Operación Loma: un mes de investigación para dar con el asesino del pequeño Mohamed
La Policía Nacional de Ceuta interrogó a 50 personas y visionó 600 horas de grabaciones hasta unir en el mismo segundo al niño y a su supuesto asesino y agresor sexual
El domingo 18 de diciembre, casi de madrugada, Abdelnalik Abdeselam se presentaba en la Jefatura de la Policía Nacional de Ceuta para denunciar que no encontraba a su hijo Mohamed, de ocho años. El niño se había ido a jugar al fútbol con los amigos, pero pasaban las horas, demasiadas, y no regresaba a casa. El cuerpo sin vida del menor fue hallado a la mañana siguiente en un paraje cercano con signos de violencia. Arrancaba así la Operación Loma en la que los agentes de la UDEV (Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta) de la Policía Nacional de Ceuta han visionado en un mes más de 600 horas de grabaciones de 60 cámaras de seguridad y realizado 50 interrogatorios para centrar finalmente y detener a un único sospechoso: Cristian B. P., un joven ceutí de 34 años que ingresó en prisión el jueves por supuestamente agredir sexualmente y matar al menor. En la búsqueda del presunto asesino se ha volcado toda la comisaría: “Vamos a buscar a quien lo ha hecho como si se tratase de nuestro hijo”, le dijeron a los padres del pequeño.
Los agentes recogieron grabaciones “de casas particulares, de establecimientos, de locales comerciales, de todo cuanto podía haber en la zona” en la que desapareció y se encontró el cuerpo del menor, en el barrio Loma Colmenar de la ciudad autónoma, próximo ya a la frontera con Marruecos. Una a una, fueron analizando esas imágenes, identificando a todas las personas que aparecían en ellas, siguiendo sus pasos hasta que saltó la coincidencia: “Cristian B. P. y el niño, seguidos por separado en las grabaciones, coincidían en el mismo sitio en el mismo segundo”. Esa sincronía fue la que centró las investigaciones sobre el que se convirtió en el principal sospechoso dos semanas antes de su detención.
“Tras identificarle en las imágenes, que tuvieron que ser convenientemente tratadas, comprobamos que vivía en un lugar relativamente próximo y que tenía antecedentes por robo y agresión sexual a un menor, lo que terminó de escamarnos”, cuentan fuentes de la investigación. En las imágenes se ve a Cristian B. P. que merodea por la zona con su patinete, coincide con el niño en ese punto, y “muy rápidamente logra llevárselo terraplén abajo, en un lugar donde ya no son vistos”, relatan. Allí fue donde encontraron el cuerpo semidesnudo del niño al día siguiente de que sus padres denunciaran la desaparición. “Presentaba claros signos de violencia, lo que nos lleva a pensar que el pequeño se resistió fuertemente a un ataque”, explican. De momento, la autopsia preliminar determinó que la causa de la muerte era un fuerte golpe en la cabeza, pero el examen no es concluyente sobre si hubo o no agresión sexual. Los análisis pendientes revelarán si fue así.
Cristian B. P. se dedicaba en los últimos tiempos a vender paquetes de folios que portaba en su patinete, y previamente había trabajado como repartidor de butano y limpiador en colegios con un contrato de una asociación de discapacitados intelectuales a la que pertenecía. Interrogado por los agentes en la Jefatura, reconoció que había coincidido con el menor, pero justificó su presencia en la zona porque “iba a ver a un amigo que vive por allí”. No aclaró de quién se trataba, ni tampoco explicó exactamente en qué consistió el “desencuentro” que alegó que tuvo con el pequeño Mohamed. Los investigadores no creen que fuese a por el chiquillo, a quien no conocía de nada, ni tampoco que hubiese salido con ese fin concreto, sino que “se topó con el menor, creyó que nadie podía verle, digamos que vio la oportunidad, lo vio fácil y actuó”. En el juzgado, ya asesorado por un abogado, el investigado se acogió a su derecho a no declarar.
Siguiéndole los pasos con las grabaciones, así como con los posicionamientos telefónicos, los investigadores observaron cómo el sospechoso regresaba a su barrio, el de Los Rosales, aledaño al vecindario en el que vivía Mohamed con su familia, “por calles y zonas donde creía que no podía ser detectado, evitando posibles cámaras que pudieran registrarle”. Cristian B. P. vivía en casa de sus padres y siguió haciendo una vida aparentemente normal hasta que fue detenido el pasado miércoles.
Hasta cinco sospechosos
Los agentes de la UDEV llegaron a tener hasta cinco sospechosos posibles, aparte de Cristian. Tuvieron que descartar a un transeúnte que jugó con la pistola de juguete que se halló junto al cuerpo de Mohamed: “Tenía una coartada que pudimos comprobar”, explican los investigadores. También desecharon a personas del entorno más próximo del menor: “Vecinos con los que el niño o la familia hubiese podido tener alguna desavenencia previa”. Para descartar a todos ellos fueron claves los 50 interrogatorios, en especial los del hermano del pequeño, que explicó a los agentes “el tipo de vida que hacía el niño, con quién andaba, cuáles eran sus hábitos y sus circunstancias en el momento de los hechos...”. La familia también les facilitó la tablet del pequeño, que les permitió comprobar la veracidad de los testimonios. El cerco se estrechaba por días y todas las líneas de investigación acababan confluyendo en Cristian B. P.
La policía llegó a mostrarle a los familiares la foto del principal sospechoso, “una más entre un montón”, pero ninguno lo reconoció. “De ahí que mantuviésemos abierta nuestra hipótesis de un merodeador ocasional, que era mucho más complicada, porque en estos casos siempre te vas primero al entorno de la víctima”, señalan fuentes de la investigación. Tras el arresto, sin embargo, el padre de Mohamed reconoció a Cristian, al que describió como “el repartidor de butano que había estado alguna vez en su casa”.
Pese a haber centrado las pesquisas en el repartidor de papel, los agentes siguieron descartando uno a uno a todos los sospechosos para estar seguros de que nadie le estuviera acompañando en el momento del crimen: “Uno estaba en Marruecos, otro estaba trabajando en ese momento y había testigos y cámaras que lo corroboraban; descartamos a todos”, explican las mismas fuentes.
El carácter ocasional del encuentro entre el presunto asesino y el niño ha sido el escollo más difícil de sortear en esta investigación. Era complicado “porque se trataba de una persona de otro barrio, un desconocido para la mayor parte del entorno del chico, nadie le conocía, nadie se había fijado en él y, además, actuó muy rápido”, aclaran fuentes del caso, que permanece bajo secreto de sumario.
Durante estas cuatro semanas de investigación, en las que se ha implicado “toda la Jefatura” de Policía de Ceuta en busca de “un mismo perfil”, los agentes han atendido personalmente a la familia, llevándoles y trayéndoles para que realizaran todos los trámites administrativos correspondientes, mostrándoles su actividad y dedicación, y han llegado a crear un vínculo personal con ellos: “El próximo fin de semana nos han invitado a comer a su casa”, cuenta uno de los agentes.
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