La primera visita de Estado en 25 años del presidente italiano muestra el estrecho vínculo de los dos países con más dinero del fondo europeo
Mattarella hablará en el Congreso tras un acercamiento fuerte entre Madrid y Roma
Son dos países vecinos, la tercera y cuarta economías de la UE tras la salida del Reino Unido, tienen intereses y problemas similares —sobre todo la precariedad y un paro juvenil que dobla las medias europeas y una covid que hizo mucho daño a sus economías además de llevarse miles de vidas por delante—, pero durante muchos años han vivido mucho más alejados de lo razonable. España e Italia están recuperando en los últimos años, y en especial gracias a la conexión que hubo entre Pedro Sánchez y Giuseppe Conte, el tiempo perdido tras un desencuentro durante muchos años. El viaje a España de dos días de Sergio Mattarella, la primera visita de Estado del presidente de la República italiana desde 1996, cuando Oscar Luigi Scalfaro visitó un país poco después de que José María Aznar llegara a La Moncloa, simboliza esta nueva etapa de relaciones políticas, que ahora tiene que construirse con una nueva figura en la jefatura del Gobierno italiano: Mario Draghi, que visitó recientemente Barcelona pero aún no parece que haya construido con Sánchez y con España el mismo vínculo que Conte.
Mattarella ha iniciado en Madrid una visita de Estado que incluye un encuentro este martes en La Moncloa con Sánchez, más una cena en el Palacio Real y mañana el plato fuerte político: una intervención ante el pleno del Congreso de los Diputados. Después viajará a Málaga para presidir, con el Rey Felipe VI y el presidente de la república portuguesa, Marcelo Rebelo de Sousa, del simposio COTEC Europa.
El veterano político siciliano, hijo de uno de los fundadores de la Democracia Cristiana, está terminando su mandato, por lo que este es su último gran viaje, algo también especialmente simbólico. Italia está a punto de abrir el complejo proceso de sucesión de su jefe de Estado, y precisamente Draghi es uno de los candidatos más firmes a ese puesto, lo que tal vez alteraría también esa relación con Sánchez con un nuevo primer ministro.
Draghi, una estrella en el panorama político europeo al nivel de Angela Merkel, que ahora deja la primera línea, no ha mostrado hasta ahora especial sintonía con Sánchez, pese a que ambos defienden posiciones políticas similares y una clara apuesta por el multilateralismo y por el giro de la política económica europea que permitió el gran pacto del fondo de recuperación europeo, en el que la unión de Conte y Sánchez en Bruselas fue fundamental. Ambos primeros ministros tienen perfiles muy diferentes: mientras el banquero es un tecnócrata que no ha sido elegido por las urnas, el español es un político puro que primero ganó la batalla interna en su partido y después ganó dos elecciones seguidas en 2019.
Pero al margen de esta relación entre los primeros ministros, Italia y España llevan tiempo reforzando los vínculos, como se vio en la recuperación en plena pandemia de la tradición de las cumbres con una decena de ministros —hubo una en Mallorca a la que viajaron todos pese a que la pandemia arreciaba en los dos países— y ahora rematan este reencuentro con esta visita de Estado de Mattarella. Los dos grandes países del sur europeo son los mayores beneficiados del fondo de recuperación, tienen en la agenda reformas estructurales similares —pensiones, trabajo, digitalización, cambio climático, transición ecológica, modernización de la industria— y sufren algunos problemas políticos parecidos, como el peso de la extrema derecha.
Precisamente Mattarella, con la enorme capacidad política que tienen en Italia los jefes de Estado, a diferencia de España, fue clave para evitar en el verano de 2019 que Matteo Salvini, lider de la Lega y entonces ministro del Interior, lograra forzar unas elecciones anticipadas que pudieran llevarlo al poder como primer ministro. Mattarella movió los hilos y Salvini acabó fuera del Ejecutivo al pactar varios grupos un Gobierno de concentración con Conte al frente, que después fue sustituido por Draghi, pero siempre sin acudir a las urnas, algo frecuente en Italia e impensable en España.
Ahora La Moncloa espera aprovechar este nuevo ambiente de relaciones entre España e Italia para reforzar el eje del sur europeo en todas las complejas negociaciones que hay por delante para la ejecución del fondo y las reformas, sobre todo la de pensiones, pero Sánchez mira de reojo al proceso de sucesión de Mattarella previsto para principios de 2022 para ver si cambia por tercera vez su interlocutor en la jefatura del Gobierno italiano o tiene que adaptarse a Draghi, una estrella absoluta en la constelación europea que dificulta el intento del presidente español por ocupar un espacio preferente en la etapa post Merkel.
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