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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Sobre Ábalos y Puig

Nadie asegura a fecha de hoy que el ministro de Transportes vaya a dar el paso de abandonar Madrid para regresar a la Comunidad Valenciana con el objetivo de desbancar al líder de los socialistas valencianos

Amparo Tórtola
El ministro José Luis Ábalos con el presidente Ximo Puig, en el Palau de la Generalitat en 2018.
El ministro José Luis Ábalos con el presidente Ximo Puig, en el Palau de la Generalitat en 2018.Mònica Torres

Hace apenas dos semanas, el sábado 16 de enero, la Unión Democrática Cristiana (CDU), el partido más vigoroso de Alemania y la fuerza conservadora más importante de Europa, celebró un Congreso digital —la pandemia manda— para elegir al sustituto de Angela Merkel al frente de la formación. La reunión telemática, según los cronistas, inauguró también la carrera para designar al candidato electoral que deberá pelearse las elecciones generales previstas para el próximo mes de septiembre. La era Merkel termina y más de un millar de delegados con derecho a voto de la CDU se sentaron durante una jornada frente a las pantallas de sus ordenadores para participar en tan importante cita. Lo que suceda a partir de septiembre en Alemania, los nuevos liderazgos políticos que surjan tras el adiós de Merkel, no solo condicionarán el futuro de sus ciudadanos, sino el porvenir de la Unión Europea. Una UE a quien la canciller ha marcado intensamente: para mal —debacle financiera global de 2008 y políticas de austeridad— y, para bien, en esta crisis mundial que ahora nos asola y que la administración europea ha afrontado con la aprobación de importantes paquetes de ayuda.

Resulta sorprendente que los conservadores alemanes hayan resuelto su importante Congreso por vía digital, mientras los dos grandes partidos españoles, el PSOE y el PP, “congelan” sus citas congresuales, excusando el retraso en la pandemia y las limitaciones que esta exige.

Ambas formaciones deberían celebrar sus grandes congresos en 2021, para luego dar paso, en cascada, a la convocatoria de los cónclaves regionales para la elección de nuevos liderazgos autonómicos. Es decir: mientras el PSOE no celebre su 40 Congreso Federal y el PP haga lo propio con su XX Congreso Nacional, sus filiales valencianas, el PSPV-PSOE y el PPCV, están atados de pies y manos.

El valenciano secretario de organización del PSOE y ministro de Transportes, José Luis Ábalos, respondió con un lacónico “Para Congresos estoy yo” cuando semanas atrás, con los contagios por covid al alza y los muertos sumando centenares diarios, un militante socialista le preguntó por la cuestión.

Pocos días después, este diario informaba de que el PSOE celebrará su congreso, en modo presencial, a mediados de octubre de 2021, de manera que las federaciones regionales deberán convocar los suyos respectivos antes de que acabe el año. Se confía que para esas fechas entre el 60 y el 70% de los españoles estemos ya vacunados, facilitando que los cientos de delegados socialistas puedan reunirse cara a cara, mascarilla mediante, sin excesivos riesgos. Estatutariamente, la fecha de la gran cita socialista debería tener lugar en junio, como muy tarde; pero, pese a la apuesta por la digitalización de que hace gala el Gobierno de Pedro Sánchez, este quiere un congreso presencial y no al estilo de la CDU alemana. Así lo reivindica también la militancia.

Si la evolución de la pandemia no altera las previsiones indicadas, los socialistas valencianos deberán ratificar a Ximo Puig o elegir a un nuevo secretario general antes de las próximas Navidades. El mes de noviembre se anuncia como el momento más oportuno y ya empieza a haber movimientos de actualización de censos de militantes y las consiguientes afiliaciones a las diferentes agrupaciones del PSPV-PSOE.

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Es tradición socialista que los líderes regionales que gobiernan en sus respectivos territorios son “intocables” orgánicamente. Es el caso de Ximo Puig. Secretario general del PSPV-PSOE y presidente de la Generalitat al frente de un gobierno tripartito, sus aspiraciones manifiestas de renovar como máximo dirigente de la federación socialista valenciana deberían verse satisfechas. Pero la sombra del ministro Ábalos es muy alargada y, como meandros de un Guadiana político, las elucubraciones sobre su futuro político y sus intenciones respecto a la Comunidad Valenciana emergen para volver a sumergirse una y otra vez.

Ábalos es un factótum en la organización socialista y cuenta con el aprecio de un Pedro Sánchez al que ayudó en sus horas más bajas, cuando la nomenclatura clásica socialista, incluido Puig, le dio la espalda, precipitó su destitución como secretario general y apostó por Susana Díaz como su recambio, fallido finalmente, al frente del PSOE.

Desde el entorno de Puig se insiste en que la relación actual de este con Sánchez es “óptima”. Ponen como ejemplo más inmediato la visita que mañana, lunes, girará el presidente del Gobierno a tierras valencianas para inaugurar la línea ferroviaria de alta velocidad que enlazará Elche y Orihuela con Madrid. “En estos momentos, Sánchez se desplaza a pocos sitios, y no es casualidad que elija protagonizar un acto en Orihuela, el gran bastión del PP en la Comunidad Valenciana”, destila sibilinamente, con afán de convencer, un colaborador de Puig.

La prueba del algodón que demostrará si la sintonía entre Puig y Sánchez es tan apacible como los hagiógrafos del primero se esmeran en transmitir, será la composición de la Ejecutiva socialista que resulte elegida en el Congreso federal de octubre; o sea, el número y filiación de los socialistas valencianos que se integren en la misma por decisión de Pedro Sánchez. Ese dato nos aportará una información muy valiosa sobre si es verdad o no aquello que soltó ante las cámaras de televisión el presidente cántabro, Miguel Ángel Revilla, en referencia a Sánchez: “No hace prisioneros”. Es decir, los mata. Políticamente hablando. Si Puig consigue colocar a sus “peones” en puestos destacados de la dirección socialista, aceptaremos que Pedro Sánchez ha olvidado antiguas afrentas y considera al presidente valenciano un aliado valioso de la periferia autonómica.

La gran ventaja de Puig, que comparte con su antaño aliada, Susana Díaz, es que ni uno ni otra tienen un rival que aglutine a la legión de descontentos que militan en sus federaciones. Salvo, en el caso de Puig, esa opción llamada Ábalos; pero, a fecha de hoy, nadie asegura que el ministro vaya a dar el paso de abandonar Madrid para regresar a la Comunidad Valenciana con el objetivo de desbancar a Puig. También son escasos los que consideran que si, finalmente, así fuera, Ábalos contaría con todas las bendiciones y apoyos precisos.

En los mentideros madrileños se comenta que hasta tres ofertas le han hecho a la ex presidenta andaluza para que renuncie a sus aspiraciones de seguir al frente de la potente federación socialista del sur de España: ser eurodiputada, presidir el Senado o asumir la cartera de Defensa en sustitución de la ministra Margarita Robles. Ninguna oferta le ha seducido. A Puig, que nos conste, todavía no le han tentado.

Sobre el Congreso del PPCV y las corrientes subterráneas que le preceden, escribiremos en breve.

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