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El sueño de Anwar terminó a las puertas de Melilla

Abdelaaziz Yaakoub, el hombre al que los agentes marroquíes dan por muerto en el lado español del puesto fronterizo, salió de Sudán obsesionado con tratar a su madre para volver a verla caminar

BEATRIZ RAMALHO DA SILVA AZIZ ALNOUR María Martín
A la izquierda, Abdelaaziz Yaakoub, Anwar, se tomaba un selfi. A la derecha, era examinado por un policía marroquí el 24 de junio, tras saltar la valla de Melilla.
A la izquierda, Abdelaaziz Yaakoub, Anwar, se tomaba un selfi. A la derecha, era examinado por un policía marroquí el 24 de junio, tras saltar la valla de Melilla.

La última vez que Aisha Yaakoub, de 48 años, vio a su hermano menor fue en una videollamada el 14 de junio. Ella estaba en Jartum, la capital de Sudán, y él en Marruecos, preparándose para cruzar a España. Se lo veía más delgado. Contó que la vida en el bosque no era fácil, que llegaba a pasar dos días sin llevarse algo a la boca, que buscaba comida en la basura o que acababa repartiéndose una galleta entre cuatro. Aisha, por enésima vez, le pidió entre lágrimas que regresase a casa. Él, de 27 años, 21 menos que ella, volvió a negarse, la llamaba llorona. “Déjame ir, no estoy solo”. Se despidieron y la imagen de su hermano vestido con un polo a rayas azules, rojas y blancas desapareció de la pantalla. Días después, la hermana recibió un mensaje de audio: “Aisha, estoy cruzando. Reza por mí”.

La siguiente vez que Aisha volvería a ver a su hermano Abdelaaziz Yaakoub, apodado Anwar, sería en un vídeo que empezó a circular por las redes sociales el 24 de junio. Cientos de migrantes y refugiados habían intentado cruzar el puesto fronterizo que separa Nador y Melilla, pero las cosas no salieron como habían planeado. El intento acabó en tragedia y al menos 23 personas murieron. En el vídeo, Anwar aparecía desplomado en el suelo, con los ojos semiabiertos, el cuerpo torcido y sin signos vitales aparentes. Vestía el mismo polo a rayas y unos vaqueros que le quedaban grandes. Las imágenes muestran a varios guardias marroquíes arrastrando cuerpos y entre ellos se preguntan sí Anwar está muerto. Un agente le toma el pulso y sentencia: “Está muerto”.

Ese día, la sobrina de Anwar, la hija de Aisha, se puso de parto. La familia hizo lo posible para que la joven, que lo consideraba un hermano, no viese las imágenes. Querían garantizarle que diese a luz en paz. “Cuando vi el vídeo yo solo deseé poder ir con él. Estoy dispuesta a vender mis dos riñones para ir adonde él esté para verlo. Lo que le ha pasado a mi familia ha sido terrible”, solloza Aisha desde Jartum.

Sin cuerpos, sin identificaciones, sin autopsias conocidas, sin más imágenes, las muertes en ese puesto fronterizo son una de las grandes cuestiones sin resolver de la tragedia de Melilla. Una investigación realizada por El PAÍS junto a Ligthouse Reports y otros tres medios internacionales, que fue publicada esta semana, aportó nuevas evidencias que apuntan a que Anwar murió en la zona del puesto fronterizo bajo control español. Además de la conversación de los guardias marroquíes, un testigo, Ibrahim, relató cómo lo vio morir: “Hubo un fuerte bombardeo de gas que asfixió a muchas personas, luego también un soldado lo golpeó en la nuca y, cuando no podía respirar, otro soldado saltó sobre su pecho con sus botas. Cuando se dieron cuenta de que estaba muerto, recogieron toda la basura [los restos de ropa] y lo cubrieron”. La Asociación Marroquí para los Derechos Humanos (AMDH), que ha tenido un papel muy activo en la denuncia de lo ocurrido, también tiene a Anwar en la lista que ha elaborado de los desaparecidos. Según la AMDH, tres testigos confirmaron su muerte. El Ministerio del Interior insiste en que nadie murió en suelo español.

Aisha no era solo la hermana mayor de Anwar. Ella lo crio como si fuese su hijo. La madre de ambos estaba enferma. Tuvo un ataque al corazón, era diabética y una operación de cadera la había dejado postrada en cama hacía cuatro años. Arwan, según cuenta su hermana, se marchó de su casa para cuidar de su madre. “Antes de irse, pasaba la mayor parte de su tiempo con mi madre, le acariciaba la cabeza…”. Hasta que Anwar decidió emigrar de Sudán con el objetivo de conseguir dinero para tratar a su madre y llevarla después de peregrinación a La Meca, una promesa común de los hijos musulmanes a sus padres.

La hermana recuerda ahora, durante una entrevista en la que no puede parar de llorar, cómo ese único sueño se convirtió en su obsesión. Cada vez que ella intentaba convencerlo de que volviese a casa, recibía una respuesta parecida: “Quiero que mi mamá se ponga de pie otra vez, que pueda caminar, nada más. Decidí emigrar por ella, aunque tenga que enfrentar las dificultades de los viajes y el hambre. Tú reza por mí para que llegue a salvo”. Una vez alcanzase Europa, se imaginó que podría jugar al fútbol, su pasión desde pequeño.

Anwar, que trabajaba como mecánico, preparó su viaje en 2021 y se fue a Libia. Desde allí mandó la primera remesa a su familia. ”Le dije que por favor no se obligase a enviarnos dinero y me respondió: ‘No es para vosotros, es para mi madre”, recuerda Aisha. Desde Libia, Anwar intentó llegar a Italia por mar, pero lo interceptaron y lo devolvieron. Como han hecho cientos de sudaneses en los últimos años, Anwar decidió que intentaría llegar a Europa a través de Marruecos. Cruzaría la valla. Un hermano, que atravesó hace años el Mediterráneo en una patera y vive ahora en Francia, le recomendó que no lo hiciese. “Lo llamábamos siempre para que volviese porque nuestra madre siempre preguntaba y lloraba por él, pero Anwar insistía en que tenía que encontrar una forma de ayudarla”, cuenta Aisha por teléfono.

En su viaje, Anwar pasó por Argelia, donde fue detenido y expulsado a Níger. “Estuvimos seis meses sin saber nada de él. Cuando volvió a aparecer, estaba llorando y no podía contar su historia ni el sufrimiento por el hambre que pasó, pero insistió en que seguiría su camino”, recuerda la hermana.

Tras ver las imágenes y dar por hecho que murió, la familia de Anwar dice que solo ha tenido contacto con la Asociación Marroquí de Derechos Humanos, pero la ONG no tiene cómo tranquilizar a esta y otras decenas de familias que hasta hoy no saben si sus parientes están vivos o muertos. De los 23 muertos que reconocen las autoridades marroquíes, solo uno ha sido identificado, según informó por escrito Marruecos a las Naciones Unidas el pasado mes de octubre. En ese documento se afirma que los cuerpos seguían en la morgue de Nador. Aisha pide una foto del cadáver y ruega que lo entierren cuanto antes.

La madre de Anwar, en su cama, aún está en una fase anterior del luto. Da a su hijo por muerto, pero pide todos los días que le enseñen la última imagen que se conoce de él, la que todo el mundo ha visto menos ella, la de Anwar con su polo a rayas. “Tenemos miedo de que pueda ponerse peor. Pero ella insiste, dice que murió por su culpa”.

Una colaboración con Lighthouse Reports.

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