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Un día cualquiera en Sanxenxo

El único bullicio de la localidad pontevedresa es el de un grupo de fotógrafos que deambula buscando un lugar donde hacer guardia por si a Juan Carlos I le da por aparecer

El puerto náutico de Sanxenxo (Pontevedra) a última hora de la tarde de este miércoles, primer día de la visita del rey Juan Carlos. Foto: ÓSCAR CORRAL | Vídeo: EPV
Manuel Jabois

Fue una Semana Santa de las grandes en Sanxenxo. Muy buen tiempo, playas llenas, terrazas atestadas de gente y paseo marítimo por el que no se podía caminar. Reencuentros de amigos, vinos al sol, comidas a las cuatro de la tarde en Albatros, sobremesa en El Aviador, playa en Silgar, cena en Villalustre, noche en Dorsia y Glasgow. Es decir, la radiografía de un día cualquiera de Sanxenxo en verano. ¿Cuál es un día cualquiera en Sanxenxo un miércoles 19 de abril con la misma temperatura, una playa espléndida y un sol tremendo? El paraíso pero sin gente, o sea, el paraíso doble. ¿Y si los telediarios nacionales, las radios, los diarios y las webs están pendientes del pueblo porque el rey emérito de España, un monarca exiliado, regresa pisando Sanxenxo, su última y pequeña patria dentro de lo que un día fue su país?

Bien: nada. Los restaurantes del puerto echan el cierre en torno a las cuatro, pasean tres parejas por el centro, en la playa hay unas 20 personas, y el único bullicio, mínimo, es el de un grupeto de fotógrafos que deambula, sin suerte, buscando un lugar en el que hacer guardia por si a Juan Carlos I le da por aparecer; sin suerte, porque casi todo está cerrando después de dar las comidas. En el Real Club Náutico, centro de operaciones de la tripulación del Bribón que comandan Pedro Campos y el rey emérito, y donde Juan Carlos de Borbón es sagrado, nadie dice nada; en su lujoso restaurante a pie de puerto, La Taberna del Náutico, comen unos pocos comensales. Es un día estupendo para pasarlo en Sanxenxo, pero hay, como ocurre en temporada baja, poquísimas almas. Y del rey emérito el único rastro son las muy poco visibles medidas de seguridad. “Los que somos de aquí nos damos cuenta”, explica el camarero de uno de los restaurantes aún abiertos. ¿Cómo? Gente en barcos que se sabe que no tienen actividad, personas allí sentadas desde el día anterior. Pisos vacíos, desocupados, en la avenida de León en los que de repente hay luces. Un helicóptero —esto ya menos discreto— que sobrevuela el pueblo desde el miércoles. Y, si cuando el emérito que aún no había caído en desgracia se alojaba en casa de Campos, la seguridad copaba el vecino Hotel Nanín, ahora al parecer alquilan una de las casas de al lado.

Puerto náutico de Sanxenxo, el miércoles.
Puerto náutico de Sanxenxo, el miércoles. ÓSCAR CORRAL

Es imposible, este miércoles, que alguien esté en Sanxenxo y sepa que el pueblo está en boca de todos los medios porque aquí se aloja ya, y hasta el domingo, Juan Carlos I de Borbón. Frialdad en el alcalde, Telmo Martín, que dice no saber nada de lo que hará el monarca; indiferencia de la Xunta; hostilidad sorda en La Moncloa y La Zarzuela. El rey emérito quiere regatear en el Bribón, con su tripulación, en el pueblo que lo ha adoptado, pero aquí la gente no se entera del amor que le profesa Juan Carlos de Borbón. O, si se entera, no lo hace patente. Veremos los próximos días. De momento, el viernes hay prevista una manifestación a las ocho de la tarde bajo el lema “nin reis nin corruptos” (ni reyes ni corruptos) con dos montajes de Juan Carlos I y Felipe VI (con los ojos tachados) y convocada, entre otros, por el Partido Comunista Galego y Esquerda Unida. Si tiene el éxito de la anterior, hace un año, tampoco nadie se enterará, por ese lado, de que el rey emérito está en Sanxenxo.

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

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