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Feijóo se agarra a la economía y Sánchez le exige que se defina con la ultraderecha

El presidente del Gobierno intentó en la reunión en Moncloa que el líder del PP le explicara qué hará con Vox, pero este solo quiere hablar de impuestos. En esa dialéctica se centrará lo que queda de legislatura

El presidente de gobierno, Pedro Sánchez, y el nuevo líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, el jueves en La Moncloa.Foto: ANDREA COMAS
Carlos E. Cué

En los despachos con mayor poder de La Moncloa, incluido el del presidente, no daban crédito el jueves cuando empezó la rueda de prensa de Alberto Núñez Feijóo. La reunión con Pedro Sánchez, de más de tres horas, había ido bien. No se cerró ningún acuerdo, pero se abrió la puerta a varios. El tono fue amable. Todo indicaba que empezaba un cambio de ciclo en la relación PSOE-PP, que tenían prácticamente los puentes rotos en el mandato de Pablo Casado.

Y sin embargo, Feijóo salió durísimo. Tanto que comparó a Sánchez con el Zapatero de 2010. “La guerra ha convertido en alarmante una situación económica que ya era preocupante. Querer reducir los problemas a la guerra es un error. En 2010 negamos la crisis y no quiero recordar cómo acabó”. Después de esa comparecencia, en el PSOE lo tienen muy claro: Feijóo cree que la crisis económica le llevará a La Moncloa como lo hizo en 2011 con Mariano Rajoy, que logró una aplastante mayoría absoluta por el hundimiento de los socialistas.

En el entorno de Feijóo señalan que toda la estrategia del nuevo líder pasa por la economía. “Ellos quieren empujarnos a hablar de Vox. Pero nosotros ya llevamos un tiempo en esto, y sabemos que es en la economía donde está la preocupación de la gente y es ahí donde vamos a seguir”, admite un dirigente. Fue ahí, precisamente, alrededor de Vox, cuando la reunión entre Sánchez y Feijóo, que fue muy tranquila, se puso un poco más tensa.

El presidente, que quería empezar con buen pie, evitó sacar el asunto de la investidura en Castilla y León, en la que el PP permitirá por primera vez la entrada de la extrema derecha en un gobierno autonómico. “No hablaron ni una palabra de eso”, explican en el PP. Tampoco le quiso plantear el cordón sanitario a la extrema derecha similar al que se ha hecho en Francia o en Alemania. Pero sí quiso hablar de la ley de violencia intrafamiliar que Vox ha conseguido que el PP acepte promover en Castilla y León, como una manera de romper el consenso alrededor de la ley de violencia de género.

-Esa ley supone entrar en el marco de la ultraderecha que viene a romper los consensos del pacto de Estado de violencia de género. No la podéis aceptar, le dijo Sánchez.

-Las dos normas son compatibles. Hay que esperar a ver la redacción. Nosotros estamos en el pacto de Estado de la violencia de género y no vamos a salir, le contestó Feijóo.

Sánchez le insistía en que eso no es posible: hay que elegir, una u otra, porque Vox promueve la ley de violencia intrafamiliar para negar la violencia machista. Y si el PP acepta ese marco, el consenso quedará roto.

Ahí se inició un diálogo más profundo sobre la ultraderecha y las consecuencias de su ascenso no solo en España, sino en toda Europa. Sánchez, con contacto diario con líderes europeos, está muy preocupado por Francia, que vota este domingo en primera vuelta con un riesgo real de que triunfe Marine Le Pen. La posibilidad de que la inestabilidad económica y la inflación agravada por la guerra refuercen el voto de la ultraderecha es el gran asunto de discusión entre los líderes europeos, especialmente entre los de la familia política de Feijóo, que en su gran mayoría han decidido aislar a estos partidos, al contrario de lo que sucede en España.

Sánchez reclamó a Feijóo que decida qué va a hacer con Vox, porque España también tiene un riesgo real de que la ultraderecha acabe ocupando enormes parcelas de poder. Ya ha entrado en Castilla y León, es probable que lo haga en Andalucía en breve y podría llegar a La Moncloa si el bloque de derechas logra la mayoría absoluta y Feijóo les abre el paso. Pero el presidente gallego no quería hablar de Vox. Sánchez, según su entorno, se llevó la sensación de que Feijóo aún no ha definido su estrategia y su forma de encarar el problema de Vox.

Feijóo quería escapar de este asunto, el más delicado para el PP, el que contribuyó a la caída de Casado, que nunca supo frenar a Vox. Y esa puede ser la tónica de lo que queda de legislatura. El Gobierno intentando centrar el foco en el gran riesgo de que la ultraderecha llegue al poder y el PP evitando en todo momento definirse sobre ese escenario.

Ni en el Gobierno ni en el PSOE se engañan: la crisis económica que desata la guerra y el cambio de liderazgo en el PP cambian por completo el panorama político. Si el Ejecutivo fiaba a la recuperación económica y a la debilidad de la oposición sus expectativas de reelección, ahora todo ha variado. “Casado no era un líder creíble y Feijóo es más competitivo. Eso es innegable. Pero también hace unos meses nos decían que no había nada que hacer, que el PP iba a ganar las elecciones y mira dónde está Casado. Feijóo aún es una incógnita y en las primeras semanas ha metido mucho la pata. Desde luego si toda su propuesta es bajar impuestos en un momento así es que a lo mejor no está haciendo la política para adultos que dice”, señala un miembro del Gobierno.

De hecho, Sánchez le insistió a Feijóo en la reunión en que ningún Gobierno europeo, ni siquiera los ideológicamente cercanos al PP, están apostando por una bajada de impuestos generalizada como propone él. Por varios motivos. Primero porque con los niveles de deuda que hay y las necesidades de políticas sociales para enfrentarse a la crisis -solo este último paquete aprobado por el Gobierno son 6.000 millones de euros- nadie opta por tener menos dinero público disponible. Segundo porque tendría aún más efecto inflacionista -pondría más dinero en circulación-. Y tercero porque el gran problema de España es el contrario: que recauda mucho menos que los países de su entorno, por eso las propuestas del comité de expertos para la reforma fiscal que se hicieron públicas en febrero van en la dirección opuesta: en el IRPF, por ejemplo, mientras Feijóo pide bajarlo, ellos plantean la revisión de las bonificaciones que existen para ampliar las bases imponibles y aumentar la recaudación.

Todas las piezas empiezan a encajar para la que será la batalla definitiva, la de las elecciones en 2023. El PP se está rearmando, y el PSOE también prepara su estrategia para enfrentarse a un nuevo rival, más sólido que el anterior. Los socialistas admiten que la situación se ha complicado. Pero están en el Gobierno, han logrado éxitos importantes para los votantes progresistas como la gestión de la anterior crisis, el llamado escudo social y la reforma laboral, con frutos superiores incluso a los esperados -se han triplicado los contratos fijos- y ven a un PP aún con problemas serios: sigue teniendo escándalos de corrupción -el último el del ayuntamiento de Madrid y el fraude de seis millones de euros en contratos de mascarillas y material sanitario que acabó destinado a comprar Ferraris y yates- no ha resuelto su tensión interna -Ayuso le marcaba el viernes el paso a Feijóo exigiéndole que no pacte nada con Sánchez- y sobre todo no ha logrado dominar a Vox.

La partida, creen en La Moncloa, sigue muy abierta. En el PP, por el contrario, ya avizoran un fin de ciclo como el de 2011. Pero todos admiten que queda mucho por dilucidar. Además, el Gobierno está tan concentrado en la crisis provocada por la guerra que no tiene mucho tiempo para pararse a pensar en qué vendrá después. Andalucía, sobre todo si se adelantan a junio las elecciones como todo parece indicar, dará la pauta de cómo están realmente las cosas.

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