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La Guardia Civil, una institución con reglas propias

La cúpula del instituto armado defiende celosamente su autonomía frente a los cambios realizados por Interior

Toma de posesión de la nueva directora general de la Guardia Civil, María Gámez, presidida por el ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska, el 22 de enero. En vídeo, la crisis en la cúpula de la Guardia Civil por las renovaciones de Grande-Marlaska.Vídeo: JAIME VILLANUEVA / ATLAS
Patricia Ortega Dolz

Para entender lo que está sucediendo estos días en la Guardia Civil es necesario recordar las particularidades de una institución con 176 años de historia, que lleva por lema “El honor es su divisa”, el cumplimiento del deber y el mérito. Un organismo acuartelado, de carácter militar, semiaislado, con su propia atención sanitaria y su propio clero, una suerte de Estado dentro de un Estado, con un estamento muy fuerte de 34 generales, guardianes de las esencias. “La cúpula representa a la institución, y si desprecias a la cúpula, se siente despreciado hasta el último guardia. Somos así de raros”, asegura uno de ellos.

La decisión del ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, de cesar al coronel Diego Pérez de los Cobos ha desencadenado una secuencia de dimisiones y ceses y detonado la actual e inédita crisis de la institución con el Gobierno. Y ha desatado la ira de la oposición. Pero, sobre todo, ha sido entendida por un poderoso sector del cuerpo como “una injerencia” en un terreno veladamente vetado a los políticos. “Cuando llega un director o directora general le ceden el papel protagonista, le dejan que vaya a los desfiles, que dé los discursos, que inaugure instalaciones, todo lo que se vea de puertas para afuera. Pero al mismo tiempo le ponen muy claro que allí no manda”, describen fuentes del cuerpo la actitud de su cúpula.

El cese de Pérez de los Cobos —sin sustituto aún— se produjo el domingo por la noche por teléfono tras conocerse un informe elaborado por una unidad de la Policía Judicial de la Comandancia de Madrid, que él dirigía, y que achacaba, con múltiples elucubraciones e inexactitudes, a la manifestación del 8-M un papel decisivo en la propagación del coronavirus. La juez Carmen Rodríguez-Medel, que encargó la investigación, había citado a declarar al delegado del Gobierno en Madrid, José Manuel Franco, por un presunto delito de prevaricación al no haber prohibido la marcha feminista. Tras un informe contrario de la Abogacía del Estado, la magistrada suspendió este jueves la citación.

“Es indecente que todos esos ceses [al de Pérez de los Cobos le sucedió la dimisión del número dos del cuerpo, el director adjunto operativo, Laurentino Ceña, y tras este, fue apartado el mando de operaciones Fernando Santafé] los decida siempre el ministro, sin hablarlo y despacharlo con los mandos de los afectados, a quienes desprecia”, reprocha un alto cargo del cuerpo. “No se puede ser tan soberbio y gestionar la Guardia Civil como si fuera tu cortijo”, remacha.

Fuentes del Ministerio del Interior insisten en que la sucesión de ceses y dimisiones se ha precipitado tras la destitución del coronel por “perdida de confianza”, pero aseguran que formaba parte de un plan previo que iba a ser ejecutado el próximo 2 de junio, cuando se habría producido la salida natural del director adjunto operativo por su jubilación. La carta de dimisión de Ceña, presentada una semana antes de tener que irse, evidencia el gran enfado que existe en la cúpula, encabezada por cuatro generales de los que ya han caído dos. Y no se descartan más relevos.

El ministro Marlaska ha justificado sus decisiones como un cambio “normal” en “la constitución de un nuevo equipo” para dar “un nuevo impulso” a la institución, aunque no ha explicado ni en qué consiste ese plan ni su objetivo. “Se ha elegido a personas muy competentes y con recorrido de tiempo para poder llevar a cabo cosas”, deslizan desde la dirección general del cuerpo.

“En el Consejo Superior de la Guardia Civil, órgano asesor al que solo van los generales”, relata otra fuente del instituto armado, “eligen al más moderno para hablar y el resto calla y deja que hable el director o directora. Luego ellos deciden por detrás sus cosas, como los ascensos”, asegura. “Por ejemplo, hasta hace poco el jefe de gabinete del director era una persona civil, y cambiaron la norma para que a la fuerza fuese un general, en la actualidad Manuel Llamas. Lo quieren tener todo controlado”, insiste.

En los ascensos se computan un montón de aspectos: “Destinos, cursos, puesto en promoción, evaluaciones anuales, idiomas, estudios de posgrado, condecoraciones...”, confirman no obstante en la dirección general. “En los ascensos a general hacía más de 15 años que nadie se saltaba ese orden de clasificación por puntos”, asegura otro alto mando, en alusión a los recientes nombramientos, aunque reconoce que sí ha habido saltos en otros niveles.

Una lista y tres vacantes

Con el cese del coronel Pérez de los Cobos “llovía sobre mojado”, apunta un alto cargo, porque la semana pasada se cubrieron tres vacantes para ascender a general y solo uno había salido clasificado en posiciones de ascenso. “Los otros dos fueron sorpresa”, ironiza. “Y lo peor, nadie informó tampoco a la cúpula de por qué esos sí y aquellos que habían sido clasificados por delante de ellos, no”.

La dirección general alega que todos los nombrados estaban en la lista propuesta por los generales, pero que no hay por qué seguir el orden numérico. “El ascenso a general se produce por elección, mientras que hasta coronel es por selección”, señala un portavoz. “Los criterios para hacer la lista son objetivos y subjetivos y cambian”.

No es la primera vez que el Ministerio del Interior intenta remodelar una institución de 77.000 agentes bien parapetada por su reglamento, protocolos, baremos de puntuación, y leyes escritas y no escritas tras los muros de sus acuartelamientos.

En su etapa de ministro, Juan Ignacio Zoido, del PP, ensayó otra estrategia para destituir al entonces director adjunto operativo, Pablo Martín Alonso. Aceptó primero el nombramiento porque era el que tocaba (según el consejo de generales) tras años calentando el banquillo, y le destituyó a los pocos meses. Pero esperó al verano e hizo toda una reestructuración de la Guardia Civil y la Policía para suprimir la figura del director adjunto operativo en ambos cuerpos y crear cuatro jefaturas centrales. Menos de un año después Marlaska decidió volver a recuperar la figura suprimida por Zoido.

“Cuando algo lleva tanto tiempo funcionando, es de locos querer cambiarlo de esta manera”, critica un general. “Somos disciplinados y aceptamos las órdenes, pero hay cosas que se deben explicar y no se ha hecho”, señala. “Si las reglas del juego que existen, prolijas, publicadas y asentadas en la cultura institucional, no son las adecuadas, que se cambien”, afirma otro alto mando. “Pero no podemos mantenerlas y que después de que cada uno ha ido eligiendo durante décadas sus destinos, sus estudios, sus idiomas... con arreglo a ellas, en el último momento todo eso no vale y lo que importa es tener un buen contacto con alguien próximo al ministro”

Un antiguo ministro del Interior, Rodolfo Martín Villa, siempre recordaba que en una reunión de mandos se dijo: “En España hay 18 comunidades, 17 y la Guardia Civil”. El pulso sigue.

“¿Quieren que nos parezcamos a la Policía?”

Detrás del gran enfado y las resistencias de la Guardia Civil por las últimas destituciones, dimisiones, ceses y ascensos decididos por el ministro Fernando Grande-Marlaska, hay un temor latente: “La pregunta es si es que quieren que nos parezcamos cada vez más a la Policía”.

La lanza uno de los 34 generales de la cúpula y pone el dedo en la llaga. Porque una buena parte del instituto armado interpreta “las decisiones y las formas” del ministro como un ataque a su identidad y a su dignidad. “Si hay algo que históricamente nos caracteriza es que, a diferencia de la Policía Nacional, nuestra estructura jerarquizada era más o menos respetada”, señala un alto mando.

“En la Guardia Civil rigen desde hace 176 años unos códigos que la han llevado a ser la institución más valorada por los españoles”, recuerda otro destacado jefe del cuerpo. “Y quizás ahí encontremos el porqué de los 176 años con el mismo nombre y estructura”, apunta un general. Esa mentalidad conservadora teme que detrás de estas decisiones no comunicadas y de “un plan de impulso desconocido”, esté “la voluntad de unificar los cuerpos [de seguridad] del ala más radical del PSOE y de Podemos”. Y advierten en la cúpula: “Nos estamos jugando muchos años de historia y eficacia”.



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Sobre la firma

Patricia Ortega Dolz
Es reportera de EL PAÍS desde 2001, especializada en Interior (Seguridad, Sucesos y Terrorismo). Ha desarrollado su carrera en este diario en distintas secciones: Local, Nacional, Domingo, o Revista, cultivando principalmente el género del Reportaje, ahora también audiovisual. Ha vivido en Nueva York y Shanghai y es autora de "Madrid en 20 vinos".

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