchas carreteras comarcales”

El portavoz de OCON, la unidad que se creó en la Guardia Civil para luchar contra el narcotráfico en el sur, pasa a la reserva después 38 años de servicio

Guillermo Alonso, responsable de comunicación y prensa, hasta hoy, de OCON (el mando de la Guardia Civil creado para luchar contra el narco), en Sevilla.
Guillermo Alonso, responsable de comunicación y prensa, hasta hoy, de OCON (el mando de la Guardia Civil creado para luchar contra el narco), en Sevilla.PACO PUENTES
Jesús A. Cañas

Su cara se hizo tan famosa para los periodistas que cubren informaciones de narcotráfico en el estrecho de Gibraltar, como para los protagonistas de esos sucesos. Guillermo Alonso (Sevilla, 56 años) lo mismo participaba de un registro en una de esas casas cuajadas de brillos y excentricidades, que prestaba luego su cara para explicar a los medios cómo había sido el operativo protagonizado por el OCON Sur (Organismo de Coordinación de Operaciones contra el Narcotráfico), la unidad creada en 2018 en la Guardia Civil para luchar contra una situación “desbordada” en el Campo de Gibraltar. Ahora, tras 38 años de lucha contra el narco —con idas y venidas y desempeños en otras zonas y tareas en Andalucía—, Alonso pasa a la reserva con un OCON ya reorganizado y subdividido en comandancias y la certeza de que la lucha contra el tráfico de drogas va para largo: “Mientras haya demanda, habrá oferta”.

Pregunta. ¿Cómo resumiría estos años de lucha contra el narco que ha tenido en su carrera, divida en dos etapas? ¿Han cambiado mucho en su forma de ser y de alijar?

Respuesta. Ellos van renovándose continuamente y tienen capacidad económica para innovar. Entonces es una lucha constante. La sociedad está muy influenciada por las redes sociales y eso se nota en ellos también a la hora de actuar. Ahora, les gusta más fardar. Las series y películas sobre narcos han hecho daño porque se ven como héroes, cuando son delincuentes. No son las generaciones de los años noventa. Desde que yo iba por la zona de Algeciras, entonces, cuando eran contrabandistas que se dedicaban al hachís, a la situación actual, ha influido mucho ese cambio en las redes sociales donde todos colocamos lo que nos interesa y queremos fardar.

P. ¿En qué situación diría que se encuentra ahora el narcotráfico en Andalucía y en el Estrecho, después de todo el cerco policial?

R. Hace unos años el Campo de Gibraltar era una autovía de narcolanchas. A partir de la presión se ha convertido una carretera comarcal, pero claro, hay muchas comarcales ahora mismo, como la zona de Almería. De hecho, se han expandido y están trabajando no solo por Andalucía, sino por el Levante y otros sitios. Las organizaciones del Campo de Gibraltar se han ido ampliando y asociándose con otras. No es que no hubiese organizaciones de narcotraficantes en otros sitios, las había de siempre. Pero las más potentes del Campo de Gibraltar se han asociado con esas locales para sacar un beneficio. Es lo que sería una cooperativa en la que cada uno se lleva en función de lo que invierte. Unos pueden hacerlo en la colla [argot con el que se conoce a los miembros de las mafias que descargan el hachís en la playa], otros en las tripulaciones o en el repostaje.

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P. ¿Cómo fue ese primer impacto para ustedes cuando, en 2018, se encontraron con la preocupante situación del Estrecho?

R. La situación se había desbordado. En los noventa, aunque hubiese algo de hachís, había principalmente tabaco en la zona del Campo de Gibraltar, concretamente, en La Línea. Yo estaba en la unidad del GRS y nos mandaron allí porque la situación se había desmadrado. Quitaban la carga de tabaco, se enfrentaban, tiraban piedras y hubo que revertir la situación. Años después, pasó lo mismo en Barbate, que también se desbordó. Llega un momento en que ellos se creen que son más fuertes que el Estado. Pero papá Estado está ahí y pone pie en pared. Fue lo que pasó en 2018, que se dijo que aquello no podía continuar. El Ministerio del Interior hizo el Plan Especial de Seguridad y la Guardia Civil hizo sus deberes.

P. En las numerosas operaciones con registros que han realizado, usted siempre estaba ahí, ¿hay alguna anécdota que recuerde de esos momentos de tensión y, a la vez, de largas esperas con los detenidos?

R. Hay gente que actúa en principio muy gallito, que piensa que no tenemos nada contra él, que él es muy potente y que no lo vamos a pillar. Luego cambian cuando en el registro encontramos algo y pierden toda su altivez. Recuerdo una entrada en Sanlúcar de Barrameda de mi primera etapa contra el narcotráfico. Había una señora que, desde que entramos en la casa, no hacía más que insultarnos. Decía que la teníamos tomada contra su marido. En un momento dado, miró a los ojos de su marido y él agachó la cabeza y se dio cuenta de que estaba escondiendo algo. Ahí tuvimos que coger y sujetarla para que no lo agrediese. No le dio una paliza de milagro.

Llega un momento en que ellos se creen que son más fuertes que el Estado. Pero papá Estado está ahí y pone pie en pared

P. La Fiscalía Antidroga del Campo de Gibraltar habla de que el narcotráfico ha hecho que se pierdan generaciones enteras, infiltradas por la droga, ¿está de acuerdo con el análisis?

R. Claro, ahí estamos hablando de que la solución policial tiene que ir acompañada de muchas otras: social, educacional… Cuando llegué en los noventa al Campo de Gibraltar, los niños jugaban por la playa corriendo con una narcolancha atada a una cuerda, ahora serán teledirigidas. Es lo que ocurre cuando algo está tan imbuido en la moral y ellos lo ven como algo normal. A principios de los años 2000, en las Tres Mil Viviendas de Sevilla, fuimos a un registro y al señor al que íbamos a detener le dio un ataque de ansiedad. Bajó la mujer y reunió a varios chiquillos y, cuando llegó la ambulancia, señaló a los sanitarios y dijo: ‘Esos son los buenos’. Luego señaló a la policía autonómica que estaba colaborando con nosotros y añadió: ‘Y esos son los malos’. Esa mentalidad la están mamando desde chicos y difícilmente eso se va a poder cambiar.

P. ¿Ha vivido situaciones de presión o tensión con los narcos? ¿Cómo lo ha vivido su familia?

R. Hombre, la familia, preocupada. Nunca les decía dónde iba, cuando salíamos de viaje. Siempre me hacía un selfi y se lo enviaba y les decía: ‘Estoy bien, estoy en este sitio’. Mis hijos y su mujer son muy conscientes de mi trabajo y esa preocupación la tienen. Lo que asumes como algo rutinario, no lo es. Los narcotraficantes claro que me conocían. Algunos, hasta se sabían mi nombre. Pero, bueno, yo me ponía en el lugar de los compañeros que se pasan un año trabajando en las investigaciones y tenía que hacer mi trabajo lo mejor posible para que su trabajo se viese reflejado a la gente y a sus propias familias.

Clan de los Pantoja
Operación de OCON Sur en la que se detuvo al narco Pantoja en Algeciras el pasado año A. Carrasco Ragel (EFE)

P. ¿Cómo ve la reorganización que se ha hecho de OCON para disgregarlo en las distintas comandancias andaluzas?

R. Era una cosa que no podía continuar, había que hacer lo que finalmente se ha hecho. Había que reforzar las unidades de las comandancias porque la gente que estaba en el OCON eran personas que venían de otras que estaban dejando cojas. El personal es limitado, si lo quitas de especialidades, estás haciendo un buen trabajo, pero estás fastidiando a otras unidades. Todo no deja de ser importante. El CRAIN [el mando de inteligencia contra el narco que se creó a la par que OCON sur] continúa. Es importante hablar del blanqueo de capitales y las relaciones internacionales con otras policías, que se ha hecho muy bien durante estos años.

P. El final de su etapa ha coincidido con la investigación al exjefe de OCON, David Oliva, por supuesta revelación de secretos y cohecho, ¿cómo lo ha ha vivido?

R. De ese tema no puedo hablar. No puedo responder a la pregunta, aunque ya me gustaría.

P. ¿Hacia dónde cree que evoluciona el narcotráfico del Estrecho?

R. Hay una cosa clara: hay una oferta, pero también una demanda en el narcotráfico. Mientras no se cambie la educación de nuestros hijos —me refiero a la educación general de nuestros adolescente— para que no sigan teniendo interés por la droga... Viene por las ganas de una diversión rápida, de ahí su uso. La droga es una manera de estar rápidamente colocado. No es otra cosa. El alcohol era más lento y ahora ya la droga garantiza esa velocidad. Mientras que haya esa demanda, evidentemente habrá una oferta, habrá gente que se dedicará a eso. Y si hablamos de hachís, la oferta está en Marruecos y en Europa está la demanda. Si no hubiera esa demanda, Marruecos no vendería esa droga. Aunque esa solución, por supuesto, no compete a la Guardia Civil. Pero sería muy importante poder trabajar con esos jóvenes y que esa demanda, si no desapareciera, por lo menos que se disminuyera ostensiblemente.

Sobre la firma

Jesús A. Cañas
Es corresponsal de EL PAÍS en Cádiz desde 2016. Antes trabajó para periódicos del grupo Vocento. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Sevilla y es Máster de Arquitectura y Patrimonio Histórico por la US y el IAPH. En 2019, recibió el premio Cádiz de Periodismo por uno de sus trabajos sobre el narcotráfico en el Estrecho de Gibraltar.

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