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La inestabilidad y las mafias impulsan la ruta de Argelia

Los argelinos son la nacionalidad más numerosa de la inmigración irregular. Almería, principal destino desde Argelia, es el segundo puerto de España con más entradas

María Martín
Jóvenes argelinos guardan cuarentena en un albergue municipal de Almería.
Jóvenes argelinos guardan cuarentena en un albergue municipal de Almería.Alfonso Durán

Un hombre camina por las calles de Almería cojeando, con la ropa ennegrecida e intentando disimular el mal olor. Es un sastre argelino de mediana edad que maldice su país por la falta de trabajo y que cuenta que cuatro días antes desembarcó a escondidas en una playa de la provincia. Se acerca, se quita los zuecos blancos de goma y muestra los pies en carne viva, marcas de una travesía clandestina por mar y una caminata kilométrica. El hombre busca angustiado una ducha y alguien que le cure las heridas. Pero, en seguida, desaparecerá sin dejar rastro. Como la inmensa mayoría de sus miles de compatriotas que llevan meses desembarcando en las costas almerienses, murcianas y alicantinas se marchará a Francia, Alemania u Holanda, principales destinos de este éxodo silencioso y en aumento.

La ruta argelina empezó a acaparar la atención de las autoridades a finales de 2019 y desde entonces es una constante en los informes de seguridad nacionales y europeos. Ese año, mientras las llegadas a las costas españolas se reducían a la mitad por el control que Marruecos empezó a ejercer en el norte, Argelia se sumía en una ola de protestas y caos político y el porcentaje de argelinos que llegan en patera a España se duplicó. Eran números modestos, en torno a las 4.000 personas, pero anunciaban cambios, nuevos medios de transporte y un auge en la ruta que ha acabado por consolidarse.

En 2020, cuando las islas Canarias atraían todos los focos con 23.000 llegadas, en el Mediterráneo se batía un récord con el desembarco de más de 11.500 argelinos en los puertos de Almería, Murcia, Alicante y Baleares. Nunca antes se había visto un número parecido. En lo que va de año ya son más de 4.700, la nacionalidad más numerosa, una cifra ligeramente superior a la del año pasado por estas fechas. La mayoría llegan a Almería, el primer puerto español en número de pateras y el segundo, después del muelle grancanario de Arguineguín, que más inmigrantes recibe.

Quienes llegan son cada vez más jóvenes y empieza a verse familias y mujeres con niños. “No son muchos, pero era un perfil que antes no existía”, explica Francisco Vicente, coordinador de la Cruz Roja en Almería. “La emigración desde Argelia no está motivada necesariamente por la pobreza, sino por una fata total de oportunidades”, añade Vicente.

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El politólogo argelino Raouf Farrah sigue con preocupación los acontecimientos de su país. Este analista sénior del centro de estudios Global Initiative Against Transnational Organized Crime cree que la emigración irregular, castigada por ley, ya se ha normalizado entre los argelinos como una “estrategia legítima” para escapar de las distintas crisis del país. “Hay un denominador común entre los emigrantes”, advierte. “Es el sentimiento generalizado de malestar, que no solo concierne a los jóvenes de los barrios obreros y pueblos costeros, sino también a las mujeres, las familias de clase media y los jóvenes del interior”.

Cuatro cabezas se asoman curiosas por las ventanas del albergue municipal de Almería, un edificio anodino convertido en un centro de cuarentena. Son un boticario, un fontanero, un pescador y un peluquero que aseguran que llevan dos años sin un trabajo estable. En Argelia, en 2019, antes de que la pandemia destruyese miles de empleos, uno de cada cuatro jóvenes de entre 16 y 24 años ya estaba en paro. “La juventud está perdida, da igual que tengas estudios o no”, denuncia Zinou, el fontanero, de 30 años. “Argelia tiene dueños y no somos nosotros”. El boticario, de 28 años y licenciado en biología, que acabó ganándose el pan cargando compras o muebles, remata: “Son una mafia de corbata”. Todos esperan a cumplir con el confinamiento y desplazarse a distintos países de Europa. “Trabajaremos de lo que sea”, coinciden.

La emigración desde Argelia ha crecido empujada por la desestabilización del país, pero también por la profesionalización de unas mafias que desbordan a las autoridades de las dos orillas. Los traficantes, según reveló la Voz de Almería, compran por primera vez, de forma sistemática, las embarcaciones y los motores en España (y a españoles). En los últimos meses se han sucedido varias operaciones policiales que, además, han vinculado a algunos jefes del negocio con el tráfico de drogas. “Las organizaciones argelinas son mucho más especializadas y cuentan con mejor estructura que las marroquíes”, cuenta una fuente dedicada al control de fronteras.

Las redes han popularizado las llamadas pateras-taxi, lanchas con motores de gran potencia que ofrecen un trayecto de la costa de Orán a la costa Almería, distantes unos 200 kilómetros, de solo tres horas. Cobran unos 3.500 euros aunque no todas las travesías son exprés y tan caras ha habido meses que han sido mayoría y han traído cientos de personas en un par de días. La plaza en otras embarcaciones menos dotadas cuesta menos de 2.000 euros, mientras que también hay grupos de emigrantes que se juntan poniendo unos 1.000 euros cada uno para comprarse ellos mismos una barca. Las mafias más organizadas suelen coordinar varias salidas a la vez para desbordar a los agentes y, a diferencia de lo que ocurre en el Estrecho o en el Atlántico, los patrones hacen lo posible por volver con la embarcación y reutilizarla en un nuevo viaje. Son demasiado caras como para abandonarlas.

Este modus operandi, además de traer de cabeza a las autoridades, complica saber cuántas llegadas ha habido en realidad porque muchos, como el sastre, arriban a tierra y siguen su camino sin que dé tiempo a identificarlos. También es impreciso el número de víctimas. Aunque la travesía pueda parecer segura, muchas embarcaciones se pierden en el mar o naufragan en su intento de tocar la costa. En lo que va de año la Organización Internacional para las Migraciones ya cuenta en esta ruta 81 muertos y desaparecidos, de un total de 425 vidas perdidas intentando alcanzar España.

Aunque Almería se ha convertido en uno de los principales puntos calientes de la inmigración, encontrar argelinos allí es una gincana. Son invisibles y esquivos. “La mayoría prefiere no usar los recursos de acogida o los abandonan en los primeros días”, explica Rubén Romero, abogado de Convive-Fundación Cepaim. “Tienen sus contactos y los usan para marcharse cuanto antes”.

Algunos aparecen fugazmente en la estación de autobuses para poner rumbo al norte o llegan desfallecidos al Puche, un barrio-gueto. Allí, según explica Óscar Bleda, director de la ONG Ítaca, llevan algunos meses viendo recalar a decenas de chavales, entre ellos varios menores. Vienen andando desde las playas donde tocan tierra, a 40 kilómetros de distancia, en busca de los contactos que les ayudarán a continuar su ruta. “De cada diez, nueve pasan por aquí antes de marcharse. Acaba siendo un problema añadido para el barrio porque no tenemos estructura para atenderlos y las administraciones prefieren mirar para otro lado”, lamenta Bleda.

Abdel Drider, de 31 años, está en España por cuarta vez después de que le expulsaran las tres anteriores.
Abdel Drider, de 31 años, está en España por cuarta vez después de que le expulsaran las tres anteriores.Alfonso Durán

Uno de los pocos que ha decidido quedarse en Almería es Abdel Drider, un cocinero de 31 años, acogido por la Cruz Roja. El hombre tiene tan claro que no quiere vivir en Argelia que lleva desde 2015 pagando pateras con destino a España. En estos años ha venido tres veces y las tres lo expulsaron. En octubre de 2020, en plena pandemia y con las deportaciones suspendidas, volvió a intentarlo. “Trabajo desde que tengo uso de razón, pero la situación en Argelia es muy complicada. Hay muchísima corrupción y no solo en el Gobierno”, lamenta. “No consigo ver qué es lo que tiene que ocurrir en mi país para que la situación mejore. Desde allí solo me dicen que menos mal que me fui”. No se plantea que le vuelvan a expulsar. Si lo hacen, mantiene, volverá otra vez.

El politólogo Farrah cree que las llegadas en 2021 superarán las registradas el año pasado porque el malestar de la población argelina va en aumento. “Se ha acentuado por el empobrecimiento generalizado, la crisis social y económica que sacude al país, la degradación de servicios públicos, como el acceso al agua e internet o la gestión catastrófica de la pandemia”, mantiene. A esto, según Farrah, se suma “el ambiente tóxico” que ha provocado la represión y las violaciones de derechos humanos para asfixiar el Hirak, una movilización popular liderada por los jóvenes en defensa de la democracia.

En estos días de bochorno, las alertas por posibles llegadas se repiten casi cada madrugada sin viento. Pero los meses de más actividad en esta ruta (agosto, septiembre y octubre) acaban de comenzar y se prevé un nuevo otoño caliente. La clave, además, no está solo en los argelinos. En esas pequeñas pateras blancas han empezado a subirse marroquíes (algo inédito), subsaharianos, sirios y bangladesíes. No son muchos, pero ya es un indicio de que el corredor argelino se consolida y empieza a atraer migrantes de otras rutas.

Infografías de Ignacio Gallello Bonino

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Sobre la firma

María Martín
Periodista especializada en la cobertura del fenómeno migratorio en España. Empezó su carrera en EL PAÍS como reportera de información local, pasó por El Mundo y se marchó a Brasil. Allí trabajó en la Folha de S. Paulo, fue parte del equipo fundador de la edición en portugués de EL PAÍS y fue corresponsal desde Río de Janeiro.

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