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Pedro Sánchez conecta el cambio de España sobre el Sáhara con la menor inmigración irregular desde Marruecos

La derecha y sus socios del bloque progresista afean con dureza al presidente en un debate sobre política internacional que no se haya explicado la razón de ese giro histórico

La bancada del PP aplaude a su portavoz, Cuca Gamarra, abajo a la derecha, este miércoles en el Congreso.Foto: EDUARDO PARRA (EUROPA PRESS) | Vídeo: EPV
Javier Casqueiro

El debate era en teoría sobre tres aspectos clave de la política internacional (los últimos consejos europeos, la relación con Marruecos y el aniversario de la guerra en Ucrania), pero la sesión se convirtió de nuevo en un minidebate de la nación, donde se tocaron todos los asuntos y polémicas políticas de actualidad. El presidente, Pedro Sánchez, aprovechó la oportunidad para hacer campaña sobre la mejora de España en muchos parámetros económicos, para presumir de su influencia europea e internacional, también sobre sus labores de mediación en Ucrania, y sobre Marruecos apenas aportó novedades. Toda la oposición de derecha y ultraderecha, pero también la mayoría de los socios del bloque progresista de investidura, le exigieron aclaraciones sobre el giro histórico de España con respecto a la posición de Marruecos con el Sáhara. No las dio, pero conectó esa buena conexión actual con la bajada notable de la inmigración irregular desde el país vecino.

El PP y otros partidos habían demandado del presidente una comparecencia pendiente sobre varios asuntos internacionales candentes que se hicieron coincidir en la misma jornada y que transformaron la sesión, otra vez, en una versión reducida de seis horas y media de los eternos debates sobre el estado de la nación. La cuestión de los consejos europeos pasados de febrero y marzo apenas recibió atención. Sobre la entrada en el segundo año de guerra en Ucrania, el presidente no desaprovechó el institucional escenario para destacar el papel y las distintas contribuciones de España para la paz en ese territorio, para rememorar como uno de los momentos más emotivos de su mandato el pasado 24 de febrero cuando habló en el Parlamento de Kiev con las banderas de Ucrania, de la Unión Europea y de España detrás, y para responder que frente a las mediaciones para acabar con ese conflicto que alientan sus socios habituales por parte de China, Brasil y hasta los Emiratos Árabes, él le concede más valor y relevancia al plan de paz del propio Volodímir Zelenski.

El morbo de la sesión especial estaba en lo que pudiera aportar el presidente o lo que los diversos portavoces lograran arrancarle sobre las nuevas vinculaciones estratégicas con Marruecos, las posibles cesiones al reinado de Mohamed VI y las contrapartidas o chantajes sufridos desde ese país para cambiar la posición histórica española de respaldo a las reivindicaciones de los saharauis sobre ese territorio. Fue lo que le restregaron casi todos los portavoces, en este caso tanto de la derecha y ultraderecha como de los socios de coalición y aliados parlamentarios del bloque progresista. No lo consiguieron. Sánchez no aludió directamente al trascendental giro que se evidenció en marzo de 2022 cuando su Gobierno tomó partido por Rabat, al considerar su propuesta de autonomía para el Sáhara “como la base más seria, realista y creíble para la resolución del contencioso” en esa excolonia española.

Esa discusión ya ha tenido lugar varias veces en el Congreso, con debates específicos y preguntas concretas o más genéricas. Con ocasión de la invasión de miles de jóvenes marroquíes a Ceuta en mayo de 2021, por el plantón del rey Mohamed VI a Sánchez y su Ejecutivo con motivo de la reciente Reunión de Alto Nivel (RAN) en Rabat mientras seguía de vacaciones o con las manifestaciones luego desautorizadas del presidente del Senado marroquí sobre las que llamó como ciudades ocupadas de Ceuta y Melilla y la calificación de la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, a Marruecos como una “dictadura”. Todos esos hitos se le volvieron a echar en cara este miércoles al presidente Sánchez en el Congreso, con diferentes matices y dureza desde casi todas las bancadas.

Pedro Sánchez no llegó este miércoles al Congreso ni para abundar en la siempre peliaguda relación bilateral con Marruecos ni para aclarar nada sobre crisis y conflictos recurrentes con ese país. Dijo que iba a realizar una “digresión” que sonó a paréntesis sobre los buenos datos y balances positivos de la economía española, pero la extendió más de media hora, en vísperas ya de la campaña electoral del 28-M. Y sobre Marruecos intentó ceñir su primera intervención a que “es un país amigo, aliado esencial para la seguridad y la migración ordenada”. Fue un retrato que repitió y completó más tarde subrayando más que Marruecos además de “aliado fundamental para el desarrollo económico de España” es “nuestra puerta de entrada a África”.

La portavoz del PP, Cuca Gamarra, que había pedido la comparecencia para temas internacionales, comenzó por aventurar que en el país ya se nota “la sed de cambio por la descomposición del Gobierno” y adjetivó así los tres pilares del actual Ejecutivo: soberbia, mentira e ineficacia. Sobre Marruecos, Gamarra utilizó algunas expresiones de la vicepresidenta Díaz en una entrevista en La Sexta el domingo pasado sobre actitudes machistas de Sánchez o su definición de ese país como una “dictadura” para enfatizar los problemas de división y discrepancias internas en el seno de la coalición gubernamental. Gamarra sí incidió, como luego casi todos los demás oradores, en que el vuelco radical de España sobre el Sáhara había quedado “en una nebulosa”.

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Rabat

La dirigente del PP, y luego el líder de Vox, Santiago Abascal, pero también portavoces de ERC, EH Bildu o de Ciudadanos, como Inés Arrimadas, le reclamaron a Sánchez que confirmase o desmintiese una información publicada este miércoles en El Confidencial en la que se alude a un informe del Centro Nacional de Inteligencia que relaciona una reunión en Rabat en julio de 2021 con las autoridades marroquíes con la dimisión de la entonces ministra de Exteriores, Arancha González Laya, una semana antes de que Sánchez la relevase. EL PAÍS ya publicó, en agosto de 2021, esos contactos de alto nivel con el objetivo de pactar una serie de gestos de distensión para acabar con la crisis diplomática sufrida con ese país durante meses y normalizar la relación.

Sánchez no contestó nada a esas demandas. Habló mucho de vivienda, de nuevas promesas electorales y programáticas, comparó sus reformas encaminadas para las clases medias y trabajadores con las neoliberales dirigidas a beneficiar a los poderosos. Y sobre Marruecos explicó al auditorio, y en especial a portavoces tan diferentes como Abascal, que le reprochó los efectos llamadas de inmigrantes, o a Jaume Asens y Javier Sánchez Serna, de Unidas Podemos, que le recriminaron sus buenas maneras con la primera ministra italiana, la ultra Georgia Meloni, que para España “siempre es bueno tener una buena relación con Marruecos”. Y justificó en ese sentido como algo no casual que mientras las vías de entrada de inmigrantes irregulares por Ceuta y Melilla se habían reducido en el último año un 78% y un 68% por Cádiz se habían incrementado de forma notable por Italia y Grecia, con gobiernos conservadores. Sánchez retrató así su manera de “ir por las capitales europeas para construir puentes, no para volarlos” al margen de la orientación ideológica de sus gobiernos.


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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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