Jueves Santo en los búnkeres de Líbano
Mientras los legionarios de Ceuta desfilaban por las calles de Málaga, sus compañeros de Almería se refugiaban de los bombardeos israelíes
Mientras los legionarios del Tercio Duque de Alba de Ceuta desfilaban el día 6 por las calles de Málaga, llevando en hombros al Cristo de la Buena Muerte, sus compañeros de la Brigada de Legión de Almería se refugiaban en los búnkeres de la base Miguel de Cervantes, en Marjayún, ante la nueva escalada bélica entre Líbano e Israel, la más grave desde la guerra de 2006. Fue, en palabras del jefe del contingente español en Líbano, el general Melchor Marín Elvira, el Jueves Santo más difícil de su vida: 18 horas bajo tierra, esperando a que cesara el intercambio de cohetes y bombardeos entre las milicias palestinas y la Fuerza Aérea israelí. Y cruzando los dedos para que no fuera a más.
Afortunadamente, esta vez Israel anunció con dos horas de antelación el inicio de sus represalias, por lo que los cascos azules suspendieron en pocos minutos todas sus actividades y no hubo que lamentar desgracias como la que en enero de 2015 costó la vida al cabo Francisco Javier Soria, alcanzado por un proyectil de artillería de 155 milímetros lanzado desde el otro lado de la frontera. Tras varios días de tensión por la irrupción de la policía israelí en la mezquita de Al Aqsa, en la ciudad vieja de Jerusalén, —en unas fechas en que coinciden la Pascua judía, la Semana Santa cristiana y el Ramadán musulmán— Israel fue atacado con cohetes desde Gaza y el sur de Líbano.
Estos últimos, no menos de 30 proyectiles tipo katiusha, se lanzaron sobre las 15 horas del día 6 desde tres asentamientos en el sector oeste de la Fuerza Interina de Naciones Unidas para Líbano (Finul), en la zona bajo responsabilidad de la brigada italiana, según explicó este martes por videoconferencia el general Marín Elvira. La mayoría de los cohetes (25) fueron interceptados por el sistema antimisiles israelí, la célebre Cúpula de Hierro (Iron Dome), pero cinco cayeron al norte de Israel causando dos heridos leves. Tres horas después, otros tres proyectiles alcanzaron la localidad israelí de Metula, junto a la línea azul que sirve de frontera de facto con Líbano, sin provocar daños personales.
La represalia israelí llegó esa misma noche, en forma de bombardeos sobre tres zonas a pocos kilómetros al suroeste de la ciudad libanesa de Tiro: un puente, un edificio y un campo de plataneros. Durante toda la noche, los 670 soldados españoles estuvieron escuchando a los cazas israelíes sobrevolar sus refugios.
La milicia chií Hezbolá, que protagonizó la última guerra con Israel, se desmarcó del ataque, atribuido a las milicias palestinas que operan en los dos campos de refugiados levantados en el sur del país y eso, junto al hecho de que solo causara heridos leves, ayudó a que el ejército israelí moderase su respuesta, en opinión del jefe del Estado Mayor de la Defensa, el almirante Teodoro López Calderón. También, las frenéticas gestiones que el general español Arnoldo Lázaro, comandante en jefe desde febrero del año pasado de los 10.000 cascos azules de la Finul, realizó en esas horas para pedir contención a las dos partes.
En los 21 búnkeres, los 3.500 efectivos de la brigada este —a los españoles hay que sumar indios, indonesios o nepalíes— disponen de sistemas de mando y control duplicados y de víveres para tres días. Tras salir de los refugios, se iniciaron las patrullas disuasorias con el Ejército libanés por aquellos emplazamientos que, por su situación y orografía, se consideran más idóneos para el lanzamiento de cohetes hacia el norte del país vecino, con el objetivo de ahuyentar a quienes tuviera intención de repetirlos.
A continuación, de manera progresiva, se han ido recuperando las restantes tareas, incluido el contacto con las autoridades locales, a partir del lunes. Este martes, según el general Marín Elvira, la situación era “estable y en calma”, pero muy volátil, ya que “cualquier incidente puede llevar a una nueva escalada”. La Legión, que llegó a Líbano en noviembre, será relevada el mes próximo por la Brigada Paracaidista. La ministra de Defensa, Margarita Robles, ha agradecido su trabajo y el almirante Calderón les ha pedido que no bajen la guardia, porque el fin del Ramadán es un momento crítico y no hay nada más peligroso que el exceso de confianza.
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