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‘Cynara’, la primera lince criada a biberón, madre de 15 cachorros, se jubila en la Costa del Sol en una parcela de 800 metros cuadrados

El ejemplar, de 16 años, ha sido trasladado a Selwo Aventura, en Málaga, donde le han preparado un espacio para que descanse

La hembra de lince ibérico de 16 años, Cynara, llegada desde el Centro de Cría del Lince de La Olivilla, en Jaén, a Selwo Aventura, en Estepona, el 20 de enero de 2023.
La hembra de lince ibérico de 16 años, Cynara, llegada desde el Centro de Cría del Lince de La Olivilla, en Jaén, a Selwo Aventura, en Estepona, el 20 de enero de 2023.Garcia-Santos (El Pais)
Nacho Sánchez

Entre arbustos, sigilosa, Cynara camina su elegancia felina con despreocupación. Mira con curiosidad a los visitantes y exhibe airosa su pelaje parduzco con pequeñas motas negras, sus grandes orejas y su penetrante mirada. Pronto vuelve a desaparecer entre la vegetación, con la calma que le da la experiencia. Camino de cumplir sus 17 años, este lince ibérico hembra se acaba de mudar de Jaén a Málaga. Tras toda una vida en el Centro de Cría del Lince La Olivilla ahora reside en Selwo Aventura, en Estepona, donde vive una relajada jubilación tras criar a una quincena de cachorros, 13 de los cuales campean a sus anchas en libertad. Los otros dos seguirán su camino: forma parte del programa de conservación de la especie que impulsan varias comunidades autónomas junto al Gobierno. En España hay solo 1.365 de estos animales.

Cynara es hija de uno de los ejemplares más mediáticos de lince ibérico (Lynx pardinus). Su madre es Esperanza —nombrada así por lo que significaba para el futuro de la especie—, que fue encontrada en estado crítico en el hueco de un árbol de Doñana en 2001. Fue criada en el Zoobotánico de Jerez de la Frontera (Cádiz) y cinco meses después volvió a casa al centro El Acebuche. Fue la segunda hembra en criar en cautividad y tuvo tres camadas antes de fallecer en 2014. En una de ellas, el 15 de abril de 2006, nació Cynara, primera cría mixta entre de las poblaciones aisladas que entonces había en Andalucía, porque su padre, Jub, procedía de Sierra Morena. El problema es que su hermano, Cromo, murió. Y ella fue abandonada a las 40 horas de nacer. Se convirtió así en el primer cachorro criado a biberón.

“Ese fue el primer gran reto. El segundo fue su socialización”, recuerda María José Pérez, veterinaria del centro de cría de La Olivilla. Para acompañarla durante sus primeros meses de infancia trasladaron desde Jerez a un cachorro de bobcat —un lince rojo pariente del ibérico— llamado Catalpa. Con él jugó y aprendió, hasta que más tarde comenzó el tercer reto: la relación con adultos de su misma especie. La superó. Y en 2014 tuvo su primera camada. “Como ella había sido abandonada teníamos dudas, pero siempre ha tenido un comportamiento maternal fenomenal. Incluso ha adoptado a cachorros que sus madres habían abandonado. Ha sido una madraza”, destaca Pérez. De sus 15 crías, 13 han sido ya liberadas para repoblar las poblaciones salvajes de Castilla-La Mancha, Montes de Toledo, Extremadura, Andalucía y Portugal con la ilusión extra de que conserven su instinto maternal. Los dos restantes forman parte de la reserva genética y están criando en los centros de conservación: Lobato en La Olivilla y Norteño en el Centro de Cría en Cautividad de Lince Ibérico de Zarza de Granadilla (Cáceres).

Ahora su madre, con 16 años, se ha jubilado en la Costa del Sol. Tras un acuerdo con la Junta de Andalucía, en Selwo Aventura—un enorme recinto con un millar de ejemplares de 109 especies animales, muchas amenazadas—se le ha preparado un espacio de casi 800 metros cuadrados con la misma vegetación que hubiese encontrado en libertad. “Se ha adaptado muy rápido”, asegura la jefa del departamento de veterinaria del parque malagueño, Cecilia Sierra. También cuenta con un dormitorio con arenero, un par de troncos y un cubículo para dormir donde dispone de manta eléctrica. Es ahí donde recibe su medicación para la insuficiencia renal que sufre y la dieta a base de conejo, ya muerto. Una vez en semana, se suelta en su recinto una presa viva. Cynara la caza al instante. “Tiene mucha experiencia y es muy efectiva”, destaca Eloy Serrano, de 52 años y jefe de conservación de este zoo. La hembra está en el límite superior de la esperanza de vida de su especie, que ronda los 15 años en libertad y los 18 años en cautividad. Hay excepciones. Aura falleció el pasado noviembre en El Acebuche con 20 años y seis meses.

Cuando los especialistas se acercan a Cynara siempre usan mascarilla. A sus 16 años esta lince es ya una abuela con achaques. Sus problemas de salud y sus dos temporadas sin criar —cuando cumplen 15 años se les suele retirar del programa de cría— recomendaron su jubilación. Ahora tiene como vecino a Javo, lince ibérico nacido en 2009 que llegó al centro malagueño en 2015 tras ser apartado del programa de cría por el componente genético hereditario de su enfermedad: un testículo abdominal que no desciende. Él llegó a Estepona con Judía, que sufrió un episodio de epilepsia juvenil, también hereditario, con la que convivió hasta que ella murió hace dos inviernos. Ahora Javo vive en un espacio separado a la nueva inquilina, a la que este miércoles miraba con atención, camuflado al pie de un árbol. Van a permanecer separados un tiempo, pero la idea es que puedan convivir en el futuro. “Lo vamos a intentar, pero con calma. Y si luego no hay buena relación, no pasa nada, son animales solitarios”, afirma Serrano.

Mientras tanto, el mejor amigo de Cynara es Diego Rodríguez, de 30 años y nacido en Bailén (Jaén). Cada mañana acude a comprobar que el animal y su entorno están en perfectas condiciones. El jiennense recuerda cómo su padre lo llevaba a las cinco de la mañana al municipio cercano de Andújar para ver linces. “Hacía mucho frío, pero lo conseguíamos. Lo mejor es que ahora también los veo en mi pueblo, Bailén”, señala. El lince ibérico, aunque sigue en peligro de extinción, ha pasado de un censo de 94 ejemplares en 2004 a los 1.365 de la actualidad a la espera de las nuevas camadas, según los últimos datos del Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico. Entre ellos está Cynara, que disfruta de una dulce jubilación con paseos al sol de invierno malagueño por su nuevo territorio, cerca de los lemures y no muy lejos de una pareja de pandas rojos y su cría. Su nueva familia.

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