Alejandro Portes, premio Princesa de Asturias: “Hay que incentivar que los inmigrantes se muden a los pueblos de la España vacía”
El experto en migraciones elogia la integración de los extranjeros en España: “El éxito del modelo español es que no hay modelo”
Alejandro Portes (La Habana, Cuba, 77 años) es sociólogo y profesor emérito de la Universidad de Princeton. En 2019 recibió el Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales por sus “fundamentales aportaciones al estudio de las migraciones internacionales”. Su investigación más conocida arrancó en 1992 cuando entrevistó a más de 5.000 niños residentes en Estados Unidos, repitiendo la entrevista en la adolescencia, para entender la adaptación de los inmigrantes en sus países de destino. Un estudio que ha repetido en España y que acaba de publicar bajo el título Los nuevos españoles, coordinado por Rosa Aparicio y editado por Bellaterra. El 28 de octubre Porter recibió en Madrid un homenaje de sus colegas españoles. “Al principio pensaba que la integración de los inmigrantes iba a ser peor que en EE UU, pero todo lo contrario, en España los resultados son bastante positivos”, apunta a EL PAÍS.
Pregunta. Usted suele decir que debemos mirar de forma más positiva cómo España ha trabajado en la inclusión de los inmigrantes. ¿Qué tiene el modelo español que podría inspirar a otros?
Respuesta. El éxito del modelo español es la ausencia de modelo. En España hay menos percepción de discriminación y mayor identificación con el país, sobre todo de los hijos de inmigrantes que nacieron aquí o llegaron muy temprano. Y creo que se debe a que el pueblo español no tiene una visión demasiado exaltada de sí mismo, es un país que exportaba migrantes hasta hace poco a América Latina y después, a Europa, y no es como otros países que tienen una visión grandilocuente de su cultura. Esto ha hecho que la población española en general haya sido bastante tolerante con los inmigrantes y ha permitido que los diversos colectivos se vayan incorporando a su ritmo, sin excesivas dificultades.
P. ¿Cree que esa paradoja del éxito de la ausencia de modelo seguirá funcionando en el futuro o es hora de replanteársela?
R. Es momento de replanteársela, porque la mayoría de los miles de inmigrantes que entrevistamos en la década pasada eran latinoamericanos, europeos del este, marroquíes y filipinos. El estudio no incluía una llegada masiva de refugiados en pateras de África subsahariana, que puede crear una situación distinta.
P. ¿Qué nuevo enfoque debería aplicarse?
R. Estos flujos migratorios a través del Mediterráneo y a Canarias son caóticos. Hay que impedir que tengan consecuencias negativas, como una reacción nacionalista. La inmigración es necesaria para la economía y para la demografía, pero hay que regularla. Primero, tratando de incentivar a los inmigrantes a que se muden a los pueblos de la llamada España vacía. Y segundo, regulando su llegada a través de convenios con los países de origen. Esos flujos se pueden canalizar con programas de visados de trabajo temporales y permanentes y con la cooperación de los países emisores, que ayuden a frenar la inmigración descontrolada.
P. En Francia, la exclusión se ha cronificado y se ha disparado la extrema derecha. ¿Qué han hecho mal?
R. En Francia hay un sentimiento de cierta superioridad cultural y el Estado trató de imponer desde arriba un modelo de integración, condicionando las ayudas a deshacerse de todos los trazos culturales de origen. El Gobierno francés proclama que en Francia no hay grupos étnicos. No hay cultura árabe, no hay cultura rumana, no hay cultura de nadie. Es simplemente Francia. Eso es absolutamente absurdo. Cuando los franceses imponen, generan que muchos hijos de inmigrantes nacidos en Francia se niegan a llamarse a sí mismos franceses.
P. Volviendo al éxito del no modelo español, hay expertos que empiezan a alertar que hay una brecha de desigualdad entre los hijos de los extranjeros y los hijos de los nacionales.
R. La brecha no es mucha. En mi análisis se demuestra que los nativos tienen ventajas en cuanto a los logros educativos y ocupacionales, pero el proceso de alcanzar el estatus es el mismo.
P. ¿Ha visto diferencias en la inclusión en determinadas nacionalidades?
R. La nacionalidad no es determinante, es su clase social. La clave es el estatus socioeconómico de la familia y el género del joven, no la nacionalidad. Si los padres marroquíes son unos campesinos del Rif, su estatus económico determinará adonde van a llegar los hijos. Pero no por ser marroquí, sino por ser un campesino pobre.
P. La Universidad de Comillas acaba de publicar un estudio que concluye que el conflicto social que podría haberse dado tras la crisis de 2008 no se produjo. Pero sí que existe un racismo silencioso. ¿Está de acuerdo?
R. Sí, pero es exagerado. El prejuicio no tiene tanta importancia mientras no se manifieste de una forma tan sistemática que afecte a las propias leyes, las posibilidades de ascenso y de participación. España no se cierra, no impide que los inmigrantes y los hijos de inmigrantes puedan ascender. Creo que muchas veces se exagera eso. No se le puede pedir al ciudadano común que sea un dechado de virtudes, la gente tiene sus pequeños prejuicios.
P. Lo que está defendiendo es contrario al discurso de colectivos antirracistas que denuncian racismo institucional.
R. Sí es cierto que algunos marroquíes de nuestra muestra de estudio se quejaban de que los paraban demasiado en la calle para pedirles documentos. Y eso obviamente convendría impedirlo, pero viene del policía de a pie, no de las altas esferas del Gobierno. El discurso ha sido muy inclusivo en España, y en las escuelas la acogida ha sido abrumadora.
P. Pero en España hay muchos lugares en los que se han formado guetos, desde barrios a asentamientos ¿No deberíamos observarlo con más atención?
R. Es un problema de clase, no necesariamente de cultura. Los inmigrantes pobres van a vivir a barrios pobres y eso no necesariamente impide que sus hijos se incorporen exitosamente, que vayan al colegio y que suban en la escala social. En toda sociedad capitalista hay esa estratificación de clase en términos de residencia. Los que viven ahí no viven ahí porque sean de África ecuatorial o de otro país, es porque no tienen recursos para vivir en otra parte.
P. Se habla desde algunos sectores del riesgo de la islamización de Europa como argumento contrario a la inmigración. ¿Tiene sentido?
R. Esas alarmas son exageradas. Es una minoría y, de ninguna manera, van a subvertir el orden de valores occidentales y el orden constitucional. Son llamadas cultivadas por activistas, por políticos de derecha y comentaristas que quieren subir sus ratings alarmando a la ciudadanía. Los musulmanes simplemente se van a ir incorporando como lo hicieron los judíos. Los judíos tienen sinagogas, se visten a su manera, tienen su cultura y no pasa nada.
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