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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El necesario debate sobre Bildu

Identificar al partido con ETA es manipular, aunque la formación tiene pendiente la autocrítica sobre su pasado

Luis R. Aizpeolea
La diputada de EH Bildu, Mertxe Aizpurua, esta semana en el Congreso.
La diputada de EH Bildu, Mertxe Aizpurua, esta semana en el Congreso.Mariscal (EFE)

Cuando el pasado miércoles Pablo Casado, en la sesión de control del Gobierno, comparó a Bildu con los terroristas de Bataclan o del 11-S no solo incurrió en una desmesura, sino que rayó la indecencia política. Casado obviaba que unos días antes, Bildu había condenado el ataque en Amurrio (Álava) al establecimiento de la familia de Santiago Abascal, presidente de Vox, perpetrado por un grupo disidente. Lo lógico, porque sus estatutos rechazan el terrorismo. Por ello los tribunales legalizaron a Bildu hace nueve años. ETA ya no existe y si reapareciera, algo impensable, estaría enfrente. Tiene pendiente una asignatura: reconocer la injusticia por la pasada complicidad con ETA de su matriz, Sortu, procedente de Batasuna. Pero identificar a la formación con ETA es manipular.

El debate racional de los partidos democráticos sobre cómo relacionarse con Bildu es necesario, pero hoy resulta imposible por el tremendismo de Casado, empeñado en utilizarlo para erosionar al Gobierno. Surge conflictivamente cuando en momentos clave Bildu respalda a los socialistas, como hace un año en Navarra cuando facilitó la investidura de María Chivite y ahora con la negociación de los Presupuestos, básica para que Sánchez encauce la legislatura. Podemos, con un enfoque antagónico, no plantea ni debate ni exigencia sobre Bildu cuando, siendo sensible a la injusticia cometida con la memoria de las víctimas del franquismo, debía evitar la insensibilidad con las de ETA. Su actitud complaciente con Bildu frena su necesario proceso autocrítico. Pasar página sí, pero leerla antes para que los jóvenes aprendan la lección.

El PSOE rehúye el debate sobre Bildu por evitar la confrontación con el PP por la división y las emociones que genera, también en sus filas. Sucede desde que el PP rompió los pactos contra el terrorismo en el tramo final de ETA. Sánchez ha vuelto a rehuirlo para no enturbiar el decisivo debate presupuestario tras defenderse de los ataques de Casado. Su defensa no es complicada porque Aznar realizó el discurso más complaciente de un gobernante español con ETA y su Ejecutivo el mayor acercamiento de presos.

El último conflicto sobre Bildu muestra la necesidad de pedagogía y el PSOE, que protagonizó el final del terrorismo, debe tomar la iniciativa. Su referente no debe ser la sobreactuación de Casado, sino los españoles. Un dirigente socialista vasco recordaba esta semana que si hace 20 años cualquier gobernante, incluido Aznar, hubiera sabido que el precio para lograr el final del terrorismo fuera que los abertzales negociaran los Presupuestos del Estado le hubiera parecido un sueño. Ese sueño era un acuerdo básico de los partidos democráticos contra ETA desde el Pacto de Ajuria Enea: que el terrorismo desapareciera y el abertzalismo radical hiciera política. Sucedió en 2011. Fue crucial porque, además, el abertzalismo presionó a ETA, muy debilitada, para que cesara.

Desde 2011, Bildu evoluciona lentamente. Participa en actos de reconocimiento a las víctimas del terrorismo. Se ha vuelto pragmática. En su discurso priman las reivindicaciones sociales sobre las de los presos y el soberanismo. Algunos dirigentes discrepan de las bienvenidas a los presos si ofenden a las víctimas. Su principal déficit es la autocrítica sobre su pasado.

Los socialistas vascos y navarros tienen experiencia sobre su gestión. Asumen la participación parlamentaria de Bildu y se niegan a que condicione sus proyectos. Con ese criterio, los Gobiernos navarro y vasco negocian con Bildu sus presupuestos comunitarios. A su vez, le trazan una línea roja, compartida con el PNV. Mientras no se autocritiquen por el pasado no compartirán el liderazgo ni un proyecto de gobierno. Sorprende que la ejecutiva federal del PSOE no abandere una posición tan razonable y rehúya explicarla. Falta pedagogía.

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