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El preso que prefirió fugarse en lugar de ver los cuadros del Museo Thyssen

Un recluso de la cárcel madrileña de Valdemoro aprovecha una salida programada al centro de arte para huir y está en paradero desconocido

Ó. L.-F.
Thyssen
Fachada del Museo Thyssen-Bornemisza, en Madrid.Víctor Lerena (EFE)

Por su expediente penitenciario, Adolfo Q. S., de 35 años, no era un recluso conflictivo. Estaba ingresado en el llamado módulo de respeto del Centro Penitenciario de Madrid III, en la localidad madrileña de Valdemoro, un espacio destinado a internos con buen comportamiento en los que estos se autogestionan las tareas y, si hay algún problema entre ellos, una comisión de convivencia hace labores de mediación para tratar de solventarlo. Además, Adolfo tenía trabajo remunerado en uno de los talleres de la prisión y había disfrutado con anterioridad de permisos de salida sin ninguna incidencia. Y, sin embargo, el pasado jueves, aprovechando una salida junto a otros cinco reclusos para visitar el Museo Thyssen-Bornemisza, este preso huyó a la carrera cuando aún no se había iniciado el recorrido por la pinacoteca. Aún no ha sido detenido, confirman fuentes de Instituciones Penitenciarias.

El suceso se produjo en el transcurso de lo que se conoce como “salidas programadas”, actividades puntuales que realizan los presos fuera de la cárcel dentro de sus programas de reinserción. En la que aprovechó el recluso para huir, participaban seis presos e iban acompañados de dos terapeutas de una ONG que colabora de modo habitual con Instituciones Penitenciarios. En esta ocasión, no estaba presente ningún funcionario de vigilancia de Prisiones, cuya presencia, aunque “recomendable” según se recoge en la instrucción interna que rige este tipo de salidas, no es obligatoria. El número de acompañantes también se ajustaba a lo fijado: un mínimo de dos y, al menos, uno por cada cuatro internos. Tampoco se superaba el número máximo de reclusos, que es de 10.

Tras desplazarse desde la cárcel a Madrid en autobús, los reclusos y sus dos acompañantes se dirigieron desde donde el vehículo les había dejado al museo a pie. Una vez allí, varios presos pidieron acudir al servicio antes de iniciar la visita. Cuando terminaron, las dos personas que les acompañaban se dieron cuenta de que faltaba Adolfo. En ese momento, decidieron suspender la visita y volver de inmediato al centro penitenciario con el resto de los internos. El sindicato Acaip-UGT cargó en un comunicado contra la dirección del centro penitenciario, cuyo cese ha reclamado en los últimos meses en varias ocasiones.

No es la primera que presos de la cárcel de Valdemoro aprovechan una salida programada para escapar. En 2012, dos internos escaparon durante una visita al Templo de Debod, también en la capital. Horas después, uno de ellos murió atropellado cuando intentaba cruzar a pie una vía de circunvalación para dirigirse, al parecer, a comprar droga a un poblado chabolista. El segundo volvió de modo voluntario al día siguiente.

El Informe General de Instituciones Penitenciarias recoge que en 2020, último año del que hay estadísticas, se realizaron 560 salidas programas en las cárceles dependientes del Ministerio del Interior (entonces, todas menos las de Cataluña) en las que participaron 4.530 presos. Las estadísticas revelan que este tipo de actividades son aprovechadas de modo muy puntual para fugarse. De hecho, la mayor parte de los quebrantamientos de condena se producen porque los internos optan por no reingresar en prisión al término de un permiso. En 2020, cuando se concedieron 62.796 permisos ordinarios o extraordinarios, de los que se beneficiaron 18.900 reclusos, se produjeron 269 quebrantamientos. Lo que representa un porcentaje de fracaso del 0,4% del total.

Precisamente en 2020 y en la cárcel de Valdemoro se produjo una de las pocas fugas desde dentro de una cárcel que se han producido en España en los últimos años. El 5 de diciembre, escapan de prisión saltaron los muros Jonathan Moñiz Alcaide El Piojo y su hermano Miguel Ángel, dos conocidos aluniceros y butroneros (especializados en el robo en establecimientos comerciales tras estrellar un vehículo contra los escaparates o practicar agujeros en los muros). Meses después ambos eran detenidos de nuevo. Solo unos meses antes, en septiembre de ese mismo año, un interno de la cárcel de Melilla huía tras escalar un muro. Entre la evasión y su arresto —fue detenido 17 horas después—, el interno tuvo ocasión de visitar a su familia y subir a las redes sociales vídeos en los que alardeaba de su fuga.

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Sobre la firma

Ó. L.-F.
Redactor especializado en temas del Ministerio del Interior y Tribunales. En sus ratos libres escribe en El Viajero y en Gastro. Llegó a EL PAÍS en marzo de 2017 tras una trayectoria profesional de más de 30 años en Ya, OTR/Press, Época, El Confidencial, Público y Vozpópuli. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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