Jugar en campo contrario
En los últimos seis meses el PP habría perdido hasta medio millón de votos, principalmente hacia Vox
Acaba un año demoscópicamente raro para el PP. Una montaña rusa que lo ha llevado a liderar las estimaciones de voto, a rebufo del resultado de Ayuso en las elecciones autonómicas de Madrid, para caer después a lo largo del segundo semestre del año, empantanado en una estrategia de la que no parece sacar réditos. Los datos del barómetro del CIS publicado el lunes así parecen demostrarlo.
En los últimos seis meses el PP habría perdido hasta medio millón de votos, principalmente hacia Vox, aunque también hacia la abstención y el PSOE. Por un lado, parece evidente que la lejanía del 4M madrileño está pasando factura al votante popular, que en verano veía posible derrotar a Sánchez y poner fin a su Gobierno de coalición. El paso del tiempo y la lejanía de la convocatoria electoral general han debilitado el ímpetu de los votantes del PP.
Pero hay algo más. Al menos así parece intuirse en los movimientos del voto popular. No es un retorno a los cuarteles de la indecisión, como parecía ocurrir en octubre. Ahora, el votante que huye del PP lo hace en dirección a Vox, sobre todo a Vox. Medio millón. Y de Vox han dejado de llegar votos. Solo ciento cincuenta mil votantes de Abascal votarían ahora a Casado. Es la cifra más baja de toda la legislatura, a años luz de los cuatrocientos mil votantes de Vox que mostraban intención de optar por el PP en verano.
Vox se refuerza. Prácticamente todos sus votantes que han dejado de trasvasarse al PP han vuelto a mostrar intención de voto a los de Abascal. No están en la indecisión. Han pasado de querer votar al PP a hacerlo por Vox. Se han fidelizado. De aquí que hoy en día, y según el CIS, el 81% de los votantes de Vox sean fieles, en total tres millones (los fieles del PP suman 3,4 millones).
Hay algo en estos datos que explica el fracaso de la estrategia de Casado de los últimos meses. Al contrario de lo que podría prever, el endurecimiento de su discurso, su oposición sin cuartel a Sánchez, la estridencia de sus discursos, que pretendían cortejar al votante de la derecha más dura, parecen haber conseguido el efecto contrario. Hoy, Vox es más fuerte, y las expectativas de Casado de llegar a La Moncloa son peores que hace seis meses.
En el PP saben seguramente que sin atraerse a una parte del voto que se fue a Vox en noviembre de 2019 les será imposible desbancar al PSOE de la primera posición, sin lo cual sería muy difícil un Gobierno presidido por Casado. Para lograrlo, el líder del PP ha decidido jugar en campo contrario, adoptando planteamientos y hasta el tono de los dirigentes de Vox (para muestra, la última sesión de control al Gobierno).
Esta estrategia, sin embargo, no parece haber impedido que hoy sea mayor el trasvase de votantes del PP a Vox que los que van en sentido contrario. El objetivo que perseguía Casado era generar una dinámica de atracción del voto de derecha hacia el PP y lo que parece haber logrado es legitimar la posición de Vox y presentarle, incluso ante su propio electorado, como una opción aceptable para, precisamente, asegurar aquello que anhela Casado: una victoria de la derecha que le abra las puertas de La Moncloa. La radicalización del PP estaría, paradójicamente, cerrando esas puertas.
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