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Atrapados y desamparados fuera de España

Miles de españoles viven sus particulares odiseas intentado regresar

Viajeros esperando en el aeropuerto de Ciudad de México. En vídeo, un grupo de enfermeras voluntarias atrapadas en Ecuador.Foto: EL PAÍS | EPV
Patricia Ortega Dolz

Miles de españoles están viviendo estos días una odisea particular para regresar al país desde distintos puntos del planeta y adelantarse in extremis al posible cierre total de las fronteras. En esta carrera desenfrenada por lograr un asiento en un vuelo —a precios desorbitados— desde la otra parte del mundo, o por algo tan simple como era hasta hace pocos días cruzar la raya con Portugal, muchos de estos ciudadanos manifiestan sentirse desamparados por las autoridades españolas.

EL PAÍS ha recibido numerosas cartas a la directora de personas que se encuentran atrapadas en diferentes países. Cada una con su casuística particular: en grupos, en pareja, solos, viajando por trabajo, por turismo… La pandemia les ha pillado fuera de España y tratan de regresar a toda prisa. Casi todos los que se han dirigido a este periódico dicen sentirse abandonados por las autoridades españolas en los países en los que se encuentran y todos ubican en el pasado domingo el día en el que se apercibieron de que quizá no podrían regresar. Exteriores envió un mensaje el viernes 13 de marzo recomendando adelantar el viaje, pero para muchos ya era tarde.

Esta es la respuesta que, desde la Embajada de Yakarta (Indonesia) le dieron el miércoles a Iría Abad por correo electrónico: “Nuestro ministerio y autoridades gubernamentales recomiendan a todos los viajeros que se encuentren en Indonesia que regresen a España, lo antes posible, dada la situación cambiante. La movilidad internacional se está viendo seriamente restringida y cada día aparecen nuevas prohibiciones de entrada emitidas por distintas autoridades. Están cancelando vuelos y cerrando fronteras cada día, por lo que sopesen la posibilidad de quedarse aislados. Asegúrese de disponer de un seguro médico que sufrague posibles cuarentenas, hospitalización y otras emergencias similares porque la embajada no puede hacerse cargo de ello en ningún caso. Del mismo modo, si se quedaran bloqueados, deberían sufragar los costes de una estancia más prolongada. Ante todo, es importante que mantenga la calma y que tome decisiones de forma meditada y sosegada”.

Iría Abad lo entendió como un “búsquese la vida” y eso hizo. A última hora del miércoles, en comunicación con este periódico, aseguraba desde Bali, donde se encuentra con su pareja, que habían logrado un vuelo para este jueves por la noche con Qatar Airlines, que esperaban que no cancelasen, y recordaba que había más españoles en la misma situación allí.

Como Gema y su novio, que les pilló el domingo pasado en Oporto, de viaje turístico. Cuando quisieron regresar les cancelaron el único vuelo que pudieron comprar. Lograron llegar hasta Lisboa y quisieron comprar otro vuelo a Valencia, su ciudad de destino, pero a la vez que les vendían un billete, les decían que estaban todos los vuelos cancelados: “Era absurdo, nos lo vendían y cancelaban al mismo tiempo”. Decidieron dirigirse a la embajada y allí se encontraron con que ni a ellos, ni a la decena de españoles con los que se toparon en la puerta, les dejaban pasar.

“Nos atendían por la rendija de una ventanilla, detrás de una reja, y se limitaban a darnos un papel con las fronteras terrestres que permanecían abiertas, sin darnos ninguna otra solución, hasta que nos cerraron la ventanilla”, se queja. Por un coche de alquiler de Lisboa a Valencia les pedían 1.800 euros. Acabaron tomando un autobús, “lleno de españoles, como sardinas en lata”, de Lisboa a Elvas. Y de ahí lograron cruzar la frontera en taxi hasta Badajoz, a solo 10 kilómetros. Este jueves atravesaban Ciudad Real en un coche alquilado hacia Valencia.

En Quito hay más de 20 enfermeras españolas voluntarias que llegaron el 24 de febrero con la asociación AISE y que viven pendientes de la cancelación de vuelos de Iberia. Han logrado ubicarse “casi todas” —comprando otro billete— en dos vuelos que previsiblemente partirán el 20 y el 21 de marzo. Están confinadas en un hostal. “Si cancelan los vuelos, el servicio de emergencias consulares nos ha dicho que no tiene cómo repatriarnos, que solo podrían mantenernos en un hotel”, explican.

Desde una casa de monjas de San José Pinula (Guatemala), Montserrat y su marido tratan de averiguar por dónde salir. Estaban en un viaje privado de cooperación con una entidad religiosa desde el 26 de febrero. Reenvían por correo la respuesta del consulado, que les aconseja seguir las instrucciones de las autoridades locales y les informa de que, debido a las restricciones de todos los países, solo pueden salir vía México. El mensaje les recuerda que en España pueden entrar, pero no les da pistas sobre qué hacer para llegar.

Hoteles que no quieren huéspedes extranjeros

En un hotel de Cuzco (Perú) están María (26 años y nombre ficticio) y su pareja. Llegaron allí tras unas semanas de viaje por Latinoamérica. “El domingo, cuando nos enteramos, tratamos de ir a Lima, pero el conductor del autobús dijo que no salía para evitar no poder regresar”, cuenta por teléfono. “En los hoteles no quieren extranjeros. Estamos en un hostal sin calefacción, casi escondidos porque la dueña no nos deja decir el nombre para que el Gobierno peruano no sepa que estamos aquí, muertos de frío”, añade. “[En el consulado español] me dijeron que me hiciera a la idea de que me iba a quedar aquí hasta el 31 de marzo, que el ministerio no contemplaba ayudas para gastos de hostales y que estaban intentando hablar con el Gobierno peruano para encontrar algún avión que repatriara extranjeros”.

Según María, desde el domingo trataron inútilmente de ponerse en contacto con el consulado, sin éxito hasta el miércoles, cuando finalmente logró que le tomaran sus datos.

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Sobre la firma

Patricia Ortega Dolz
Es reportera de EL PAÍS desde 2001, especializada en Interior (Seguridad, Sucesos y Terrorismo). Ha desarrollado su carrera en este diario en distintas secciones: Local, Nacional, Domingo, o Revista, cultivando principalmente el género del Reportaje, ahora también audiovisual. Ha vivido en Nueva York y Shanghai y es autora de "Madrid en 20 vinos".

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