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El bipartidismo retorna en versión corregida

La pandemia, al revés que la crisis, ha reanimado a los partidos tradicionales, aunque los analistas advierten de que su fuerza no volverá a ser la de antaño

Xosé Hermida
PP
Juan Manuel Moreno Bonilla y Alberto Núñez Feijóo (en el pasillo) saludan a miembros de la Junta Directiva del PP.Luis Sevillano

Dos de cada tres andaluces que acudieron a votar el pasado domingo depositaron una de las papeletas del añejo bipartidismo. No ocurría algo parecido en Andalucía desde 2012, y en España todavía no ha vuelto a suceder desde un año antes. Entonces era la época en que la suma de PSOE y PP se acercaba a menudo al 80% en el conjunto nacional y en las comunidades sin formaciones nacionalistas. Tras el derrumbe del duopolio político español durante la Gran Recesión, en cada elección general de la última década socialistas y populares han reunido como mucho la mitad de los votos. Todos los análisis apuntan a que la tendencia ha cambiado. El bipartidismo emerge de nuevo, en una versión menos arrolladora que la que acaparó la política española desde 1993 —cuando se hundió la alternativa centrista del CDS— y 2015, fecha que marca el hito de la aparición de lo que se llamó nueva política.

Belén Barreiro, directora del instituto de investigaciones sociológicas 40dB., venía percibiendo desde hace casi un año un aumento de la simpatía de los encuestados por los dos principales partidos. El resultado andaluz lo ha corroborado. La agonía de Ciudadanos ha reconfigurado las fuerzas en el centroderecha, con un importante reagrupamiento en el PP. Por la izquierda, la preocupación del PSOE con Unidas Podemos no es ya que le coma terreno como ocurría antes, sino que el declive de ese espacio lo deje sin un socio que los socialistas han asumido como imprescindible. En el flanco derecho, subsiste Vox con un bocado importante, si bien las elecciones andaluzas y los análisis de los institutos demoscópicos apuntan a que se está estancando.

“La pandemia ha operado al revés que la crisis económica: ha reforzado a los partidos de gobierno”, señala Narciso Michavila, presidente de la consultora GAD3, que refuerza su diagnóstico con los resultados de todas las elecciones celebradas en España desde la primavera de 2020: en Galicia, País Vasco, Cataluña, Madrid, Castilla y León y Andalucía, los Ejecutivos repitieron mandato. Cierto que ninguno era socialista y que la excepción a esta tendencia la encarnaría el Gobierno de Pedro Sánchez, renqueante en las encuestas, “porque sus dos marcas han sufrido mucho desgaste”, arguye Michavila.

Albert Rivera y Pablo Iglesias se saludan antes de un debate en noviembre de 2015.
Albert Rivera y Pablo Iglesias se saludan antes de un debate en noviembre de 2015.Jaime Villanueva

La reconfiguración de fuerzas parece clara, aunque muy lejos todavía de pensar en una restauración del antiguo reparto electoral. Al bipartidismo español los politólogos solían añadirle el matiz de imperfecto, tanto por la presencia de los nacionalistas como de un espacio a la izquierda del PSOE, minoritario y con altibajos, pero resistente a lo largo de los años. Algo parecido está sucediendo ahora en la derecha, donde la recuperación del PP no alcanza a abarcar todo ese territorio, del centro al extremo, que monopolizó durante dos décadas. El nuevo bipartidismo que se perfila sería aún más imperfecto, con dos partidos que han recobrado la hegemonía en sus espacios ideológicos, sin llegar a la fuerza que antaño les permitía alternarse en solitario en el poder.

Hace solo tres meses, en plena implosión del mandato de Pablo Casado en el PP, se publicaron encuestas que alimentaban en Vox el sueño del sorpasso. Hoy tal hipótesis suena inverosímil a los especialistas. Las enormes expectativas de la extrema derecha se han ahogado en un baño de realidad, lo que no impide que en este tiempo haya podido consolidar un importante suelo electoral. Algunos analistas lo dan por descontado. Barreiro es cauta: “Los comportamientos del votante de la izquierda y de la derecha no son iguales. En la izquierda los territorios están más claramente definidos, no solo entre dos opciones electorales, incluso entre dos formas diferentes de ver el mundo. Entre los votantes de la derecha todo se muestra más fluido. La prueba es cómo han abandonado en masa a Ciudadanos en tan poco tiempo. Lo que tenemos que comprobar es si Vox ha desarrollado una identidad clara de votante”.

Para gobernar sin necesidad de pagar ningún peaje a la extrema derecha, como ha ocurrido en Andalucía, el PP tendría que completar una hazaña que, con los datos de hoy, se antoja remota. El repaso histórico a 45 años de elecciones generales indica que para lograr la mayoría absoluta se necesita como mínimo el 40% de los votos. El PSOE de Felipe González, por ejemplo, se quedó en 175 escaños justos en 1989 con el 39,6% de los sufragios. José Luis Rodríguez Zapatero, en cambio, superó ampliamente el 40% en sus dos triunfos —2004 y 2008— y aun así no alcanzó la mayoría absoluta. En las dos que ha conquistado el PP —la de José María Aznar en 2000 y la de Mariano Rajoy en 2011, ambas muy holgadas— el partido ganador se fue más allá del 44%.

Si tomamos como referencia los datos de las últimas elecciones generales de noviembre de 2019, el PP, que no llegó al 21%, necesitaría acaparar prácticamente todo el espacio de la derecha para acercarse al menos a un resultado como el de Andalucía: sumar hasta el último de los votantes de Ciudadanos —casi el 7%— y reducir a la mínima expresión el 15% de Vox. El equipo de Alberto Núñez Feijóo aspira a crecer en otra dirección, la del flanco más centrista del electorado del PSOE. El actual líder del PP lo había conseguido en Galicia, y Juan Manuel Moreno lo ha repetido ahora en Andalucía, donde ya las encuestas preelectorales, como la de 40dB. para EL PAÍS, indicaban que más de un 10% de los antiguos votantes socialistas depositarían esta vez la papeleta del PP. Ahí Michavila y Barreiro coinciden en que puede haber un hueco para Feijóo, el de los electores moderados del PSOE que rechazan los acuerdos con los grupos nacionalistas. “El votante de centro coincide bastante con la izquierda en ciertos valores, pero en la cuestión territorial su identificación es con la derecha”, explica la directora de 40dB. Otro factor que facilitaría el trabajo a Feijóo sería una gran desmovilización de la izquierda, como ha ocurrido en Andalucía y ya favoreció en 2000 y 2011 las mayorías absolutas del PP.

La noche del pasado domingo, tras conocerse el resultado de las urnas, Toni Roldán escribió en Twitter: “Esta elección apunta a un fin del ciclo que empezó en 2015″. Este economista vivió en primera línea aquel cambio de época como miembro de la dirección de Ciudadanos, que abandonó ya antes de las segundas elecciones de 2019 en frontal discrepancia con la política de Albert Rivera. En los cuatro años anteriores, se había vislumbrado el nacimiento de “un sistema de partidos distinto”, en el que Roldán veía la posibilidad de consolidar una fuerza “liberal, reformista y regeneracionista”. Ciudadanos parece ahora condenado a la misma suerte que han corrido en las últimas cuatro décadas los intentos de levantar una alternativa centrista en España, desde UCD al CDS de Adolfo Suárez y al UPyD de Rosa Díez, todos desaparecidos tras un efímero momento de gloria. En cuanto a la izquierda, señala Roldán, Unidas Podemos se estabiliza “en un espacio parecido al que ocupó IU en sus mejores momentos, entre un 10% y un 15%”.

“Las elecciones andaluzas”, subraya el exdiputado y exdirigente de Ciudadanos, “han servido para confirmar que ya no es posible un cambio de hegemonía en ninguno de los dos polos, como sí pudo parecer estos años”. “El populismo puede funcionar en la exaltación de determinados momentos, pero al final es fuego de un día”, sentencia. La nueva situación fuerza a los dos grandes partidos a reorientar su estrategia, porque ahora “deben competir más por la moderación y no tanto con los extremos de sus polos”. Roldán cree que Feijóo ya está en esa línea y que Sánchez deberá planteársela.

“El bipartidismo ha tomado cierto aire en España”, concede alguien que aún porfía por combatirlo, Juan Carlos Monedero, politólogo y fundador de Podemos. Más que mérito de los grandes partidos, asegura, es “fruto de los errores” de quienes podrían desafiarlo en este momento, Vox y Unidas Podemos. Este retorno a la política tradicional no se corresponde con la tendencia en la mayoría de las democracias. El viejo sistema político, incide Monedero, “ha reventado en toda Europa”, donde entre otras cosas “la extrema derecha se está comiendo a la derecha”. Francia es un ejemplo claro, como también de las “nuevas formas políticas surgidas de la izquierda que están sustituyendo a la socialdemocracia”, en palabras del politólogo. Para Monedero, la razón de que España haya tomado un rumbo diferente se sitúa en la “vinculación con el pasado” que mantienen las formaciones más recientes. Vox, según él, “no es una derecha populista, es franquista, reaccionaria y con tintes decimonónicos”. Y del otro lado se sitúa “una izquierda heredera del PCE que no termina de remozarse” y hacerse “más propia del siglo XXI”. Ese espacio que pugna con el “conservadurismo del PSOE” sigue abierto, defiende el fundador de Podemos, a la espera de ver si la iniciativa aún en ciernes de la vicepresidenta Yolanda Díaz consigue “reconfigurar las fuerzas y expresar una novedad”.

También Toni Roldán cree que debería existir espacio para una formación “liberal y europeísta” y que hayan fracasado todos los proyectos en esa dirección en los últimos 40 años “no es una maldición histórica”. Esa posibilidad vislumbrada en 2015 se ha cerrado de momento, concluye quien llegó a formar parte del círculo dirigente de Ciudadanos. Su balance de estos años arroja una autocrítica demoledora: “Nuestra aportación ha sido prácticamente nula. Pudimos suscitar algunos debates en asuntos como la ley electoral, pero al final no se ha conseguido ninguna reforma importante: legislativa, en la educación, en la fiscalidad… Y además contribuimos a la polarización y a implantar una política superficial, en la que primaba más el zasca que la idea, con líderes que más que dirigentes políticos parecían telepredicadores”.

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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